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Efectos de pasar mucho tiempo sentado ya se hacen notar durante la infancia

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Los efectos negativos de permanecer mucho tiempo sentado han sido descritos por varios estudios, pero ahora una investigación encontró que este hábito sedentario también afecta la salud de los niños. De hecho, en la infancia ya se pueden observar cambios en el flujo sanguíneo y las arterias a causa de la inactividad, según encontró la investigación.

El trabajo, realizado por la University of British Columbia (Canadá), es de los pocos que ha examinado de manera directa los efectos del sedentarismo en cuerpos jóvenes, por lo que hasta ahora no había quedado claro si los niños se ven afectados de la misma manera que los adultos, según destacó The New York Times.

En el análisis, el equipo liderado por el profesor de Pediatría Ali McManus, le pidió a los pequeños que permanecieran sentados, algo no muy alejado de la realidad, pues un estudio publicado recientemente en la revista Medicine & Science in Sports & Exercise reveló que, a nivel mundial, los niños se sientan por 8,5 horas al día, aproximadamente.

La investigación canadiense se focalizó, sin embargo, en las niñas de entre nueve y 12 años, pero por una razón justificada: un análisis anterior descubrió que los niveles de actividad entre los niños disminuyen rápidamente después de los ocho años y continúan cayendo a lo largo de la adolescencia.

Lo más llamativo fue que este declive de la actividad es más pronunciado en las niñas.

El equipo de la University of British Columbia reclutó a nueve niñas de este rango de edad. Dos de ellas sufrían sobrepeso, mientras que las otras tenían un peso normal.

Según consignó el citado medio estadounidense, el equipo del profesor McManus centró su análisis en la función vascular, debido a que buscaba descubrir los efectos a corto plazo que tiene permanecer sentado por mucho tiempo.

Investigaciones previas habían mostrado que cuando los adultos se sientan por varias horas, las arterias de las piernas dejan de expandirse de manera adecuada, impidiendo un flujo sanguíneo saludable.

Por el contrario, las arterias se contraen, dificultando el flujo sanguíneo, incrementando la presión sanguínea y, a largo plazo, facilitando el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

En una primera etapa, los científicos evaluaron la función arterial basal en las nueve niñas usando ultrasonido y manómetros. Todas tenían una función arterial sana.

Luego, la mitad de las participantes se sentó en unas sillas durante tres horas de manera ininterrumpida, jugando en tablets y viendo películas.

Las otras chicas también se sentaron durante tres horas, pero al comienzo de cada hora se levantaron y usaron unas bicicletas estáticas ubicadas en el laboratorio, donde pedalearon durante 10 minutos antes de regresar a sus asientos.

Posteriormente, los encargados del experimento volvieron a examinar las arterias de las voluntarias.

Un par de días más tarde, las niñas repitieron el ejercicio, pero invirtiendo las actividades: las que habían permanecido sentadas de manera ininterrumpida esta vez usaron las bicicletas, y viceversa.

Los académicos encontraron que después de tres horas de inactividad, las arterias de las niñas ya no funcionaban como lo hacían en un comienzo.

De hecho, las pequeñas mostraron "una profunda reducción de la función vascular", escribieron los autores, quienes especificaron que la dilatación arterial -es decir, la expansión normal y saludable de los vasos sanguíneos- cayó hasta en un 33%.

McManus explicó que una disminución sostenida del 1% de la función vascular "se ha demostrado que aumenta el riesgo de enfermedades vasculares en un 13%".

Jesús iba enseñando a sus discípulos

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El Evangelio de este domingo XXVI del tiempo ordinario es continuación del discurso que comenzó con esta introducción: "Iban caminando -Jesús y sus discípulos- por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos" (Mc 9,30-31).

Nosotros, que nos definimos como discípulos suyos, debemos ser especialmente receptivos de esta enseñanza.

La enseñanza tiene dos partes. La primera se refiere a la actitud que deben tener los discípulos con los de fuera, es decir, los que no pertenecen a su mismo grupo; la segunda es un tratado sobre el "escándalo", contra otros y contra sí mismo.

La enseñanza de Jesús era dialogada con sus discípulos. Uno de ellos, Juan, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no nos sigue a nosotros y tratamos de impedírselo porque no nos sigue a nosotros".

El que habla es Juan; pero habla en plural, porque presenta el modo de pensar de los Doce. El apóstol esperaba la aprobación de Jesús. Pero Jesús no aprueba esa actitud.

Notemos que el apóstol usa el verbo "seguir" y que ese seguimiento se refiere a ellos; repite: "no nos sigue a nosotros". Pero en el Evangelio la fórmula "seguir" se refiere siempre a Jesús. Él llama a seguirlo a él.

Se insinúa, por tanto, una actitud sectaria de los discípulos, que Jesús rechaza. En su respuesta tampoco él se dirige sólo a Juan, sino a todos sus discípulos y los instruye de esta manera: "No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego pueda hablar mal de mí".

Lo importante es, entonces, la relación con Jesús. Lo importante es creer en Jesús. En la conclusión de este mismo Evangelio, Jesús envía a sus discípulos y les dice: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios..." (Mc 16,17).

Esta enseñanza de Jesús debe orientar todo el trabajo ecuménico. Lo que hacen nuestros hermanos evangélicos en el nombre de Jesús debe ser aprobado.

Esa enseñanza se dirige también a los distintos movimientos y grupos dentro de la misma Iglesia Católica.

No se debe discriminar a nadie porque no pertenece al mismo grupo que yo pertenezco; lo que importa es que siga a Jesús y que acoja en su vida la Palabra de Jesús, como testimonio de amor a él: "El que me ama guardará mi Palabra" (Jn 14,23).

Enseguida Jesús formula un principio: "El que no está contra nosotros, está a favor de nosotros". Notemos que Jesús incluye en ese pronombre "nosotros" también a sus discípulos; los asume consigo.

La sentencia de Jesús no significa que él se contente con una actitud indiferente o neutra respecto de él y sus discípulos. El sentido es más bien lo contrario: él no deja a nadie indiferente; hay que optar en contra o a favor, si no es en contra, entonces es a favor.

Por eso, no se contradice esa sentencia con la que formula en otro lugar: "El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12,30; Lc 11,23).

El signo mínimo de que no se está contra alguien es darle a beber un vaso de agua. Respecto de ese mínimo Jesús declara: "El que les dé a beber un vaso de agua, por ser ustedes de Cristo, en verdad les digo que no perderá su recompensa". La recompensa es porque se toma como hecho a Cristo mismo: "Por ser ustedes de Cristo".

La enseñanza de Jesús sobre el escándalo es extremadamente severa. El escándalo es la inducción a otro a hacer el mal, a cometer un pecado que lo pone en estado de perdición eterna.

Sobre el escándalo a otro, Jesús dice: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar".

Un escándalo grave de nuestros días es la pedofilia; es inducir a los niños al pecado de impureza. La condenación de Jesús es clara: sería menos grave que le ataran una roca el cuello y lo echaran al mar.

Jesús no se refiere sólo a los niños. Él habla de "estos pequeños que creen en mí". Se refiere también a las personas sencillas y humildes que creen en él y respetan su ley sin tener mucha instrucción.

Deben tener en cuenta esta sentencia de Jesús los parlamentarios de nuestro país que se declaran cristianos y que están a favor de la ley de aborto que se está tramitando.

Se dice que la ley, en los tres casos considerados, no obligará a las mujeres a cometer el aborto. Es cierto que los cristianos bien formados rechazarán el aborto en todos los casos.

Pero puede haber una mujer sencilla, "uno de esos pequeños" que no quieren ofender a Dios, pero que, a causa de su falta de instrucción, se sienta autorizada por la eventual ley a cometer aborto.

En ese caso los parlamentarios que habrán votado a favor de esa ley habrán sido escándalo para esa mujer. Para esos parlamentarios -lo dice Jesús- habría sido mejor que les ataran una piedra al cuello y los arrojaran al mar.

Por último, Jesús repite tres veces su enseñanza respecto al escándalo contra sí mismo: "Si tu mano te escandaliza, cortatela; más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga".

El hecho de repetir la sentencia tres veces -"si tu pie te escandaliza... si tu ojo te escandaliza"- indica la firmeza de la enseñanza. Jesús define "la gehenna" como un lugar de tormento eterno: "su gusano no muere y el fuego no se apaga".

"El gusano que no muere" indica la intranquilidad de la conciencia por la separación de Dios que será eterna; "el fuego que no se apaga" indica el tormento físico extremo y continuo.

Es lo que el lenguaje popular llama "infierno". Si por causa de la mano, el pie o el ojo se comete un pecado grave que excluye de la Vida eterna y arroja al fuego eterno, el mejor perder esos miembros.

Como decíamos, el Evangelio de este domingo contiene enseñanzas severas de Jesús. Pero son suyas y no debemos omitirlas ni atenuarlas. Al contrario, debemos tenerlas en la máxima consideración.

Obispo de Santa María de Los Ángeles