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Nuestro ridículo espectáculo

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Desde el eufemismo denominado "Independencia", y obviamente simplificando el devenir histórico, como nación, nos hemos desarrollado en el pasado bajo los dictámenes de unos papis de esa nación: bruscos, mandones, arbitrarios y castigadores. Entre ellos, algunos medianamente indulgentes, representando a una sociedad de disciplinas regida por el No, hasta que maduritos como hemos creído, hemos llegamos a la elección de una mami, representando, ahora a una sociedad de rendimientos regida por el Sí.

Esta mami consoladora y risueña que nos hizo ananay, ananay sobre las heridas que como sociedad manifestaban y aún manifiestan una gangrenosa purulencia, era hasta históricamente necesaria y luego, como segundas partes nunca fueron buenas, asistimos a la presencia de una mami de tan permisiva ya agotada de tanto ananay, con unos hijitos, incluyendo al legal, actuando como adolescentes superfluos y sublevados que adolecen de la mayoría de los valores que mantienen sólida a una sociedad.

Hijitos adolescentes, soberbios y desobedientes a su mami que hacen y deshacen a niveles gubernamentales, con sus peores prácticas inescrupulosas, etc., etc.: todo lo que vemos y escuchamos en todos los medios y también lo que no vemos ni escuchamos por convenientes ocultamientos.

Resultado, además; de que el inconsciente social ha pasado del deber, al poder, en el sentido que nuestra sociedad se siente capaz de poder realizar todo lo que se le frunza, es que nuestro derecho a pataleo se debate ante una nada en ese proceso de transición: sin lideres ni guías y sin el mínimo respeto a nosotros mismos: sus electores.

Así, nos sentimos a la deriva y como náufragos sin ninguna protección ante los nuevos poderosos y sus arbitrariedades; aunque continúen con el slogan: Las instituciones funcionan, entre el esgrima verbal que nos obnubila y nos desarraiga de lo verdaderamente importante.

Los hijitos han abandonado a su mami; ya están creciditos y han reforzado sus propias alas a la vista y paciencia de nuestra indiferencia, mientras han incubado el virus de la "angurria existencial" y actúan como los mejores representantes de la moderna sociedad del espectáculo.

¿Hasta dónde se puede estirar la cuerda, para que no se provoque un punto de inflexión, nuevamente, sin retorno?

Regalo sin ticket de cambio

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Ya estamos en septiembre, mes en que nos reunimos con la familia y amigos, rodeados de nuestras tradiciones, para celebrar un nuevo aniversario patrio. Y ¿qué hacemos cuando se acerca el cumpleaños de un ser querido?

Por lo general pensamos en un regalo que le guste y necesite. Esa es la pregunta que tenemos que hacernos hoy todos los chilenos. ¿Qué le podemos regalar a nuestro querido Chile? Diálogo y confianza. ¡Cuánta falta le hace a nuestro país volver a tener la capacidad de conversar en forma fraterna, sin agresiones ni descalificaciones! ¡Cuánta falta nos hace poder volver a confiar! Recuperar las confianzas es elemental para que juntos, todos los chilenos, resolvamos nuestros problemas, caminemos por la vía del progreso pero sin olvidar a los más postergados. Pero para que este diálogo sea fructífero debemos concurrir con la mente abierta, y con las ganas de entender al otro y con la convicción de que un acuerdo es siempre una excelente noticia.

Chile necesita en forma urgente reconstruir ese diálogo y recuperar las confianzas, hoy rotas por violentos hechos que han afectado a las personas y en ocasiones a sus empresas. Duro es el momento por el que atraviesan quienes han visto violentados sus derechos, amenazadas sus vidas e incluso sus fuentes laborales que con mucho sacrificio han podido mantener. Ellos necesitan hoy ser escuchados, apoyados y respaldados por la autoridad y la comunidad. Llegó el momento en que juntos, sin importar el color político, aislemos a todos los que hoy destruyen y que nos tienen paralizados con una sensación de inseguridad que no nos permite seguir avanzando.

Chile es un país de hombres y mujeres valientes que a través de su historia han demostrado coraje, esfuerzo y capacidad de levantarse una y otra vez. Tenemos que volver a levantarnos, a crear los espacios de diálogo en todos los niveles porque así estaremos dando un gran y primer paso para recuperar las confianzas. Poco cuesta perder la confianza pero recuperarla puede tardar más.

Aprovechemos estas festividades en la que nos unimos como nación para estrechar esos lazos debilitados en los últimos meses y reconstruir nuestra cohesión social. Así estaremos dando a Chile el mejor regalo…y sin ticket de cambio.