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Mal pronóstico

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La entrevista que el actual titular de la cartera del Interior, Mario Fernández, dio el pasado día domingo a El Mercurio ha permitido aclarar algunas de las dudas que suscitó su nombramiento. En un principio, se creyó que podía continuar en la línea de su antecesor, Jorge Burgos, quien vanamente trató de moderar el frenesí ideológico reformista de la coalición gobernante. Pero, Fernández manifestó no sólo su conformidad con el "programa" de gobierno sino que llamó a llevarlo a la práctica con todo entusiasmo. Católico practicante señaló, sin embargo, que el proyecto de aborto actualmente en tramitación legislativa no choca con sus convicciones religiosas y que, por eso, el lo apoya íntegramente.

Para sustentar lo cual afirmó que el proyecto no instaura el aborto sino que simplemente lo despenaliza en tres casos. ¡Vaya sofisma! Quitar la pena a un delito tan grave como el homicidio es por supuesto una imprudencia. Pero, en lo principal, es una manera de incluir ese acto en el catálogo de los actos jurídicamente lícitos a los cuales el estado debe protección. Por eso, el proyecto obliga a las instituciones de salud pública y privadas poner a disposición sus establecimientos, sus equipos y su personal para que procedan sin más trámites a practicar el aborto. Despenalizarlo, por lo tanto, es igual a quererlo como jurídicamente lícito. No existe, pues, la diferencia que de manera tan hipócrita invoca el Ministro del Interior.

En esto, reconozcámoslo, Fernández es fiel a la tradición de su partido que, para obviar los preceptos religiosos, invoca el pluralismo y los requerimientos del bien común. Fue lo que hicieron sus antecesores para aprobar sin escrúpulos la llamada reforma agraria, a pesar de que el octavo mandamiento impera "no robar". Y lo que hicieron con la ley de divorcio que arruina a la familia y empuja a los jóvenes en un frenesí sexual sin límites, a pesar de que el sexto mandamiento ordena "no cometer actos impuros" o "no fornicar" como se decía antes.

De hecho, haber obrado sobre lo que disponen esos mandamientos, no trajo sino ruina y desolación. La reforma agraria liquidó nuestra agricultura y trajo hambre y pobreza para nuestra población. El divorcio, al liquidar a la familia, ha traído una baja considerable de la natalidad y que los pocos niños que llegan al mundo provengan en su mayoría de relaciones extramatrimoniales, con todo lo que eso significa para el normal desarrollo de esas criaturas. Además, ha provocado un aumento enorme de la violencia intradoméstica, con el resultado de muerte en muchos casos, en especial, de mujeres.

El aborto viola ahora el quinto mandamiento: "no matar". Y, como en los casos anteriores, no esperemos que sus víctimas sean sólo los afectados sino masivamente todo el país.

No podemos, pues, hacer un buen pronóstico del período que se inicia con la llegada de Fernández al Ministerio. Al contrario, lo más probable es que el Gobierno insista aun con más fuerza en un camino que se ha demostrado tan plagado de errores.

Violencia en escalada

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Me preocupan los niveles de violencia que han alcanzado las manifestaciones estudiantiles. A los destrozos en una iglesia en Santiago el pasado jueves, se suma lo sucedido el 21 de mayo, mostrando una tendencia creciente de violencia y falta de respeto por la vida humana, por las creencias de las personas y por las instituciones. Si bien es necesario tener abiertas las puertas a las distintas opiniones, debe ser en el marco del respeto y nunca cruzando el límite de la violencia.

Hay un importante cambio social, los jóvenes se han empoderado y la participación política es llevada acabo en forma personal con mucha pasión y protagonismo, todo ello representa una evolución en la política y una realidad que se relaciona con los cambios en la comunicación y la globalización.

Es natural en la adolescencia la necesidad de validación de la identidad, la cual fluctúa entre la validación social por el grupo de pares y la diferenciación. Los adolescentes tienden a estar más proyectados hacia los momentos presentes que hacia el futuro, ellos tienen una sensación de invulnerabilidad. Estos aspectos contribuyen a aumentar las posibilidades de implicarse en el consumo de drogas o en conductas antisociales: la gratificación inmediata se prioriza frente a las consecuencias a largo plazo y estas actividades permiten satisfacer la necesidad de experiencias estimulantes y arriesgadas.

Estamos en una crisis social, el problema se genera en que dado el contexto violento, aquellos que se quieren diferenciar en las manifestaciones, llegan a extremos de la violencia para validarse y diferenciarse. Los ambientes violentos ponen a prueba a los individuos y aquellos jóvenes con mayor vulnerabilidad son los que manifiestan una conducta extrema, autodestructiva y violenta.

Los adolescentes reflejan los desencantos y aceleran los procesos sociales, pero no los inventan, son catalizadores. Es por ello que al ver el claro ataque a la iglesia católica, debemos preguntarnos como sociedad ¿Qué relación estamos construyendo con la iglesia católica? y ¿Cómo debemos desarrollar un diálogo más abierto y constructivo para lograr superar los roces y permitir una convivencia más sana entre los no creyentes y la institución de la iglesia?

Los jóvenes identifican en las instituciones públicas un estancamiento de los procesos de reforma social que quieren liderar y, por ello, se rebelan contra éstas. El problema es que la iglesia y el gobierno, no han tenido la flexibilidad para ayudar a guiar los procesos de reforma y participación social y han pretendido que manteniéndose al margen no entraran en conflicto, sin embargo ello no es cierto.

Los adolescentes necesitan expresarse, es necesario escucharlos e incentivarlos a desarrollar sus proyectos personales y los cambios sociales que esperan lograr, pero también es necesario señalar claramente los límites valóricos que se deben respetar, de otra manera en el futuro nos espera una sociedad violenta, en la cual la represión y las crisis serán sin respeto por los derechos humanos.

Ha faltado coherencia en los líderes estudiantiles que condenan la violencia e incitan a las tomas y manifestaciones no autorizadas, así como por parte de las autoridades que generan querellas que no prosperan y termina todo en un empate que no conduce a nada.