Unas palabras para mi amigo Nelson
Conocí a Nelson Edmundo Escobar Osses en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Concepción el año 1969. Posteriormente nos encontramos en el frente laboral en el Diario El Sur.
Nadie nos presentó, pero como jóvenes entusiasmados por la profesión que habíamos abrazado, él se integró a la redacción del Diario El Sur a un equipo que yo ya formaba parte y que marcaría el periodismo desde mediados de los 70. Además, con Nelson no era necesario que un tercero lo presentara. Su espíritu abierto, su incondicional amistad, el respeto y los afectos estaban presentes en cada conversación, siempre muy salpicada de humor. No en vano, él mismo sentía el orgullo de ser de Cabrero, y como tal sus dichos campechanos se unían a otros colegas que provenían de Yumbel, del interior de Tomé, Coelemu o Cumpeo. Constituían el área huasa del diario.
Hizo sus primeros estudios en su ciudad natal donde su padre, comerciante, formó su familia. Posteriormente, se trasladaría a Chillán para seguir sus estudios secundarios. A la universidad llegó a estudiar periodismo y se integró tempranamente al mundo del trabajo real en los desaparecidos Noticias de la Tarde y luego en El Diario Color.
La repentina y trágica muerte de su padre lo marcaría en el resto de su vida. Su preocupación permanente era siempre su madre, fallecida muchos años después.
Casi en las postrimerías de El Diario Color se integraría al Diario El Sur. Aquí comenzó como editor de Región y posteriormente asumió como editor de Crónica Local. Estando allí fue contratado para integrar el equipo periodístico del desaparecido Canal 5 de la Universidad Católica de Chile, en Concepción. Después de varios años en ese medio su repentina salida lo marcaría fuertemente.
Mientras trabajábamos en El Sur, junto al colega Raúl Viveros, un verano decidimos hacen un tour por nuestras respectivas ciudades de origen. Los tres estábamos solteros y quisimos seguir viéndonos en vacaciones. La visita a la casa de Nelson, en Cabrero, fue muy grata. Su madre nos recibió con mucho afecto, incluso nos facilitó su nuevo auto para que yo lo manejara y llegáramos luego al lugar donde los hermanos de Nelson tenían preparada una trilla huasa. Lo pasamos muy bien. Para un citadino como yo todo fue novedad, incluso a la hora que terminamos con el asado y todo tipo de bebestibles.
Luego llegaríamos a Yumbel a casa de la familia de Raúl y finalmente en Talcahuano me correspondió atenderlos como Dios manda con pescados y mariscos, y la muy buena cocina de mi madre. Tanto Nelson como Raúl llenaron de elogios y respeto a mis padres quienes escuchaban las anécdotas y las historias campesinas que cada uno contaron con mucho humor. Los tres y nuestras familias recordábamos siempre ese tipo de encuentros.
Luego de su salida de la televisión, Nelson volvería a diario El Sur como editor por un breve tiempo. Luego dictará clases en la carrera de Periodismo de la UdeC. Ello lo matizaba con asesorías en entidades como Cementos Bío Bío -fue fundador de la revista institucional que mantuvo por años- y la Corporación de la Madera. Más tarde se integraría a trabajar en la Municipalidad de San Pedro de la Paz en el área de comunicaciones. Sin embargo, su espíritu inquieto y de superación, sencillez a toda prueba e interés por interactuar con personas, lo llevó al comercio. Lo hizo como era él, con entusiasmo, fuerza, entereza y afecto. El cultivo de la amistad fue uno de los aspectos característicos de su persona lo que le permitió relacionarse y ganar amigos en todos los ámbitos. Muchas veces constaté la cálida relación que establecía con sus clientes.
Su vida la matizaba con sus cuatro hijos, su compañera, sus amigos, Cabrero y el Coro del Reencuentro integrado por exalumnos de la Universidad de Concepción. Esto último una verdadera sorpresa para algunos, que suponíamos que sólo conocía de cuecas y tonadas. Pero así era Nelson, mi colega y amigo que en paz descansa y que hoy, lo más seguro, comparte con Dios, sus padres y sus amigos -entre ellos Quintín-, sus afectos y el sentido de humor.