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Camino a Penco

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No es primera vez que escribo sobre el camino a Penco, que uno podría calificar como bastante funcional, pero que va de dulce a agraz, según uno la goza o la sufre en su trayecto cotidiano.

En estos días, ya demasiados, buena parte de esta ruta 150 está con una sola pista en funciones, frente a una de las obras (son dos y bastantes extensas) con grandes movimientos de tierras de la empresa inmobiliaria y de áridos Saenz Madesal que hicieron colapsar la carretera.

En tantos días no se ha hecho la recuperación de la calzada afectada y todos, todos los vehículos hacia Penco deben transitar en línea y lentamente por una sola calzada por largos 200 metros.

¿A qué costo en tiempo? ¿Por qué una empresa privada afecta la vida y la economía de tanta gente por obras netamente privadas mal hechas que han afectado la infraestructura pública y pasan días y días sin reparaciones visibles? ¿Por qué los entes fiscales a cargo de esta vía, la Municipalidad, la Dirección Regional de Vialidad, no han tomado medidas efectivas para hacer cambiar esta situación anómala por tantas semanas?

Por otra parte, esas obras de envergadura han provocado desde hace ya más de un año grandes cortes o heridas en el paisaje y saturación del entorno inmediato y lejano con grandes volúmenes de polvo, que finalmente van a depositarse en nuestras calles vecinales, patios y casas. ¿Se habrá cumplido con un estudio, o al menos una Declaración de Impacto Ambiental antes de autorizar estas obras? Su gran volumen y sus efectos lo ameritaban.

Pero como sea el caso, no se notan mitigaciones de los efectos negativos, físicos, ambientales y paisajísticos, que de tenerlos los tienen, y los seguirán teniendo.

Y lo sufrimos los que no tenemos nada que ver, pero transitamos diariamente por esta vapuleada ruta y vivimos en las proximidades, como Villa El Aromo, como Desiderio Guzmán, Los Radales en la historiable ciudad de Penco.

Elevemos la productividad

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Elevemos la productividad. Es el llamado que hace el ministro de Hacienda en un escenario que claramente está en desmedro de las mipymes.

Esto se parece a cuando uno lidera un equipo de ventas y les dice todos los días "vamos a vender", "lo vamos a lograr" y detrás de esas frases no existe una planificación, una estrategia que permita realizar los buenos deseos antes expuestos, tanto del ministro como los pequeños empresarios.

Hoy, los que quieren emprender se ven enfrentados a una serie de cambios que hacen pensar dos o tres veces más que antes, si me embarco o no en este desafío.

Por de pronto tenemos una reforma tributaria que por mucho que se dijo, no va a recaudar lo que se estableció como supuesto. Existieron supuestos, claramente errados, que se ocuparon para calcular el presupuesto de la nación, cobre a US$ 2,57 y un crecimiento arriba de un 3%, lo que hace que los gastos que uno hace como gobierno sean legales aún sabiendo que esa plata no está.

Los que algo sabemos, entendíamos que esto era imposible, dadas las condiciones actuales de nuestro país, debiendo agregar la altísima desconfianza que hoy nos corroe. Ante esto, hace poco vimos como ya el gobierno en menos de tres meses cambia los supuestos, modificando el precio base del cobre y ajustando el crecimiento a un 2%, cifra que estimo optimista.

También se realiza un ajuste al gasto de 540 millones de dólares, guarismo insuficiente, ya que a mi juicio esta debiera ser al menos el doble de lo que se está anunciando.

El postre de todo esto, "para incentivar aún más el emprendimiento", la reforma laboral quiere que se hagan negociaciones colectivas interempresas. Ello, claramente, va en el sentido contrario del emprendimiento y va en dirección de concentrar los negocios y las economías, pues son estas empresas grandes las que van a poder enfrentar un escenario de negociación interempresas, las mipymes ninguna posibilidad.

Las 400 lucas del obispo Goic

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¡Qué bien el obispo Goic! -sacerdote, obispo de Rancagua y pastor- una vez más su voz se alza en favor de los pobres y necesitados.

No es la primera vez y -pienso- no será la última. Lo hizo en tiempos muy difíciles jugándose por quienes eran perseguidos, detenidos y torturados luego del golpe de estado de 1973. A pesar de ser un "cura joven" supo responder con valentía y efectividad ante lo que sucedía. En esos años tuvo el coraje de ir contra la corriente y acompañar a las familias de los presos políticos de la dictadura.

Su testimonio está grabado -a fuego y lágrimas- en la memoria de quienes padecieron la persecución.

Su tarea, sin embargo, no acabó con el retorno a la democracia. No. Don Alejandro se ha mantenido en una actitud alerta y han sido muchas sus intervenciones donde ha buscado promover y defender el respeto a la dignidad de la persona humana.

Hace unos años nos sorprendió cuando planteó -e instaló en el debate nacional- el concepto del "sueldo ético". ¡Cómo lo criticaron! ¿Qué sabe un obispo de economía? dijo, en ese tiempo, una ministra del Trabajo. Y claro, esa ministra tenía razón. Sí. Un obispo poco o nada sabe de economía, de libre mercado, de plusvalía, de intercambio, de monedas, etc. Si, poco o nada sabe.

Lo que sí sabe un obispo y pastor cristiano es sobre humanidad, sobre la dignidad del hombre, sobre el respeto inviolable a la persona humana.

Y, ciertamente, de eso sabe monseñor Goic. Sabe del respeto y la dignidad humana. Por eso habla del respeto a la vida; por eso habla en contra del aborto; por eso ha hablado a favor de la mujer embarazada y por eso ha dicho que la Iglesia está a favor de la vida y no sólo del parto. Monseñor sabe y por eso habla.

Su palabra y llamado a reconsiderar un sueldo ético será, seguramente, cuestionada. Se le acusará de ignorante, de populista, como si fuera candidato a algo. Habrá quienes le apoyen a nivel de la palabra y el discurso. Pero, lo relevante es que el obispo Goic, una vez más, nos ha hecho aterrizar y poner nuestra mirada en los más pobres. Si, en aquellos en los cuales todos deberíamos poner atención.

¡Gracias Don Alejandro!

Salario ético

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El salario ético, que aconsejan personeros eclesiásticos, supongo que es bien intencionado pero poco realista, por tener éste complejos componentes económicos, técnicos, sociales y productivos, que pueden traer consecuencias al mundo laboral agrícola.

El salario ético, está condicionado además por variables, como edad de los trabajadores, especialidad, habilidad, experiencia, oportunidad y otras. Sin embargo, hay una que es determinante: el valor que se paga por nuestras producciones. Vale decir, ¡el valor ético de los productos! Es la base de esta escala de justicia social; es donde también se debe plantear el problema, donde se obtienen los recursos para pagar los salarios.

Pero -inexplicablemente- no ha sido considerado. Demuestra un desconocimiento del problema. Como construir una casa pensando en un gran techo y no fijarse si los cimientos son capaces de soportarlo. O levantar un puente y no calcular bien los pilares que lo sostienen. Las consecuencias son previsibles y el colapso inminente.

En lo que nos concierne ocurre lo mismo. Se exigen salarios éticamente justos, pero si los precios no son éticamente razonables, sucederá lo imaginable: una disminución de trabajadores y a corto plazo la quiebra o cierre de la empresa, con las consecuencias conocidas, una peligrosa espiral de cesantía.

Por otro lado ¿Es ético que el pan, la leche, alimentos esenciales que aportan elementos proteicos e hidratos de carbono importante a los sectores más pobres cuenten con un IVA que lo encárese en un 19%? ¿Es ética la mala salud y la mediocre educación que reciben los sectores más vulnerables? ¿Es ético que el sueldo mensual que cobra un parlamentario sea 40 veces el salario mínimo?

¿Es ética la corrupción imperante en el país con platas destinadas a los sectores más pobres? ¿Es ético que el país crezca al torno el al 1,25% pudiendo hacerlo al 8%?

En fin, son cuestionamientos e interrogantes legítimas que tiene que hacerse la sociedad para lograr un salario éticamente justo.

Los agricultores -y creo representar el pensamiento de ellos- no tendrían problema alguno en pagar un sueldo ético y más -en nuestros campos ya se está pagando en muchos casos- si nuestros productos tuvieran un valor ético, lo que está muy lejos de serlo. Solo un ejemplo, el trigo en 2007 tenía un valor de $20.000 y hoy, en 2016, tan solo $14.000, largos nueve años después.