Llantos descontrolados y gran enojo son las manifestaciones más comunes de las llamadas pataletas, una reacción que los niños suelen tener para expresar su frustración o molestia frente a un hecho puntual, que generalmente les impide tener algo que quieren, y que es la combinación entre pataleos y aleteos, tal como su nombre lo indica.
"Las pataletas son la respuesta del niño hacia un deseo del adulto, contrapuesto a lo que desea. Entre los 2 y 4 años podemos considerarlas normales y propias de esa etapa de desarrollo emocional, pues aún carecen de las habilidades para canalizar adecuadamente sus frustraciones", explica la coordinadora de la carrera de Técnico en Educación Parvularia, Marioli Hernández.
Esta condición de normalidad la atribuye a que no es frecuente que los niños estén de acuerdo en todo con los adultos y esa confrontación es necesaria. "La capacidad de decir que no, de enfrentarse al resto, de luchar por lo que quiere y cree, son habilidades que, como adultos nos gustaría que tuviesen nuestros niños; por lo tanto que se manifiesten así desde pequeños debería ser algo positivo", sostiene.
¿CÓMO REACCIONAR?
Debido a las características que una pataleta tiene esto también puede desesperar a los padres o cuidadores, por lo que saber qué actitud tomar ante un evento como éstos es una duda frecuente. tomar ante un evento como éste. Para responder, Hernández dice que lo primero que se debe tener claro es que los adultos son un modelo para los niños, por lo que las acciones de los primeros son un referente de comportamiento para los pequeños. "En cada acción que realizamos estamos educando", puntualiza.
Teniendo en cuenta esa perspectiva, aclara que la reacción adecuada es la calma y el buen trato. "No podemos pretender que aprenda a no gritar o a no pegar si nosotros lo hacemos con él. A esta edad la acción es más potente que el lenguaje", afirma. Desde allí recalca otro punto y es que un niño que tiene una pataleta no lo está pasando bien, está sufriendo; por lo tanto lo que necesita es apoyo. Entonces es importante que el niño tenga la certeza de que el amor que sus padres o cuidadores le entregan es incondicional y no está supeditado a su comportamiento o logros.
Desde lo anterior, el psicólogo Rodolfo Álvarez, director de la escuela de Psicología de la Universidad Santo Tomás, menciona que en una pataleta las emociones son intensas y de corta duración, por lo que deberían pasar solas. "El problema es que cuando estas conductas se condicionan, el niño aprende a utilizarlo como herramienta de control ambiental para lograr lo que desea, sobre todo si sabe que 'molesta' a sus cuidadores".
Por eso, su llamado es a tener ojo y nunca sucumbir ante aquello que genera una pataleta, pues basta con una vez para reforzar en el niño el uso de ésta como medio de alcanzar sus objetivos. "Se debe ser firme y coherente, y no sólo un padre, sino todos los que estén involucrados en la situación. Esa es la complejidad más grande en estos procesos, pues siempre hay alguien que reacciona de forma más complaciente y refuerza la actitud del menor", plantea.
Por eso es importante que el adulto siempre tenga claro qué originó la pataleta y, en caso de que sea una situación que no amerita mayor preocupación, se sugiere dejar solo al niño por un rato, hasta que termine, de modo que perciba que no es un elemento de control. Junto con esto, cree que son buenas ideas intentar que el pequeño aprenda alguna conducta alterna como dibujar su enojo, salir del espacio donde ocurre el evento, o expresar su disgusto (escuchar); sabiendo que igual no se le cumplirá su deseo.
Marioli Hernández agrega que la reflexión respecto a cómo se portó o a lo que hizo debe ser una vez que el menor está en calma y desde ese estado se le puede llevar a la reflexión mediante preguntas simples que sea capaz de responder.
SUPERACIÓN
La "pataleta" es una manera de expresión en los niños pequeños y tan importante como dejarlos expresarse, es enseñarles a que controlen sus impulsos y canalicen sus emociones, sin dejar de contenerlos, asevera.
Para guiar en este camino es importante, como primer paso, enseñar a los niños a identificar qué les sucede y después cómo expresarlo. Para ello también es fundamental el control emocional del adulto.
Así, alrededor de los 4 años de edad estas manifestaciones violentas debieran comenzar a desaparecer, ya que esa edad supone que los niños han adquirido estrategias para el manejo de la frustración, perfeccionado su lenguaje oral y comenzado a controlar impulsos. "Lo que se mantiene, y de hecho se espera que sea así, es la oposición a hacer algo que le disguste. La molestia persiste, lo que debe cambiar es la forma de expresarla. El enriquecimiento del lenguaje oral es fundamental en este proceso, pues permite a los pequeños explicar con claridad lo que siente respecto a una situación", aclara.
Al respecto, el psicólogo Rodolfo Álvarez dice que en algunos casos, cuando estos episodios se extienden en el tiempo más allá de la edad esperada, podría estar demostrando la presencia de algún trastorno emocional o de conducta; pero que la mayoría está asociado a inmadurez, algo que también se manifiesta en personas adultas y se relaciona con no poseer un repertorio de conductas anexas más positivas o constructivas.
Afirma que el momento de preocuparse respecto a las pataletas es cuando éstas se salen del parámetro de "normalidad" y eso sucede cuando va asociada a conductas muy disruptivas como la agresividad hacia el mismo y otras personas. Ante esto, es una buena medida buscar ayuda y orientación de especialistas.