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A los buenos profesores

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Cuando se proclama la igualdad a los cuatro vientos parece que se olvida que, si bien somos todos igualmente humanos, que es lo esencial, somos distintos en tantos otros aspectos. El solo pensar en la idea de jerarquías o en relaciones de dependencia no elegidas puede causar incomodidad a más de uno. Pero hay muchas cosas recibidas sin que se las haya pedido, que generan esas relaciones. La más obvia es la vida, que se recibe de los padres, y ese don establece con ellos una situación de deuda que no puede saldarse. No es la única.

Como al ser humano no le basta simplemente con vivir porque es un ser racional, además de la vida biológica, ha de recibir la vida intelectual, la vida del espíritu, que tampoco puede dársela a sí mismo (solo una vez que la ha recibido puede fortalecerla y acrecentarla por sí mismo).

Frente a quienes le han dado vida, ya sea la del cuerpo o la del intelecto, el hombre tiene una deuda impagable. Pero que no se pueda retribuir el beneficio recibido, no quiere decir que no se pueda hacer nada. Las deudas que no se pueden pagar requieren de una actitud apropiada, la gratitud. Al respecto, dice Josef Pieper, que es por eso que el pago en dinero que se le da a los que ejercen ciertas profesiones, como la medicina o la enseñanza, es un honorario más que un sueldo: la vida y el saber no pueden equipararse a ninguna cosa material, en estricto rigor, no se pueden pagar, solo se pueden compensar de manera simbólica.

¿Cómo puede retribuirle uno a quien le enseñó a leer o a quien le mostró un mundo nuevo en la literatura, el arte o las ciencias? Imposible, no se puede devolver la mano. Es una deuda impagable. Vaya pues en este día del profesor un agradecimiento a todos aquellos que nos enseñaron algo. Trataremos, a su vez, de trasmitirlo a otros.

El impacto de las catástrofes naturales en la sexualidad

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Chile es un país altamente expuesto a catástrofes naturales. En los últimos años terremotos, incendios, inundaciones y erupciones han afectado a diversas zonas.

Frente a un desastre natural se estima que entre una tercera parte y la mitad de la población expuesta presenta reacciones emocionales, tales como trastornos de ansiedad, crisis de pánico, depresión, estrés postraumático, entre otras. Pero, ¿cuál es el impacto que estas catástrofes pueden tener en aspectos de género y salud sexual reproductiva?

Este tipo de eventos exponen a la población, especialmente a las gestantes y lactantes, a contaminantes ambientales, al estrés psicológico y a falta de acceso a la atención de salud y medicamentos. Además, pos catástrofe, ellas declaran ciclos menstruales irregulares y se ha observado función ovárica disminuida. También se ha demostrado el incremento de infecciones vaginales y urinarias.

Frecuentemente la vivienda queda destruida y muchas familias se ven obligadas a reubicarse en albergues. Estos espacios no son adecuados para las tareas diarias, aumentando la carga doméstica de la mujer y disminuyendo su libertad de movimiento para buscar fuentes alternativas de ingreso. Por otra parte, como son ellas quienes se encargan principalmente del cuidado de los niños/as, personas ancianas o discapacitadas, quedan sin libertad de migrar para buscar trabajo después de un desastre y a cargo del grupo familiar. Además del aumento de los hogares encabezados por mujeres y que la mayoría de las personas residentes en los albergues son mujeres, varios estudios han revelado un aumento en los niveles de violencia doméstica y sexual tras los desastres.

Por otra parte, el restablecimiento de los servicios de salud, incluyendo la entrega oportuna de métodos de anticoncepción puede verse afectado. En un estudio pos terremoto 2010, se observó un aumento en la percepción en la dificultad para obtenerlos de 3.9% a 16.5%, considerando que nuestra población emplea con mayor frecuencia la anticoncepción hormonal oral.

La economía se ve alterada por los daños ocasionados por un desastre natural, afectando por consiguiente el campo laboral. La Organización Panamericana de la Salud, en un estudio del 2002, hace mención a la vulnerabilidad que sufren las mujeres en el ámbito laboral posterior a un desastre, debido a que ellas ocupan las áreas productivas más informales, con menor remuneración o de trabajo independiente, siendo estos sectores los más perjudicados y dejando a más mujeres que hombres desempleados.

Académicos de la Universidad de Pennsylvania publicaron hace unos meses que nuestro país es un ejemplo al enfrentar catástrofes naturales. Se fundamentan en los hitos de la reconstrucción pos 27-F, cuando las pérdidas económicas alcanzaron 18% del PIB, equivalente a más de veinte veces el daño ocasionado por el huracán Katrina el 2005. Mencionan que al enfrentar catástrofes es preciso considerar: la preparación previa en las zonas que son propensas a los desastres, la protección financiera a través de seguros y la presencia de un liderazgo competente para adoptar las acciones inteligentes y decididas en los meses posteriores. Sin embargo, es necesario tomar en cuenta también las necesidades e inquietudes particulares de las mujeres en los preparativos, respuesta y reconstrucción para los desastres. Según expertos, un plan comunitario de preparación y de respuesta para desastres que considere la vulnerabilidad física, psicológica, social y económica de las mujeres ayudará a reducir la inequidad de género después de estos eventos.