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Buena salud física evitaría envejecimiento del cerebro

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Un estudio realizado por la Universidad de Tsukuba (Japón) dio a conocer otro de los numerosos beneficios de realizar actividad física. Esta costumbre saludable para el organismo ayudaría a evitar el envejecimiento del cerebro.

El motivo de los investigadores fue establecer un vínculo directo entre la activación cerebral con el rendimiento mental y físico, hipótesis no tratada en profundidad en otros estudios.

El especialista en endocrinología y líder del estudio, Hideaki Soya, mostró esta asociación entre la actividad del cerebro, su funcionamiento y la aptitud física en japoneses de avanzada edad. Los resultados fueron publicados en la revista Neuroimage.

El cerebro y la edad

Según el estudio de Soya y su equipo, a medida que envejecemos utilizamos diferentes partes de nuestro cerebro, en comparación con otras personas más jóvenes.

Por ejemplo, quienes tienen menos edad usan principalmente el lado izquierdo de la corteza prefrontal para las tareas mentales que involucran la memoria a corto plazo, la comprensión del significado de las palabras y la capacidad de reconocer los eventos, objetos o personas. En cambio, durante la vejez, las personas tienden a usar las partes del lado derecho para realizar este tipo de tareas.

En general, la corteza prefrontal cumple roles en la función ejecutiva, la memoria, la inteligencia, el lenguaje y la visión.

Respecto a las tareas que implican el almacenamiento temporal, la manipulación de la memoria y los recuerdos a largo plazo, los adultos jóvenes prefieren el lado derecho, mientras que los adultos mayores utilizan ambos sectores.

Este fenómeno se denomina Harold, sigla en inglés de la "reducción de la asimetría hemisférica en los adultos mayores". Esto refleja la reorganización del cerebro como compensación por la reducción de la capacidad cerebral y la eficiencia debido a la disminución estructural y fisiológica relacionada con la edad.

pruebas

En el estudio de Soya, 60 adultos mayores de entre 64 y 75 años y de sexo masculino fueron sometidos a una prueba de esfuerzo para medir su capacidad aeróbica. Su aptitud física tuvo amplias variaciones.

Luego, los participantes fueron sometidos a un examen para medir su atención selectiva, la función ejecutiva y el tiempo de reacción. Para ello utilizaron el "Stroop", un juego en donde están escritos los nombres de los colores, pero pintadas con otros colores. Por ejemplo, la palabra "azul" está escrita con letras verdes.

La idea es nombrar el color de las letras en lugar de leer la palabra en sí, lo que representa una dificultad a nivel cognitivo y requiere de un tiempo de reacción, utilizado como una medida de función cerebral.

La actividad en la corteza prefrontal de los voluntarios se midió durante todo el ensayo gracias a una técnica de neuroimagen llamada espectroscopia del infrarrojo cercano (NIR).

De esta manera, los investigadores lograron comprobar que el aumento de la capacidad aeróbica se asocia con una mayor actividad en el lado izquierdo de la corteza prefrontal.

De este modo, quienes se encuentran en forma durante la vejez emplean partes de la corteza prefrontal de la misma manera que cuando eran más jóvenes.

Consultado por el caso de las mujeres, Soya señaló que en ambos sexos es posible cuestionarse si una mejor salud física mantiene el cerebro en buenas condiciones, aunque seguirá estudiando para comprobar esta teoría en hombres y mujeres.

Cuando el pobre grita, el Señor lo escucha

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El Evangelio de este domingo XXX del tiempo ordinario nos presenta el encuentro de Jesús con Bartimeo, que es descrito como "un mendigo ciego que estaba sentado al margen del camino".

La actitud de Bartimeo es la perfecta antítesis del hombre rico que había encontrado Jesús poco antes.

En el caso del rico, dado que sus riquezas le impidieron seguir a Jesús, él advirtió a sus discípulos: "¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!... Es más fácil a un camello pasar por el ojo de la aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios" (Mc 10,23.25).

En el caso de Bartimeo, pensamos interpretar bien la mente de Jesús, si concluimos: "¡Qué fácil es que un pobre entre en el Reino de los cielos!".

En ambos casos, Jesús se ponía en camino, cuando se produce el encuentro.

En el caso del rico, él ha tenido todas las oportunidades de esta tierra, está en posesión de todas sus facultades y él mismo corre al encuentro de Jesús: "Jesús se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: 'Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?'".

A él nadie impide acercarse a Jesús; más bien todos le abren camino con respeto.

Él, obviamente, no pide limosna, pero tampoco pide misericordia; él acude a Jesús, para saber qué otra cosa tiene que cumplir para alcanzar la salvación con su propio esfuerzo.

Jesús quiere hacerle comprender que la salvación no se alcanza con las riquezas, ni tampoco con el propio esfuerzo. Es necesario renunciar a ambas cosas e implorar la salvación como un don gratuito de Dios.

Por eso, le dice: "Una cosa te falta: Anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres... Luego, ven y sígueme" (Mc 10,21). El rico no pudo cumplir eso; su propio esfuerzo no fue suficiente: "Abatido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones" (Mc 10,22).

El encuentro con Bartimeo es el último que tiene Jesús antes de llegar a Jerusalén. También ocurre en el camino: "Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: '¡Hijo de David, Jesús, ten misericordia de mí!'".

El ciego ha tenido pocas oportunidades en esta vida. Está al margen del camino. No puede valerse por sí mismo, porque no ve.

Él es indigente y depende de la limosna que le quieran dar. Cuando se entera de que es Jesús quien pasa, lo confiesa como el Hijo de David, el Cristo, e implora su misericordia, porque reconoce que con su propio esfuerzo no puede nada: 'Ten misericordia de mí'".

La multitud, que va con Jesús por el camino, no le facilita las cosas; quieren dejarlo en su marginalidad: "Muchos lo increpaban para que se callara".

Pero él persevera gritando más fuerte: "Hijo de David, ten misericordia de mí".

El ciego es un ejemplo de perseverancia en la súplica, es la oración que vence los obstáculos. Logra llamar la atención de Jesús: "Jesús se detuvo y dijo: 'Llamenlo'".

La multitud había hecho callar al ciego, movida por un exceso de celo por Jesús, pensando hacer lo correcto. Pero no conocían aún a Jesús; en particular, no conocían su misericordia hacia los afligidos.

Por eso, cuando Jesús se detiene y llama al ciego, la multitud cambia inmediatamente de actitud y se alegra con él: "Llaman al ciego, diciéndole: '¡Ánimo, levántate! Te llama'".

Al escuchar que Jesús lo llama, el ciego se desprende de lo único que posee, su manto, que podría impedirle responder a ese llamado: "Arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús".

La reacción del ciego al llamado de Jesús contrasta fuertemente con la reacción del rico, que se quedó enredado en sus muchas posesiones.

En su diálogo con Jesús resulta evidente la fe del ciego. Lo que pide no es una simple limosna; lo que pide a Jesús habría sido una impertinencia, si no hubiera estado seguro de que Jesús tiene poder para concedérselo: "Rabbuni, que vea".

Era ciego, pero esta petición revela que él ve a Jesús con más lucidez que todos los demás. Y no estaba errado: "Jesús le dijo: 'Vete, tu fe te ha salvado'. Y al instante, recobró la vista y lo seguía por el camino".

Al rico Jesús le dijo: "Sígueme"; pero no lo siguió. Al mendigo le dice: "Vete"; pero él lo siguió. El Evangelio lo presenta a nosotros como un ejemplo de fe en Jesús.

Después del encuentro con el rico, los discípulos se decían unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?" (Mc 10,26). En el encuentro con Bartimeo tenemos la respuesta: "Tu fe te ha salvado". La fe es un don de Dios, un don que Dios concede a los que quiere salvar.

El Dios de Israel se reveló como un Dios que toma a su cargo al huérfano y a la viuda y que alza de la basura al pobre. Su modo de actuar lo describe el Salmo 34: "Cuando el pobre grita, el Señor (Yahweh) lo escucha y lo salva de todas sus angustias" (Sal 34,7).

Ese modo de ser de Dios lo vemos en Jesús; él nos muestra cómo es Dios: "A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn 1,18).

Obispo de Santa María de Los Ángeles