"A los 16 años tuve mi primer hijo. En esos tiempos era normal ser mamá siendo joven, porque todas las muchachas se casaban a temprana edad. Lo malo de eso es que una aún era una niña y en esos tiempos no se tenía el conocimiento ni la ayuda necesaria para saber qué hacer. Entonces la maternidad era muy desconocida, muy difícil de entender", recuerda Teresita Hidalgo, 87 años, viuda, tres hijas y cuatro hijos (uno de ellos fallecido).
Los avances tecnológicos, los medios de comunicación masivos y el acceso a la educación son algunos factores que han logrado cambiar el panorama de las mujeres que viven esta etapa. La maternidad, con sus condiciones biológicas , psicológicas y sociales, dejó ser "desconocido".
Eso lo comprobó Isidora Campos (28 años), nieta de Teresita. Hace dos meses fue mamá por primera vez. Para ella fue "un proceso maravilloso".
"Con mi pareja llevábamos cuatro años juntos y decidimos que era buen momento de ser papás. Esto es algo que yo quería mucho. Cuando supe que estaba embarazada me puse muy 'matea'. Fui a controles, le hacía preguntas a mi doctor, leía artículos en internet, averiguaba distintas cosas relacionadas con esta etapa. Para mí todo fue muy claro, entendí el proceso de crecimiento de Clemente, mi hijo, y los cambios que sucedían en mí", afirmó.
roles
Pero no sólo en el proceso mismo del embarazo es donde los cambios se hacen notorios a través de los años. Mientras Teresita recuerda que su vida estaba dedicada principalmente a la crianza y a participar en actividades sociales, Isidora narró un panorama distinto.
"Yo soy arquitecta, al igual que mi papá y mi pareja. Me encanta mi trabajo y a pesar de que amo a estar con mi hijo, no concibo mi vida separando ambas actividades. Tengo claro que volver al trabajo no significa que no quiera estar al lado de mi hijo, sino que tiene tiene que ver con mi desarrollo personal. Afortunadamente tengo apoyo para el cuidado de Clemente", planteó.
Según explicó Jaime Lavín, director de Psicología de la Universidad Andrés Bello, en el pasado en las familias más acomodadas existía la posibilidad de delegar el ejercicio de la función materna en mujeres altamente capacitadas para este efecto, tales como las nodrizas y las institutrices. Sin embargo, la tendencia general era muy diferente. "Para la gran mayoría de las mujeres, la maternidad ofrecía una medida de la realización personal, producto de una 'sobre-identificación' con el rol de madre", señaló. La vida familiar descansaba sobre la dedicación virtualmente exclusiva de la madre al desempeño de su rol.
"Lo anterior se advierte, por ejemplo, en la etimología del término "matrimonio", que aludía a la noción de lo que es objeto de dominio materno (cuestión o asunto materno). Apuntaba a aquello que es de preocupación o responsabilidad de la madre, tal como el cuidado y la crianza de los hijos, entre otras cosas", agregó el académico de la Unab.
La separación de roles de género era mucho más marcada y dicotómica. En este sentido, Lavín planteó que socialmente se definía de manera opuesta lo que podían hacer hombres y mujeres, por lo que la asignación de la función materna recaía en la madre, mientras que la provisión de bienes materiales corría por cuenta del padre.
"En nuestra sociedad actual advertimos una multiplicidad de roles, que implica una redistribución del tiempo entre diversas labores por parte de la mujer. Si algo ha quedado en evidencia en nuestra era, es que ser mujer no se agota en el hecho de ser madre. La incorporación masiva de la mujer al mundo del trabajo remunerado ha supuesto una modificación en la dinámica y en la organización de la vida familiar".