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Alcohol, educación y responsabilidad

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Regularmente somos testigos acerca de cómo organizaciones internacionales y hasta medios de comunicación extranjeros, mencionan a nuestro país en el tope del consumo de alcohol a una escala regional o global.

Si bien es cierto que esta "mala imagen" corresponde muchas veces a erróneas interpretaciones de datos mal obtenidos, que finalmente ayudan a colocar a Chile en el tope de las listas, la sociedad y muchos menos la industria del alcohol, pueden hacer vista gorda sobre un fenómeno que está afectando a una parte de nuestra sociedad.

El consumo de alcohol en bajas cantidades, de manera informada, consciente y responsable, es la solución que han encontrado las sociedades desarrolladas, para así controlar y detener el abuso del producto, que claramente es perjudicial para la salud. Y esto se logra no sólo con políticas públicas sino también, con educación.

El instruir a niños y adolescentes en sus salas de clases sobre los peligros que representa el consumo de alcohol en menores de 18 años, es algo vital que hoy requiere de atención de parte de todos, ya que su organismo no se encuentra preparado para recibirlo. Lo mismo ocurre con las consecuencias posibles que pueda generar al feto, la ingesta en madres embarazadas. Y junto a ello, también seguir reforzando con información acerca de los graves peligros y consecuencias que genera un conductor bajo los efectos del alcohol.

Estos mensajes hoy no son parte del currículum en colegios y universidades. Las instituciones y autoridades muchas veces no tocan el punto ya que no saben cómo abordarlo y por esto, se facilita el consumo abusivo de alcohol, lo que genera consecuencias para los países y también, da pie para legislaciones restrictivas que intentan castigar al producto, pero que no apoyan en la difusión de cómo consumirlo adecuadamente.

Como Asociación, que anualmente genera campañas de concientización en este sentido y que hoy trabaja en la consecución de alianzas para amplificar los mensajes de responsabilidad a nivel nacional, hacemos un llamado para que más allá de escandalizarnos con cifras puestas en prensa, tomemos una acción decidida para llegar con el mensaje correcto a la población y así tomar la senda del consumo responsable, informado y moderado de alcohol, que hoy es parte de la cultura de los países desarrollados

Discursos que matan

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Como Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género, nos vemos en la obligación ética de responder a una columna publicada en este espacio el pasado lunes, bajo el título de El matriarcado encubierto.

Es lamentable leer este tipo de reflexiones, sin fundamentos ni datos serios, porque ponen en entredicho el trabajo de organizaciones, instituciones y movimientos que durante décadas han luchado para promover la igualdad en el ejercicio de los derechos humanos y ciudadanos de las mujeres; una igualdad que en la Historia hemos tenido que conquistar derribando las ideas más conservadoras, rígidas y agresivas.

En 2015 en Chile, 112 mujeres sobrevivieron a un ataque femicida; 45 fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas, siendo las víctimas silenciosas de una realidad que viven a diario miles de mujeres en sus hogares, en las calles y en el espacio público en general. Las mujeres somos víctimas del 86,3% de las agresiones sexuales en la Región; el resto son en su gran mayoría niños y niñas ¿Cómo explicarles a todas ellas o a sus familias, que hay personas que aún piensan que se debe a fenómenos naturales, a la ubicación de los genitales o a la forma de vestir? ¿Es decir que esas más de mil mujeres en la Región decidieron provocar una agresión sexual?

Nos gustaría que la realidad fuese de otra forma, pero si no bastara con la violencia física y sexual, todas las estadísticas de participación política, de participación laboral, de brecha salarial, hablan objetivamente de una realidad que se nos muestra como una serie de consecuencias de una concepción machista, discriminatoria y violenta, que precisamente se reproducen en la publicación aludida.

Por cierto, una concepción que debemos erradicar desde la niñez, eliminando los estereotipos rígidos de género que nos dicen cómo debemos ser hombres y cómo ser mujeres, con un dispositivo de roles y formas que justifican aquellas brechas, discriminaciones y barreras de género, que no son producidas por las mujeres, sino por una cultura que se reproduce y se refuerza a través de las familias, la educación, los medios de comunicación, entre otros, imponiendo expectativas de belleza, de éxito y conductas esperables.

Mientras más mujeres sigan sufriendo o muriendo a diario por culpa de estas concepciones, todas las medidas y todos los cambios siguen siendo urgentes; y todas las expresiones violentas y discriminatorias siguen siendo repudiables.

Discursos que matan, porque justifican la violencia contra las mujeres, nos culpa de las agresiones de las que hemos sido víctimas en la historia; pero un discurso que además invisibiliza a aquellas que se sobrepusieron a estas inequidades y han construido una vida autónoma, convirtiéndose en referentes de otras mujeres, ocupando sus voces para poner en el debate público una situación que requiere urgencia, seriedad y convicción para trabajar como estamos haciendo en sintonía desde las organizaciones sociales, desde el Gobierno y desde todos los espacios comprometidos con la consolidación de nuestros derechos humanos.

¡Paren a Chile, que me quiero bajar!

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Aún no tengo claro cuando nos convertimos en un país que quiere todo para ayer. No puedo dejar de recordar a mi hija de 3 años cuando veo que quiere todo ahora ya!. Es lo mismo que no ha pasado como sociedad.

Una explicación es el hecho de haber crecido económicamente por tanto tiempo y a tasas importantes. Queramos o no, el nivel de bienestar creció para todos.Hace 30 ó 35 años estábamos de acuerdo como país que teníamos un problema de altos niveles de personas en situación de pobreza y nos propusimos combatirla. En pocos años, podemos decir que hoy es un problema menor. La pobreza antigua estaba asociada a desnutrición y analfabetismo, lo cual está prácticamente erradicado en nuestro país. Hoy está asociada a empleos precarios y a la exclusión de ciertos derechos. De hecho hoy medimos la pobreza desde la multidemensionalidad que es lo que se hace en sociedades más desarrolladas.

Hace un par de años que nos dimos cuenta que tenemos un problema con la distribución del ingreso que ha llevado a altos niveles de desigualdad, que por cierto han ido mejorando y seguramente, año tras año, veremos mejores indicadores de distribución. Mucho de esto explicado por el dramático cambio en el acceso a la educación superior que experimentamos en años pasados.

Pero parece que hoy no estamos dispuestos a esperar por los cambios. Vivimos en un mundo de inmediatez que nos ha hecho perder la perspectiva de que los cambios requieren tiempo. Unos más que otros por supuesto, pero la mayoría de las principales demandas sociales son problemas complejos que requiere soluciones complejas. Así, debemos darnos cuenta que estos cambios estructurales se demoran y requieren de que la gran mayoría esté consciente de esto.

Hemos sido nosotros mismos los que generamos demasiadas expectativas y "malcriamos" a la sociedad. Entonces es totalmente legítimo que hoy haya un clima exasperación y se exijan soluciones. Dejamos pasar muchos años donde se avanzó poco o no se hicieron bien las cosas. Quizás fuimos más reactivos que proactivos y hoy nos está pasando la cuenta.

Debemos tener un debate abierto y tratar de volver a poner las cosas en perspectiva. Para eso lo mejor es sincerar cada proceso y poner todas las cartas sobre la mesa. Recordemos que el mundo está hecho de especialistas y esto es lo mas eficiente. Necesitamos que en cada sector, en cada discusión, hayan especialistas y nos informen de los pros y los contras de cada decisión que debamos tomar como país. No hay nada mejor que una decisión bien informada. Pero si dejamos que los que toman decisiones lo hagan más por temas políticos o por beneficios de ciertos sectores, estaremos lejos de llegar a la mejor solución para la sociedad y volverán a generarse conflictos sociales que de seguro nadie quiere que se sucedan, porque se abre el espacio para los populistas, es decir, los que encuentran soluciones fáciles para problemas difíciles.