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Ciudades sin niños

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Cuesta imaginarse ciudades sin niños, niñas y adolescentes. Calles que no sientan el murmullo de sus voces o sean testigos del tránsito hacia sus lugares de estudios. Áreas verdes vacías, bancas desocupadas y ausencia de balones rodando por el pasto, ciertamente son signos de anormalidad o al menos de preocupación. Pero esto que parece ficción, existe hoy en algunos lugares de Chile, en el que los niños y jóvenes -principalmente por inseguridad- se refugian entre las paredes de sus casas.

Para quienes creemos o añoramos el uso del espacio público como lugar de encuentro y aprendizajes significativos, el abandono de este, aunque sea parcial es una alerta que nos debe ocupar. Considerar a los niños como protagonistas del futuro es una equivocación. Los niños y niñas son nuestra preocupación presente y deben considerarse como sujetos de derechos y ciudadanos en formación. Esto explica por qué hemos decidido avanzar con ellos en el diseño y desarrollo de mejores ciudades, barrios y viviendas.

En ese sentido, los equipos técnicos de nuestro ministerio generaron una metodología que nos permite recoger su mirada en la definición de espacios públicos, a través de los talleres "Imaginando la Ciudad con Niñas, Niños y Adolescentes". Esta iniciativa piloto fue implementada en Arica y Talca, ciudades a las que se sumarán durante este año al menos otras tres, para luego proponer su institucionalización en el diseño de políticas urbanas.

En igual dirección, se trabaja para establecer este año un estándar para Parques y Áreas Verdes, herramienta que permitirá mejorar los espacios urbanos para que los niños se desenvuelvan en ambientes amables, estimulantes, seguros e inclusivos. Ese es también el objetivo de las ciclovías construidas o que ya inician obras.

Otros avances en favor de la infancia y la adolescencia, son el aumento en el monto del subsidio habitacional para familias con tres o más hijos, con el objetivo que el aporte adicional les permita la construcción de al menos un tercer dormitorio. También, la actualización del convenio con Sernam que permite otorgar prioridad en vivienda a aquellas mujeres víctimas de violencia intrafamiliar cuyos hijos se encuentran en situación de riesgo y vulnerabilidad. Asimismo, con el fin de apoyar el desarrollo cognitivo de los menores y la Reforma Educacional en curso, se evalúa con el Mineduc la posibilidad de implementar salas de estudios o bibliotecas en los conjuntos habitacionales de alta densidad.

Nuestro objetivo en el ámbito de la niñez y adolescencia es reconocerlos en sus derechos y fortalecer su participación en las decisiones de diseño y planificación de barrios y ciudades. Queremos niños que abandonen los muros de sus casas y sean capaces de disfrutar del buen uso de los espacios públicos.

Educación parvularia para el Chile de mañana

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En marzo -y algunos más adelantados en febrero- fuimos testigos del inicio de un nuevo año educativo para los niños en edad preescolar, quienes fueron llegando de las mano de sus padres o apoderados a sus respectivos jardines infantiles o colegios.

Esta instancia nos hace reflexionar sobre el avance que como país hemos tenido en esta materia, y la verdad es que si bien hemos tenido logros, el trabajo ha sido lento y no es suficiente. La voz de los expertos en la materia dicta que la mayoría de nuestros niños de entre dos y cinco años que inician sus estudios con la educación parvularia, corresponden a un grupo de menores que vienen de familias con un mayor poder adquisitivo.

Según el informe "Education at a Glance", difundido por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) el año pasado, en Chile sólo 44% de los niños de tres años asiste a un recinto educacional, lo que ubica a nuestro país en el lugar número 28 de un total de 34 naciones, quedando por debajo de Portugal y Polonia. Además, está lejos del promedio internacional que es de 70%, de acuerdo al mismo organismo.

Lo más preocupante es que justamente los niños que más beneficios obtienen de esta educación temprana son aquellos que no la están recibiendo, y que corresponden al sector más vulnerable de nuestro país. Es en esta etapa de sus vidas en que están más cerca de los conocimientos que tiene cualquier otro infante que crece en otra parte de Chile. En ellos no vemos las diferencias que registramos en la Educación Básica o Media, que son reflejo de las desigualdades en el hogar y en el acceso a la educación.

Sin embargo, seguimos poniendo un único foco en la Educación Superior, cuando la oportunidad real está en la preescolar. Según cifras del Mineduc, en 2014 teníamos un déficit de atención de 1.200.000 niños y niñas, pero el desafío va más allá de la cobertura. No basta sólo con llevarlos al jardín infantil o al colegio, si ese lugar no cuenta de forma permanente con el apoyo económico necesario, con los implementos básicos para poder aprender. Y tampoco sirve si en la casa de ese niño o niña no existe el respeto o el valor real por la educación.

Es importante lograr incluir en esta etapa a las familias de esos niños, a las mamás y a los papás, para que entiendan que el futuro de sus hijos está ahí, entre los dos y cinco años y se comprometan con su aprendizaje. Con esto generaremos mayores impactos positivos a futuro, como un aumento en el rendimiento escolar, menores índices de deserción estudiantil, mayores cifras de empleo e incluso menores tasas de criminalidad, entre otros resultados beneficiosos para nuestro Chile del mañana, que a todas luces justifica los costos que esto pudiera conllevar. ¿Qué esperamos?