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Con timidez y esperanza

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Este 8 de noviembre, en el Parque Bicentenario, cerca de 1.000 feligreses de comunidades católicas de Concepción, Talcahuano, Coronel, Lota, Chiguayante y Arauco participaron de la inauguración del Mes de María.

Este acto que para muchos pudo pasar inadvertido -y que para otros tantos podría ser irrelevante- es expresión de un fenómeno que no debe ser "pasado por alto".

Hace unos diez años que la Iglesia en Concepción no convocaba a un acto de este tipo. Las razones pueden ser variadas pero, el hecho objetivo, es que la autoridad católica había mantenido cierta "cautela" en la convocatoria a actos masivos. Cierto es que nunca ha renunciado al Vía Crucis Arquidiocesano, a la Peregrinación Juvenil a Yumbel o a la participación de fieles al Cerro de la Virgen.

Estas manifestaciones, muy arraigadas en el corazón eclesial, se han mantenido. Pero, un acto novedoso -a "destiempo" y en un "espacio claramente cívico"- no lo veíamos desde hace algunos años.

Es importante preguntarnos por qué la Iglesia en Concepción lo ha hecho, por qué se ha atrevido. Ciertamente no responde a un tema de oportunidad… ¡para nada! Los tiempos vividos han sido difíciles. Como nunca, al menos en el último siglo, la comunidad católica ha sido objeto de críticas y cuestionamientos, con razón o de manera, en ocasiones, "poco justas".

La invitación que la Iglesia hizo -y a la que sus feligreses respondieron bien- tiene que ver con la necesidad de reencontrase con su tarea misionera y evangelizadora; cuestión irrenunciable y necesaria. La fe en Cristo tiene mucho que aportar al desarrollo y crecimiento humano. Y, todo ello, a pesar de las inconsistencias o contradicciones que en su seno se den. Como Iglesia hemos ido "re-aprendiendo" que en la adversidad crece nuestra fe y nuestro testimonio. Cuando la comunidad creyente se instala nada pasa, todo fluye pero, en esta dinámica, se comienzan a acerrar los ojos y oídos. Finalmente, todo da lo mismo.

La Iglesia en Concepción, de un tiempo a esta parte, ha comenzado a retomar un rol protagónico en el acontecer cotidiano de los ciudadanos. Hoy, su voz, se busca y escucha. Las mesas de diálogo, el reencuentro con el mundo político, sindical y empresarial; la apertura sin temores a una realidad diversa y pluralista; la acogida al mundo de las artes y la cultura; el acompañamiento a los jóvenes y necesitados y la figura de un obispo que busca ser "uno entre tantos" -y Pastor ante ellos- le permiten mirar a la sociedad de un modo positivo y pro activo.

El encuentro de este 8 de noviembre es signo de una Iglesia capaz de superar sus propias contradicciones y de un modo tímido, pero seguro, quiere ofrecer un espacio de encuentro, paz, diálogo y esperanza.

"Cada día puede ser peor"

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La frase "cada día puede ser peor", dicha por la Presidenta de la República tras el terremoto de Coquimbo, puede cumplirse si se dejan los grandes problemas a la improvisación.

Pero puede revertirse si se toman decisiones adecuadas.

La educación superior no ha dejado de ser un problema irresuelto. El mercantilismo con el que se había tratado pedía a gritos repensar la situación. No obstante, la reforma ha dejado de lado los problemas de fondo para reducirse a una discusión económica.

Las universidades siguen desarrollando sus programas en torno a la noción de competencia y a la idea de que "educar" significa más empleabilidad. Esta visión es sometida a serias críticas, que se refieren a tres dimensiones: a) una reducción educativa a saberes puramente técnicos-instrumentales; b) una deficiente formación ético-ciudadana y desarrollo de un compromiso socio-comunitario; y c) el utilitarismo y el mercantilismo como orientadores de las decisiones educativas.

Ante esto surge la propuesta de un modelo llamado enfoque de capacidades o capability approach -sus expositores son A. Sen y M. Nussbaum-, que apunta al desarrollo de la dignidad de la vida humana. Aquí la educación es un proceso de enriquecimiento humano, que debe ofrecer formación para las dimensiones económicas y no económicas.

La educación universitaria para que sea de calidad debe formar a una persona completa, brindando instancias para desarrollar un pensamiento crítico y una toma de decisiones libre y ética. Pero si no se enfrentan estos problemas de fondo, la frase "cada día puede ser peor" será profética, pero no por culpa de las catástrofes naturales, sino por efecto de las catastróficas decisiones que tomen los futuros ciudadanos.

¿Un mundo sin empresarios?

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Mucho se ha hablado acerca de lo malo que son los empresarios, que intentan sacar el máximo provecho de los consumidores, cobrándoles por todo (lucrando, como dirían algunos), aprovechándose de todo.

Quisiera precisar algunas ideas al respecto, ojalá sin generar tirrias innecesarias. Dejo en claro que no soy dueño de una firma, sino que sólo intento poner en perspectiva las cosas.

Primero, los empresarios son personas igual que el resto en el sentido que buscan obtener beneficios por lo que entregan a la sociedad, da igual si tienen un motivo egoísta o no, ellos entregan un bien valorado en el mercado, por el cual obtienen ganancias. Si no fuera así, nadie les compraría, sobre todo en un contexto donde existen alternativas. Si no me gusta la marca A, compró la B, ¡muy simple!

Segundo, debemos dejar de pensar como sociedad que las relaciones de intercambio son de suma cero. En otras palabras, si otro gana es porque yo perdí. Eso no es así. Si la relación de intercambio es libre, ambas partes ganan. Nadie realizaría un intercambio si saliera perdiendo. Entonces culpar a otros - si quiere léase empresarios -, de mis propios problemas, deficiencias, expectativas no cumplidas, o lo que quiera, es pretender dar por sentado que no somos dueños de nuestras propias decisiones.

Tercero, el mercado libre es por lejos la mejor forma de organizar económicamente una sociedad, generando riqueza con eficiencia y siendo además un espejo de libertad de las personas. Lo contrario es el control estatal de las actividades productivas, controles de precios (incluyendo gratuidades), y controles de quienes pueden o no estar en un mercado. La evidencia muestra contundentemente que eso no funciona para la mayoría (claramente sí puede funcionar para la minoría que vive de otros).

Pensemos un mundo sin empresarios, estaríamos bastante peor…