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Padres y religión

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Fiel a su estilo provocador, el profesor Agustín Squella, ha planteado en un matutino, su oposición a que se enseñe religión en los establecimientos educacionales públicos. Para morigerar su postura contraria a la iglesia (católica, por cierto), agrega que tampoco está de acuerdo con adoctrinamientos en materias filosóficas y políticas, pero -claro está- sus dardos apuntan en definitiva a la iglesia.

Más allá de lo discutible y opinable que pudiera ser su planteamiento, es el argumento empleado el que mayor reparo merece. Con venenosa sutileza, Squella entra a cuestionar abiertamente el derecho de los padres a educar a sus hijos, preguntándose hasta qué punto ese derecho no atenta contra la libertad de éstos a decidir. A su juicio, los padres solo debieran limitarse a mostrar las múltiples alternativas que ofrece la vida en sus variadas dimensiones, siendo los hijos los encargados de elegir cuál de ellas es la más idónea para su desarrollo profesional, personal, familiar o espiritual.

Hace más de 60 años, Siebert, Peterson y Schramm, señalaron en su libro "Las Cuatro Teorías de la Prensa", que la teoría liberal sobre los medios de comunicación fracasó por la confianza absoluta que se tenía en la capacidad de discernimiento de las personas. Dicha teoría estimaba que la búsqueda y elección de los buenos medios informativos, se alcanzaría por el solo hecho de utilizar la razón e inteligencia. Sin embargo, lo que no consideraba esta teoría era que en la mayoría de los casos, las personas caen con frecuencia en una pereza intelectual o simplemente un desconocimiento de los hechos, aspecto que les impide elegir bien. Por tal motivo, se plantea que lo medios de comunicación deben ser responsables a la hora de informar, como una forma de ayudar a una mejor elección.

Similar a lo que sucede con los medios de comunicación, la responsabilidad formativa de los padres con sus hijos es indelegable e insustituible, y por lo tanto, tienen el legítimo derecho a transmitirles aquellas creencias, valores y posturas que estiman más convenientes para su crecimiento y desarrollo personal. ¿Acaso esto atenta contra la libertad de elección? Para nada. La libertad no se ve coartada porque exista una deliberada y legítima intención de los padres de transmitir lo que consideran óptimo para sus hijos. Serán ellos, quienes se encargarán de tomar sus propias decisiones, las que incluso pueden perfectamente ser contrarias a las de sus padres. Ahí sí que hay libertad.

Pero no hay que perderse. El planteamiento de Squella es uno de los tantos que existen por parte de quienes quieren ver a Dios, a la Iglesia y a la familia fuera de la vida social de un país o, dicho de otro modo, relegado a una cuestión meramente privada. Ese es el trasfondo de la cuestión.

Regiones

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Cada 21 de mayo, y tras el mensaje presidencial -que lejos de ser una cuenta pública como la Constitución lo obliga, se ha transformado en una suerte de anuncios sobre las políticas gubernamentales venideras-; a los habitantes de regiones nos queda la misma sensación, cuál es, que las necesidades de todos quienes vivimos fuera de la capital, no son consideradas genuinamente, con sus particularidades, en la planificación estatal del Presidente de turno; salvo aquellos anuncios sectoriales, que suelen ser más de infraestructura que de otra cosa. Y esto es transversal, no es vinculante a un color político determinado, ha ocurrido históricamente y el centralismo opera con la misma fuerza que opera el régimen presidencialista que tenemos. Es decir, se administra con una mirada nacional, sin considerar aquellas diferencias que son justamente el sello que nos distingue y nos brinda el potencial que cada zona tiene.

Un botón de muestra es el horario de verano que se mantuvo y extendió por igual a todo el país, sin tener en cuenta a qué hora amanece en cada región del país. Pero lejos de quejarnos lo que debemos hacer es construir desde nuestras particularidades, la Región y el país que queremos. Y una vez que, efectivamente, aportemos intelectualmente, con ideas y propuestas, y ofrezcamos soluciones viables a una serie de carencias; es probable que el gobierno central considere nuestro llamado, que lejos de ser una plegaria, será entonces, un aporte concreto. La Región no puede quedarse en la queja eterna. El acceso a la tecnología y la conectividad, han democratizado las demandas, han acercado realidades, y hoy, desde regiones, perfectamente podemos aportar e instalar en el inconsciente colectivo y en la lista de tareas gubernamentales, aquellos aspectos que los gobiernos no pueden seguir dilatando, y que muchas veces, por desconocimiento o falta de sensibilidad local, pasan por alto.

Las regiones tienen necesidades distintas de las evidentes, que van mucho más allá de un hospital, un puente o un estadio; y tienen que ver con lo que somos, aspecto identitario que incluso las autoridades políticas no alcanzan a percibir, olvidan o soslayan, porque como es lógico, las demandas diarias los obligan a concentrarse en lo urgente y no en lo importante, porque la política es dinámica y contingente.