La gala de Viña o el espejo del Chile que deseamos ver
No deja de ser particular que bajo la nota sobre el fallecimiento del teórico italiano Umberto Eco se exponga este comentario televisivo/social/popular sobre lo que fue la transmisión de la Gala del 56º Festival de Viña del Mar, la noche del viernes.
Divertido, también, porque fue Eco quien en los años 60 apuntó a la televisión como un espejo de la sociedad en tiempos donde la cultura de masas marcaba una cierta tendencia en la estética social. Una época donde lo "masivo" hacía su entrada en los devenires del gusto público. Discusiones sobre los cruces entre la alta y baja cultura eran pan de cada día, una vez que las fronteras desaparecían en favor del "pop", el arte y el gusto.
En ese sentido, la alfombra roja de 150 metros desplegada en la Ciudad Jardín es un muy buen ejemplo de este cruce de naturaleza voyeurista, que saca a relucir lo mejor y lo peor del gusto nacional, y de lo que el televidente quiere ver hoy día.
Los 42 puntos de rating en su peak y 35 promedio, entre las 22 horas hasta pasada la una de la madrugada; exponen que el público busca ser parte de la fantasía de un país que quiere parecer lo que no es. Más allá que encontremos que Pamela Díaz se haya vestido mal o que Katherine Salosny nunca esté entre las mejores de la noche; lo relevante acá es mirar, observar y pelar.
JUEZ Y PARTE
La gala de Viña es nuestra elite farandulera y rasca, pero la queremos. Una representación del país aspiracional que somos, y donde todo puede resumirse en un plano o el click para una "selfie".
Finalmente, todo se resume en una "imagen", en lograrla, en tenerla y proyectarla. Después jactarse de aquello en todas las pantallas y vitrinas digitales posibles.
Hace rato, más o menos una década, que la televisión dejó de ser la única pantalla de la casa. Hoy es parte del universo, de las multipantallas que el presupuesto familiar permite, a través de celulares, computadores, televisores y links a sumar.
La tecnología actual hace que el espectador (juez, crítico y parte del asunto) apruebe o condene con buenas palabras en twitter o generando un risible y original "meme".
Son formas de condena o aprobación de una masa televisada y televisiva. Es ésta la que hoy es capaz de lo más excesivo con tal de obtener un punto más de rating en la cada vez menos interesante pantalla abierta nacional.
No se trata de condenar, sino entender que el receptor actual es parte de una vorágine de estímulos que, incluso, superan su capacidad de reflexión.
Hace rato que el ejercicio intelectual frente a un tipo de mensaje televisivo dejó de ser esencial. Ya ni siquiera se trata de que hayan más o menos programas centrados en gente endeudada, parejas que valoran monetariamente su fidelidad, juezas que se enfocan en el segmento C3-D o noticieros que hacen de éste un país de trincheras.
Pero ahí está la esencia de lo que queremos ver y conocer. Todo bien mientras la realidad pueda ser simulada. Y si históricamente el Festival de Viña era esperado, actualmente a casi nadie le importa. Claro que no se pierden los paseos de los mismos personajes por una alfombra cuyo color marca la pauta criolla.