Secciones

El Papa Francisco y el diálogo con Bolivia

E-mail Compartir

La llegada del Papa Francisco a Bolivia, en una de las etapas que comprende su viaje pastoral por América, suscita una serie de comentarios, como no era difícil de prever, desde el momento que se tuvo conocimiento de su visita.

Dirigentes políticos altiplánicos encabezados por el presidente Morales, esperaban a partir de comentarios o conceptos que emitiera la máxima autoridad moral de los católicos, sacar un provecho político y publicitario que favoreciera su demanda marítima.

La visita papal se realiza poco tiempo después que ante la Corte Internacional de la Haya se efectuaron las audiencias donde Chile, demandado por Bolivia, presentó sus argumentos para negar la jurisdicción de la Corte, frente a una demanda que pretende, en el fondo, desconocer un Tratado firmado por ambos países hace ya más de un siglo y que es plenamente vigente, salvo que ambas partes decidan de común acuerdo cambiarlo o anularlo.

Chile de manera persistente en el transcurso del tiempo, aceptó conversar todos los temas que sean de mutuo interés con el Altiplano y en la materia marítima ha sido majadero en cuanto a que dicho tema se encuentra inserto en un tratado diplomático y no es, por razones de soberanía y seguridad modificable solo por las peticiones paceñas. Lo anterior no significa desechar que futuras conversaciones puedan desarrollarse, luego de que termine la presión representada por la demanda boliviana, a través de otras ideas e involucrando derechamente Perú, que es un factor decisivo, al momento de buscar con inventiva nuevas perspectivas.

En este orden de cosas, Francisco, frente al ansia marítima omnipresente en Bolivia, ha planteado el diálogo como camino de acercamiento, y ello, dicho en el corazón del país que inició la disputa jurídica, no puede de ninguna manera entenderse como apoyo a causa alguna.

Lo que el Papa desde una perspectiva eminentemente pastoral ha reforzado, es la tradicional postura del Vaticano ante los problemas de la sociedad, en cuanto a privilegiar el diálogo, con todas las aristas que pueda presentar, por sobre cualquier otra opción y, el diálogo que la Santa Sede ha pedido, pide y seguirá pidiendo en la búsqueda de acuerdos entre partes confrontadas, no es la aceptación cerrada y absoluta de los argumentos que una de las posiciones esgrima.

Hay que saber entender los conceptos, y el utilizado por el Papa es en rigor, claro y directo, cuando se lee con buena intención y realismo.

Ojalá la radicalidad y subjetividad del Altiplano en su planteamiento político cambie, ante el sabio consejo que el Santo Padre les ha dejado.

El costo de la delincuencia

E-mail Compartir

Hace unas semanas fuimos testigos de una acción ciudadana que no se veía en décadas, un "cacerolazo nocturno" para vivir en paz y libres de la delincuencia y creciente violencia en los delitos hacia las personas y la propiedad privada. Esta iniciativa no sólo se realizó en el sector oriente de la capital, como plantearon algunos, sino que se extendió geográfica y socioeconómicamente a lo largo del país.

Las estadísticas de Paz Ciudadana muestran un aumento de la victimización al 43,5% de los hogares y Concepción es la comuna Top Five, con el 43%.

Para cualquier analista esta es una muy mala noticia, no se trata de la influencia de los medios de comunicación, sino simple y crudamente de una mayor "experiencia de la gente con el delito".

Según la última encuesta CEP, el ítem "Delincuencia, Robos y Asaltos" es la mayor preocupación de la gente, con un 46%, superando incluso a Salud, Educación y Corrupción; pero al parecer el tema molesta a las autoridades o no les es prioritario, quizás estorba el impuso reformista de la agenda presidencial.

Debo ser sincero, nunca imaginé que la delincuencia y criminalidad podrían llegar a los niveles que conocemos hoy. Siempre confié en que la seguridad era un derecho garantizado en nuestra Constitución, pero hoy estamos obligados a reforzarlo invirtiendo en alarmas, rejas, cercos electrificados, guardias, armas, silbatos o cualquier cosa que evite que los delincuentes ingresen a nuestros hogares tomando lo que puedan o quieran, sin importar si para ello deban destrozar, intimidar o matar.

No sería una mala idea desarrollar un proyecto que permita a las familias descontar de sus impuestos los gastos en seguridad, pues hay en ellos una suerte de subvención a la labor del Estado, visto desde otra perspectiva, un impuesto.

Finalmente me pregunto ¿quién paga esos cajeros automáticos robados por alunizaje o saturación por gas? Según se sabe, los altos seguros que poseen no incentivan a las instituciones financieras para mejorar sus medidas de seguridad, las compañías incrementan los precios de estos seguros y los bancos traspasarán dichos costos a sus clientes. Ergo, todos nosotros los financiamos.

El otro triunfo del Roto Chileno

E-mail Compartir

Celebran los mineros de Chuquicamata, con su rostro enhollinado por el vapor del cobre hirviente y sus brazos ennegrecidos por el sol del norte y las huellas del desierto. Ríen los pescadores humedecidos por la sal del mar bravío, paradójicamente llamado Pacífico. Aplauden los artesanos que con sus gubias y martillos tallan ya la cara de los campeones de la Copa América.

Corren los niños morenos de Tocopilla que quieren emular a Sánchez, el chico de cabriolas maravillosas que convirtió el último penal. En la Vega, los cargadores de cajones de tomates rojos como las camisetas de los campeones apelan a su lenguaje coprolálico, parecido a las arengas de Gary Medel, el siempre bravo.

Las monjas de claustro renunciaron por un par de horas a su voto de silencio para bendecir la victoria. El Papa argentino tal vez se entristeció con el fracaso de Messi, quien no demostró que es el mejor del mundo.

En bares y restaurantes se derramó la cerveza espumante en jarrones de vidrio. Los que día a día protestan contra la contaminación hicieron crepitar el carbón para sus asados que los hicieron incurrir en el pecado de la gula.

En la Antártida, militares de bases nacionales se sintieron descongelados con la caldera de sus corazones. En la Araucanía, se estremecieron voces de los mapuches, en unidad generada por el gol decisivo. Y descorcharon su gozo por el retorno de Jean Beausejour. Este recordó, en medio del éxtasis, que desataban la alegría en el Estadio Nacional, donde en 1973 la dictadura militar torturó a centenares de compatriotas. Es el recinto que lleva el nombre de Julio Martínez, el poeta popular del fútbol, quien nunca vio a Chile campeón americano.

En poblaciones de murallas pardas en que nacieron Arturo Vidal y Gary Medel soñaron con llegar un día a igual éxito. En la Nueva Esperanza de Puente Alto, el "Papillón Chileno" acarició su gorro policolor porque allí, entre casas sin baños asépticos ni calles pavimentadas, nació Charles Aránguiz.

Todos los rotos están felices. Como aquellos que cabritan en la novela "Norte Grande", de Andrés Sabella, la épica de los mineros. O en las obras de Nicomedes Guzmán y Homero Bascuñán. Jamás un arquero de nuestra tierra estuvo invicto 23 partidos, como Claudio Bravo, el mejor del torneo e impecable y serio capitán.

La Presidenta de la República sumó sonrisas y puntos en la tribuna. Aceptó la algarabía y el desorden juvenil de huéspedes que engarzaron al país, los que hicieron olvidar la corrupción de diestra y siniestra. Isla, Silva, Mena, el goleador Vargas y otros que vistieron la casaquilla de la selección no desdibujarán su alegría final y tan esperada.

Jorge Valdivia mostró su ingenio y destreza y actuó como niño amurrado cuando Sampaoli, el director técnico, lo sacó del partido de la clausura.

Jara prometió que nunca más meterá la mano donde no se debe. Y Pizarro puso la mesura, el orden y la buena conducta. El porteño captó aplausos cuando se acerca su retorno a Santiago Wanderers. Matías Fernández se fue como chico bueno con el primer penal.

Otro triunfo del roto chileno.