Alabado seas, Laudato si'
Ya en el siglo XIII, Francisco de Asís predicaba ya en el desierto: "Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas".
En el siglo XIX, se supone, un jefe Seattle escribe una sabia carta al presidente de Estados Unidos, donde también menciona algo parecido: "Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos…todos pertenecen a la misma familia", o "… todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra"…, o "…la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas las cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo. Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo".
Estas y otras sentencias de ese texto, aunque se descalifiquen y sea puesta en duda su autoría, no dejan de contener una sabiduría profunda, que también ha ido a parar al desierto y, si nos remontamos algo más, esa sabiduría ancestral sobre el respeto y cuidado a la tierra, ha existido desde milenios en todas las culturas originarias, o nativas, o salvajes; porque tal como expresa, supuestamente, este jefe indio: "Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes a las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo."
Alabado sea pues también, el Papa Francisco, por ser otro salvaje modernizado que nos está recetando un ubicol o un ubicatex, con respecto al cuidado de la casa común y que ojalá los poderosos del planeta, aquellos que mueven verdaderamente los hilos y a nosotros: sus títeres, presten por un segundo sus oídos a la invitación muy lúcida, iluminada e informada, que se nos hace en este siglo, donde hace rato vivimos lo pronosticado
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.
Años atrás, en la universidad, hablar de estas cosas sólo acarreaba ser merecedor de un inteligente apodo: terrorista ecológico.