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Julio Escámez: el artista y el amigo no se olvidan

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Uno de los personajes más representativos de la cultura chilena del siglo XX es Julio Escámez (1915-2015). Su presencia se manifestaría en ámbitos culturales propios del país y, especialmente, en nuestra provincia pencopolitana.

Su nacimiento correspondería a la cuidad de Lebu en la Araucanía. Su infancia y educación primaria y secundaria sería en nuestra ciudad. Escámez será un personaje de nuestra ciudad. Desde muy temprano practicaría el ejercicio del dibujo y la pintura.

No olvido su maravillosa serie de monoxilografías de motivos del río, en especial una figura que sigue teniendo su jerarquía en su producción: un nadador realizado en su versión frontal ocupando prácticamente la totalidad del formato vertical donde se inscribía.

Recuerdo aquella figura extrañamente dispuesta con sus brazos y manos en un ademán desacostumbrado. Correspondería a su versión de la natación.

El resultado sería absolutamente nuevo y desacostumbrado. A los nadadores generalmente se les ve sobre el agua emergiendo de ella, nada más que su cabeza y circunstancialmente brazos.

Estaba ahí el nadador espléndido en su figura, magnífico en su talante como queriendo dominar no sólo el agua que lo circundaba, sino el mundo entero. Este afán dominador y categórico emanaba de su propia anatomía, de la manera como Escámez definía sus atributos.

EN UNA EXPOSICIÓN

He querido comenzar esta crónica sobre Julio Escámez recordando aquella figura de su nadador. Pienso ahora que en el paralelismo de las situaciones elementales, es justamente esta figura que ahora identifico con la presencia sensible y creativa de Julio en nuestra vida cultural: será la del nadador conspicuo que, brazada por brazada, conquista el mundo con su galanura, su fortaleza creativa.

La primera impresión que tuve de su presencia en mi vida estuvo, circunstancialmente, ligada a una actividad para mí más que importante: sería la relacionada con mi primera exposición individual de pintura en El Sótano de calle Barros Arana, lugar de exposiciones de la sociedad de Arte de Concepción. Yendo a buscar la llave para el recinto, en las instancias de uno de sus directores más importantes, me encontraría en la antesala con la figura de Julio.

En la espera correspondiente, se suscitaría una conversación sobre los motivos, circunstancias y cualidades de las Bellas Artes en nuestra ciudad. Especial fenómeno por el cual dos seres "extraños" el uno del otro, se empeñaban por dilucidar aspectos del arte que para mí eran nuevos y expectantes. Para él, su experiencia florecía en atributos más que ostensibles.

Al comunicarle mi intención de exponer en aquella sala, con sumo agrado, asintió, haciéndose presente en la inauguración. Entablaríamos una estrecha amistad. Había preparado mi exposición como auténtico autodidacta mirando, imitando, actuando proverbialmente en las instancias de un oficio en lo personal todavía desconocido.

Para mi suerte, Escámez asumiría una docencia en la Sociedad de Arte a la cual pertenecía la sala de exposiciones, inscribiéndome en la misma. Recibiría del ahora maestro Escámez las indicaciones esenciales para el dibujo, el croquis, la composición, la pintura en sí. Sería, por tanto, mi primer maestro en el oficio de la pintura, con seguridad el más importante. Vendría luego la sabiduría de Tole Peralta, pronto director de la Pinacoteca de la UdeC, que lograría, como ningún otro, configurar como un centro de pinturas y grabados.

DISCÍPULO Y MAESTRO

Julio Escámez fue un viajero infatigable. Su permanencia en Concepción siempre sería interrumpida por viajes que lo llevaban a diferentes partes del mundo, tanto de Occidente como especialmente Oriente.

Sus experiencias lo llevarían a incursionar en las diferentes modalidades de la cromoxilografía japonesa de la escuela del Ukiyoe. También experimentaría la influencia contemporánea de los talleres de Pekín de viejas prácticas recuperadas para el presente.

Anuncio estas circunstancias para describir una vez más la naturaleza compleja de las influencias de Occidente y Oriente en su propuesta artística.

Según mi convicción, las cualidades del arte de Escámez tienen directa relación con la intención de descubrir en nuestro medio natural ciertas cualidades especiales, que signifiquen un medio posible de su inclusión en una modalidad, en un estilo artístico correspondiente.

Esta proposición es muy difícil de determinar y se expresará especialmente en la contemplación atenta de su obra, que se expresará esencialmente en la definición de un tipo de personaje que reúna las características de nuestra condición existencial, allende el Biobío. Es quizás este río el que daría origen a esa colección citada del nadador y sus circunstancias. Es quizás el fluir de sus aguas que han acondicionado un modo de vivir, una realidad sensible, tratando de reflejarla en la obra.

Recuerdo el entusiasmo que me provocaría la visión de sus dibujos, grabados y pinturas excepcionales. Me convertiría en uno de sus discípulos, más que alumno consciente de su influencia. Recuerdo las sesiones de dibujo en las tardes de aquella Sociedad de Arte en Víctor Lamas. También, al terminar la sesión, las reuniones en torno a cenas improvisadas realizadas en la misma academia con mucho vino y la constante alegría compartida. Muchas veces enriquecida por las historias que nos contaba Julio sobre sus condiciones de vida, sus amores de aquí y de allá.

Múltiples fueron las historias, todas fantásticas, que nos contaría en aquellas circunstancias. Algunos años después un crítico esteta santiaguino, también interlocutor, las reuniría en un texto de referencias correspondientes.

Sería para nosotros quien nos llevaría a tener la actitud receptiva a lo propio y lo nuestro, especialmente en sus motivaciones estéticas. Escámez es uno de los grandes representantes de la plástica local chilena. Su figura será siempre motivo de celebraciones y veneraciones.