Secciones

Diseño, sociedad y empresa

E-mail Compartir

En la actualidad es común escuchar cómo se malinterpreta y asocia la función del diseñador con un artista que hace cosas bellas, sin embargo, el diseño está lejos de esa idea constructivista y reduccionista de lo esencialmente estético.

El diseño tiene una función social, que se centra específicamente en detectar oportunidades de conflicto, satisfaciéndolas mediante un producto de diseño (tangible o intangible), que al "socializarlo" da respuesta a ese descubrimiento inicial, con toda la estética pertinente y objetividad posible.

De ahí que los futuros diseñadores deben ser formados bajo una mirada acuciosa y sagaz, capaz de dirigir su actividad como instrumento medular de impacto o mejora, administrando contenidos específicos y una mentalidad visionaria para innovar en algún grado los resultados.

Evidentemente, todo esto es viable en la medida que el entorno social y comunidad empresarial reconozcan y comprendan el ejercicio del diseño, para lo cual es necesario que exista una nueva conciencia y confianza de parte de las empresas o entidades diversas, ante el rol y alcance de esta disciplina, en su naturaleza de transformar los escenarios.

Creo que actuar con cierto recelo o actitud jactanciosa, ante la misión y servicio del diseño, es la gran trampa con la que una empresa puede obstaculizar su futuro o inversión; consciente que su razón de existir, se solventa prioritariamente en objetivos de mercado y negocio, los cuales no siempre coinciden con los de diseño, cuando carecen de antemano, de una verdadera estrategia empresarial innovadora.

Finalmente, si el día de mañana, se enfrenta o requiere el servicio de un diseñador, debe recordar, que no es un artista que por inspiración divina y talento personal, embellece o mejora el estado vulnerable de su empresa.

Si no un solucionador de problemas y necesidades, un verdadero estratega creativo; profesional, cauteloso, metódico, innovador y capacitado para hacer ver, anticipar y proponer, la mejor respuesta a la incertidumbre y real necesidad encontrada.

No funcionan las decisiones para controlar la inflación

E-mail Compartir

La situación económica del país se ha ido deteriorando desde hace varios semestres lo que se ha corroborado en la discusión del difuso Presupuesto de la Nación 2016. Las causas supuestas, reales o equivocadas del deterioro han sido divulgadas y las inclinaciones en una u otra dirección corresponden a razones políticas y económicas internas y externas.

El deterioro de la economía debiera haber tenido sus efectos directos en una baja de la demanda interna y en consecuencia en la baja de los precios de los productos y servicios a nivel nacional y regional del Biobío y Concepción.

Pero lo que ha estado sucediendo es algo muy diferente: un año y medio con un IPC, acumulado a 12 meses, sobre el 4%. Esto se ha producido junto con un Imacec (Índice Mensual de la Actividad Económica) en el año de alrededor del 2% y una TPM (Tasa de Política Monetaria del Banco Central) que se empezó a bajar desde un 5,25% a comienzos del 2012 (hace casi 4 años) hasta el 3% de septiembre pasado.

Por lo visto, las decisiones tomadas para el control de la inflación y el modelo no han funcionado y de seguir incrementándose el precio del dólar, la indexación de muchos precios y los reajustes de comienzos de 2016 ¿No significará que seguirán subiendo los precios internos también el próximo año como en los anteriores?

Desde hace años que hemos seguido esta evolución de la inflación, por encima de la TPM, que incentiva a la ganancias exageradas -por razones extra mercado de las intervenciones- de muchas instituciones financieras y que deteriora los ahorros de las personas y la inversión, produciendo un traspaso de riqueza cuya dimensión nunca se estima o se calcula en sus impactos en diferentes sectores y regiones, dejando este deterioro económico producto de decisiones equivocadas en la mayor de las oscuridades.

Parece que es momento de que las autoridades y expertos haga más transparente a la comunidad las razones que tiene para que este deterioro se produzca y que sean muy críticos para señalar las razones de sus continuos desajustes entre: las previsiones y la realidad y la inoportunidad de sus decisiones que... siempre terminan afectando a los mas carenciados.

Salvemos al capitalismo de los capitalistas

E-mail Compartir

Este año, los tropiezos que ha cometido cierto sector del empresariado han dado mucho que hablar. Fuimos espectadores de una conmoción generalizada cuando se destapó la olla en los casos Penta, SQM y Caval, que provocaron una crisis de desconfianza sin precedentes en la institucionalidad política y económica. Supletoriamente, la opinión pública vuelve a nutrirse de actuaciones reprochables por parte del empresariado, pues a los popularmente conocidos caso Pollos y caso Farmacias se sumó el caso de las papeleras o colusión del confort, que versó sobre confabulación y prácticas anticompetitivas por parte de sociedades del giro de fabricación, comercialización y exportación de productos tissue.

Si bien es cierto, en el caso de las papeleras el procedimiento y la investigación aún siguen en curso, podemos concluir que no solo los favores políticos y el poder económico al actuar conjuntamente de manera ilegítima han producido un impactante desprestigio en las instituciones de manera transversal, sino que las prácticas anticompetitivas de ciertas empresas, en el marco de actuaciones económicas mercantilistas, también dan motivo al actual ambiente de crisis y desconfianza generalizada que se respira en nuestro país. Los casos Penta, Caval, farmacias, pollos, entre otros, son de aquellos que establecen prácticas empresariales que no queremos que se repitan. Para muchos y en especial para quienes tienen un pensamiento extremista, el motivo de la crisis que se ha presenciado tiene un solo nombre: "Capitalismo", concepto que muchos ocupan para referirse a la supuesta herramienta vil y ruin ocupada por el empresariado para engañarnos y arrebatarnos lo que nos pertenece a todos los chilenos. Sin embargo, Adam Smith quien precisamente es llamado el "padre del capitalismo" también estuvo consciente de que los grandes empresarios solían conspirar para beneficiarse a costa del resto, aquello era la esencia del sistema mercantilista corrupto y contrario al libre mercado que denunció en su obra "La riqueza de las naciones", pues el autor señala en su libro que: "los intereses de los que comercian en ciertos negocios particulares o manufacturas no solo son diferentes, sino enteramente opuestos al interés común. Ampliar la venta de sus productos y restringir la competencia es siempre interés de los comerciantes, en tanto ampliar el mercado es muy conforme al interés público; pero el limitar la competencia no puede menos que ser siempre contrario al beneficio común.