Cuando la poesía está en brazos de la mujer madura
Dos poetas del taller literario "Plenitud" de la Caja de Compensación La Araucana, que dirige la profesora Elena Díaz; acaban de publicar sendos libros de poemas: "Pinceladas de atardecer" de Sonia Liebbe, y "Ovillo de tiempo" de Ana Tordesilla (ambos por Ediciones Etcétera, Concepción).
ESTACIONES POÉTICAS
Una respuesta a la pregunta de por qué escribe uno, podría encontrar una respuesta en la lectura del libro de poemas de Sonia Liebbe.
Y es que leyéndolo, uno no deja de asombrarse de la naturalidad con que la poeta pone a prueba su ejercicio del decir. Se percibe algo así como una necesidad imperiosamente afectiva, como un instrumento familiar que al ser ejecutado, encanta por su música, convoca y evoca por los temas y traduce una experiencia de vida que busca ser compartida.
En efecto, Liebbe tiene la conciencia de la palabra y su misterio, de las insospechadas y también presentidas circunstancia que producirá el poema. Se nos está hablando de una mágica y productiva espontaneidad, de un modo de ser, un ritmo particular y una proyección que no se sabe.
Una de las estaciones de su poesía, que hemos denominado "Del incesante asombro", transmite un decantado lirismo que podríamos asociar con la pintura. Con una atmósfera en que las descripciones asumen gran plasticidad y variadas asociaciones y analogías.
Sin embargo, también hallamos sustantivos concretos como una galleta o una frutilla o un caballito de madera o una araña o un café. La autora consigue darles una cuota de ternura que sorprende y cierto aire inédito, que establece un nexo entre dos realidades.
Así, por ejemplo, un pedazo de galleta permite la renuncia, para crear "un rato de placer" y el café, el encuentro "en la magia de sorbos y palabras".
Otra de las estaciones de la poesía de Sonia Liebbe, que hemos llamado "Del taller", nos lleva al arte poética, al discurso que discurre sobre la escritura misma y su laberinto. Metalenguaje, traducción, lenguaje sobre el lenguaje. Esta parte es, además, una celebración del taller literario y de la amistad.
Casi siempre los poemas de nuestra autora, ponen en relación dos situaciones. La gracia está en la chispa, en lo sugerente que puede y tiene que ser ese diálogo.
Sonia Liebbe hace honor a la profunda significación que la poesía tiene para ella: tal como bellamente expresa el poeta Omar Lara en uno de sus poemas, haciendo una pregunta que se responde ella misma: ¿La poesía para qué puede/servir sino para encontrarse?"
El encuentro es, entonces, la celebración de la amistad y el intento siempre de religar, de volver a unir a los seres y las cosas a través de una palabra que debe provocar sensaciones: provocar al lector, crear sugerencias y connotaciones, establecer nexos, rememorar y traer al corazón todo aquello que motivó instantes, que el tiempo no puede borrar y que la obra artística tiene la capacidad de entregarnos como vistos por primera vez.
TAMBIÉN ES CELEBRACIÓN
Como queriendo dar señales de ruta para su escritura, lo cual demuestra una conciencia sobre el trabajo poético, Ana Tordesilla nos abre las puertas de su obra -"Ovillo de tiempo"- dialogando con un pensamiento de Pablo Neruda: "La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la harina".
Oportuna cita, ya que ella (la autora y el poema), deja de manifiesto dos ideas que el lector hallará presentes como constatación y deseo: la poesía como un acto de paz y el poeta como fruto de esa misma paz.
La paz es lo contrario de la guerra y sabemos que implica tranquilidad, quietud, acuerdo, sosiego, amabilidad, reconciliación. El acto es una acción, "el ejercicio de la posibilidad de hacer", nos dice el diccionario de la RAE; y agrega el "resultado de ese hacer".
También es celebración. Por lo tanto, Tordesilla ejercita la posibilidad que tiene para escribir, para hacer esos objetos concretos hechos de palabras que llamamos poemas: este libro constituye la muestra de ese ejercicio celebratorio. Cumple, entonces, la premisa de Octavio Paz que concibe la poesía como "un decir que es un hacer".
Otro elemento que nos anuncia el tono y el carácter de esta poesía, surge de esa comparación nerudiana: "como el pan nace de la harina", es decir, se quiere señalar algo tan natural como cotidiano. El destello poético queda al descubierto cuando la poeta descubre esa nueva mirada oculta en las cosas.
De este modo, Ana Tordesilla nos conduce por los sentidos de su palabra mediante descripciones que crean una atmósfera que se llena de elementos de la naturaleza y de sentido humano.
Esta unión es la que preside sus textos: los "círculos de la vida" son los años del árbol; la lluvia quiere "lavar el mundo"; la rosa, "conjunción de dolor y belleza"; los astros en "simétrica armonía" son "ojos asombrados". Todo fluye con la naturalidad y la simpleza de un mensaje que es caricia y presentimiento, música, ritmo y "callado silencio".
"Ovillo de tiempo", primer libro de Tordesilla, encierra e irradia varios sentidos: "ovillo" indica "cosa enredada y de forma redonda", "montón o multitud confusa de cosas, trabazón ni arte". También en la expresión "hacerse alguien un ovillo", significa "encogerse, contraerse, acurrucarse por miedo, dolor u otra causa natural.
Su poesía descubre (en dos de los significados que puede tener este verbo ("hacer patente" y "hallar lo que estaba escondido"), algo así como un refugio, un lugar, un "vientre fecundo".