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Cercanía de la PSU: un llamado a reflexionar sobre quién soy

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En los próximos días volveremos a tener un nuevo proceso de admisión a las universidades. Esto tiene su punto de partida, dentro del imaginario juvenil, cuando se llegue a rendir la Prueba de Selección Universitaria. Se pondrán en juego, durante esos días, los aprendizajes y habilidades obtenidas durante los años de la educación formal. Muchos tendrán grandes satisfacciones y alegrías, otros en cambio sufrirán decepción y tristeza, especialmente cuando las expectativas, y en particular los ideales, tomen contacto con las posibilidades reales que cada puntaje obtenido entregue al momento de pensar en las postulaciones.

Muchos expertos discutirán sobre la calidad de nuestra educación, las brechas de puntajes entre aquellos que pertenecen al mundo público versus el privado, como también aquellas que se manifiestan por género y rendimiento, entre otros temas.

Sin embargo, uno de los focos olvidados en el análisis radica en la ausencia de reflexiones más profundas sobre los temas vocacionales, los cuales, por cierto, suelen verse opacados por las políticas de mercado que anticipan el sueldo promedio que recibiría cada estudiante cuando finalice su proceso formativo. De esta manera, la discusión y en especial la reflexión sobre nuestras habilidades e interés particulares quedan totalmente abandonadas.

El desafío consiste no sólo en cómo se llegan a obtener buenos resultados académicos, sino también cómo se va a desarrollar la valoración y aceptación de lo genuino, de los talentos y aptitudes que posee cada joven por parte de sus familias de origen. Esto permite, sin duda, una mejor oportunidad para realizar una elección vocacional con relativa estabilidad dentro de una sociedad de gran transitoriedad y de logros rápidos.

Por este motivo, la satisfacción con la elección vocacional radica en "ser uno mismo" y "no ser como todos los demás". Así, sobre la base de procesos de diferenciación, como también en aquellos relativos a la aceptación de uno mismo, se construye en parte la solidez del compromiso con la elección vocacional.

No obstante, sostener esta decisión en el tiempo es un tema muy complejo, pues están en juego los duelos por la pérdida de las certezas de la adolescencia y las renuncias que toda elección implica, dando paso a un uso del tiempo en que mi elección y mis decisiones van a tomar cuerpo al interior de la sala de clases. Por lo anterior, pensar durante estas semanas sobre quién soy y, en especial, qué soy capaz de hacer con entusiasmo, dedicación y amor resulta determinante para escoger entre la más variada oferta de carreras a fin de sostener un compromiso con cierta estabilidad en una época en que lo transitoriedad es lo que define al sujeto y su actuar.