Camarón que se duerme…
Todavía estaríamos esperando que el servicio de taxis se modernizara en la forma de cobrar, en la seguridad, calidad de los automóviles y que se ajustara a un cobro justo y transparente para el cliente, si no fuera porque aparece, desde fuera de las asociaciones de taxistas, un servicio acorde con las prácticas del mercado y a la altura de los tiempos que corren: Uber.
Es difícil producir innovaciones desde dentro. La observación de las necesidades o dolores del cliente están siempre sesgados a las condiciones que ya existen, a las reglas del juego entre las que se mueven los actores. Y por supuesto, el costo del cambio es alto y nadie quiere asumirlo.
Por eso, los nuevos actores son capaces de hacer propuestas diferentes y de cara a los requerimientos de un cliente que aún no tienen, pero que buscan conquistar. No deben cambiar, sino deben construir propuestas de valor que se ajusten a las expectativas del mercado. Y eso ha hecho Uber: ser la respuesta a la insatisfacción de miles de usuarios de taxis.
No es erróneo decir que no es legal, por cierto, de acuerdo a las reglas del juego vigente. Tampoco que es un mejor servicio, por cierto, de acuerdo a los clientes que todos los días lo prefieren.
El dilema parece ser: si abandonamos la posibilidad de mejores productos o servicios, en sintonía con las necesidades del mercado, en pos de cumplir leyes y normas, que, de hecho, se pueden cambiar; o abrimos las puertas a un diálogo que permita transformar los marcos legales en lineamientos más dinámicos y modernos, sintonizados con los avances tecnológicos y con los requerimientos de la población.
Si elegimos la segunda opción, sería un golpe al status quo y podríamos ver sentados en la misma mesa, no solo a los gremios, Uber y el gobierno, sino también a los usuarios, que son la palanca que le da sentido a esta polémica.
La resistencia al cambio y el sesgo que condiciona la comprensión de la realidad que se avecina hizo caer a Kodak y permitió el crecimiento de Canon, Nikon y Sony con la tecnología de la fotografía digital.
Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente…