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El académico y el artista

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No siempre es fácil presentar a un artista como Edgardo Neira, mucho menos al amigo, sin caer en la frase hecha o en la exaltación sobredimensionada de sus méritos, que aquí son muchos. De todos modos, lo intentaré arriesgando agregar u olvidar alguno importante.

Primeramente habría que mencionar que por estos días el profesor Neira ha recibido una de las más importantes distinciones que se otorgan en el mundo académico: Profesor Emérito, culminando así una trayectoria de excelencia en la enseñanza universitaria, que iniciara hace más de 30 años. Un mérito que difícilmente traspasa los muros del aula, salvo por la impronta que ha dejado y seguirá dejando en sus alumnos.

Conocido en el medio nacional como pintor, Edgardo ha recibido numerosos premios desde que iniciara su formación académica (artística) en el departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción. Allí están el Premio Nacional Arte Joven (Santiago, 1979); Primer Premio El Color Del Sur (Puerto Varas, 2000); Premio Municipal de Arte Ilustre Municipalidad de Concepción, (Concepción, 2003) y Primer Premio Nacional de Arte Cámara de Diputados, (Valparaíso 2005). Estos, por nombrar algunos.

Sin embargo, tanto su quehacer como artista visual "de taller", como el de docente del departamento de Arte, lo llevan a investigar la producción artística y sus cruces con disciplinas como la historia, filosofía, literatura, biología. Con toda área del conocimiento que medie para sustentar el discurso visual, alterar su temporalidad o explicar de mejor manera los procesos del arte, particularmente el contemporáneo. Esa inquietud lo lleva a ingresar nuevamente a la academia, esta vez para realizar un magíster y luego un doctorado, ambos en Literatura, programas que culmina con distinción en la facultad de Humanidades y Artes de esta casa de estudios.

Podría afirmarse, entonces, que el acontecer de este artista transita de manera alternativa por distintos ámbitos de las artes visuales, conectados y complementados por cierto, como lo es el "hacer" y el "decir".

En uno va construyendo a punta de relatos y fragmentos de imágenes, reales o imaginarios, su singular escenario pictórico y su "poética del detalle".

"Una metáfora que enmarca la insularidad estilística de Edgardo Neira, a partir de pinturas sostenidas apenas en el dato figurativo. Un escenario de pintor, donde las palabras tienen el rol de nombrar visualmente los recortes del mundo convertido en vistas y ventanas cerradas" (Ramón Castillo).

Por otro lado, Neira ha ido articulando, desde la teoría y la historia del arte, su labor docente con especial dedicación a sus alumnos, que lo testimonian con una importante presencia en sus clases.

En ambos territorios se percibe una densidad retórica, una preocupación por explicar la dualidad de las cosas, y, sobre todo, un afán por ir más allá de lo aparente, lo visible, lo establecido, en cuyos bordes está la memoria como huella indeleble de toda experiencia humana.

Al decir del curador Ramón Castillo para él "la pintura se convierte en un dispositivo de activación de zonas de la memoria histórica y, a la vez, en promotor de símbolos contenidos en los imaginarios locales."

Artista, maestro, buen conversador, intenso, amigo, también mago, un poco loco dicen. Algo de locura, de la buena, se agradece por estos días.

Edgardo Neira impone su voz profunda para contar, con sabrosura de detalles, alguna historia de esas que sólo él conoce (y de la que a menudo es protagonista) de nuestra ciudad y sus personajes.

Son los relatos ocultos que van en paralelo a los visibles, uno arriba y el otro abajo. He aquí nuevamente la dualidad que tanto lo desvela, similar a la que marcara su vida tempranamente al activar el ejercicio de la pintura como rito espiritual (el yo), y al abrazar la enseñanza de las artes y su historia (el otro).