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Un invitado importante no llegará

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La Feria del Libro de Santiago está dedicada a la literatura escandinava (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia). Un invitado importante no llegará. El escritor y dramaturgo sueco Henning Mankell murió el 5 de octubre, a los 67 años. El es responsable de que haya retornado a una afición de juventud que abandoné por un largo tiempo, la novela policial.

Leí todas sus novelas protagonizadas por el inspector Kurt Wallander. Mientras lo hacía una tras otra, solo atinaba a exclamar: ¡qué imaginación! ¡Alucinante! ¡Cómo se le ocurren tamañas historias! ¡Cómo se cometen crímenes tan feroces en nación tan civilizada! Mi amiga Marta Inostroza, quien vive en Suecia hace cuatro décadas, trata siempre de explicarme.

En medio de tanto detective literario, el sueco me resultó atractivo, por aquellos detalles de su personalidad que son los de un hombre corriente. Es cascarrabias, está separado y sufre por ello y tiene una relación conflictiva con su única hija. Además, tiene diabetes y vive peleando con los kilos sobrantes. Su trabajo en Ystad, en tanto está marcado por el clima que afecta los ritmos vitales (largos días de luz y largos días de nieblas y nubes). Las complejas historias en las que se involucra dan cuenta de un determinado contexto social y político; en Los Perros de Riga es el derrumbe de la ex Unión Soviética y como los cambios (incluido el surgimiento de mafias) influyeron en los países del Báltico, por la cercanía con el gigante ruso. También en sus casos por dilucidar hay políticos corruptos, mujeres golpeadas, magnates sin escrúpulos, el tráfico y consumo de drogas, la trata de mujeres, el cibercrimen, las sectas, la soledad de los viejos, los inmigrantes, los crímenes de agentes de Estado, temas que recorren sus páginas en un relato vertiginoso y atrapante.

La veta literaria de Mankell no se agotó en la exitosa saga del inspector Wallander, llevada a la televisión en versión sueca e inglesa, era mucho más amplia y en ellas las historias seguían siendo fuertes, duras, con crímenes alevosos, premeditados, con secretos oscuros (El Chino, El regreso del profesor de baile, El cerebro de Kennedy), todo lo cual le significó vender cuarenta millones de ejemplares y ser traducido a cuarenta idiomas.

Henning Mankell residía la mitad de su tiempo en Maputo, capital de Mozambique, donde dirigía el teatro Avenida. Generoso colaborador en causas humanitarias contra el Sida y la violencia de género en Africa, continente que conoció y quiso. Participó directamente en acciones destinadas a terminar con el bloqueo contra Palestina. Hombre de honor, dijeron quienes le rindieron homenaje, comprometido con su sociedad y su tiempo.

Cuando leemos volcamos en el texto nuestras historias, prejuicios, rencores y expectativas. Algo de eso me sucedió con la literatura de Mankell. Me encanta cuando el policía postula que por muy podrida que esté una sociedad la mayoría de la gente es buena, honrada y trabajadora. Además Wallander considera que los mejores colaboradores para investigar un crimen son los paseadores de perros y los jubilados que miran por una ventana lo que sucede afuera, que conocen la diferencia entre el ver y el mirar. Ahí mi expectativa: podía ser su colaboradora, mirando tras los visillos.