Con motivo del Corpus Christi
Detrás de la palabra Eucaristía hay tres realidades que simplificamos refiriéndonos a la presencia real de Cristo, al sacrificio que hemos llamado Santa Misa y que con mayor precisión llamamos Eucaristía y a la Comunión en la que recibimos a Jesús. Como las tres son divinas y nos hablan de la centralidad que tuvieron en la vida de Cristo, Él fue preparando, sobretodo, a sus discípulos con la multiplicación de los panes, la promesa de un alimento mejor y su institución en la última Cena.
A ese sacrificio -que fue una comida especial- unimos el mismo sacrificio que ofrecería al día siguiente en el Calvario, y el sacrificio de la Eucaristía que haría Él mismo sobre el altar, cada vez que los sacerdotes que le prestan su persona para seguir haciendo lo mismo que El hizo y hace hasta el fin de los tiempos. Estamos ante el mismo y único sacrificio que Cristo ofrece por nosotros.
La Última Cena parece indicar mejor el "banquete fraterno"; pero la Misa no es solamente una comida que tienen unos amigos con lo que recuerdan lo hecho por Jesús con sus discípulos. La Misa es el sacrificio en el que Jesús ora por nosotros y para nosotros y se nos entrega. Es la renovación sacramental del sacrificio de Cristo: le podremos comer en la comunión porque antes le hemos sacrificado. Y tiene una eficacia salvífica que alcanza a todos los hombres, presente y ausentes, vivos y muertos. Por tanto la Eucaristía no pierde su valor por el hecho de no comerla.
Idea importante para desdramatizar un poco algunos problemas urgentes como son los divorciados, que se han vuelto a casar. Si la Eucaristía se vive sólo como banquete de una comunidad de amigos, no tiene mucho sentido asistir a ella si no se puede comulgar. Pero si tenemos una visión completa de la Misa -banquete y sacrificio- tiene también sentido para quien se une a Él en la fe: quien no come de ese "Pan", participa igualmente de los dones ofrecidos a los demás. Esas uniones que siguieron a la ruptura de la primera no les separan de la Iglesia; los divorciados no están excomulgados: están dentro de la Iglesia y aunque no puedan comulgar, participan igualmente, a su medida, de los dones ofrecidos a todos los demás.
Es Santo Tomás quien nos dice que la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental. El Cura de Ars decía: "Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual".