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Oxigene la convivencia

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Existe la "mala suerte" para el Occidente judeo-cristiano de que la Navidad coincida con el fin del año impuesto por el tiempo calendario, o llamado más académicamente: el tiempo del cronos.

Ahora bien, la "'mala suerte" es entre comillas, pues más bien lo que nos ocurre es que en nuestras costumbres y conductas de la época (o ethos epocal) las categorías valóricas se sumergen en una especie de "ética del consumo" que no nos deja vivenciar otros horizontes. Otros tal vez más plurales, diversos y que se resisten al sentido común actual.

Digamos que no hay mala suerte, entonces, sino más bien un agotamiento contemporáneo que no posibilita mundos distintos a los que estamos insertos existencialmente: aparecen las evaluaciones de fin de año y los cierres de proyectos laborales y/o académicos, entre otros, los cuales intentamos -en paralelo- administrar ya estando sometidos al estrés, la fatiga y, nuevamente, al agotamiento que se intensifica con la compra de regalos, la búsqueda de la economía y el evitar el sobreendeudamiento, al que llevan estas mismas compras.

¿Cómo salir de esta claustrofobia social de fin de año que coarta toda relación genuina con otro y sus mundos?

Un síntoma del agotamiento es la falta de oxígeno, por eso me gustaría realzar la puesta en práctica de aquella función humana olvidada, que colinda entre lo fisiológico y lo filosófico: respirar.

Bajo esta premisa invito a una nueva temporalidad en este fin de año, permitiendo que el oxígeno haga su trabajo: abrir mundos posibles e instalar formas armoniosas de relacionarse con los otros, inclusive aportando así a una oxigenada convivencia navideña. y de fin de año.