Puede ser la pareja, un hijo, hermano, padre o madre, abuelo, un sobrino o un tío. Incluso podría ser alguien con la que no se tiene un lazo sanguíneo ni familiar directo, como un vecino. Pero, sea quien sea, el entorno cercano se ve afectado cuando un ser querido requiere de cuidados y dedicación especial, debido a que nace con una condición o padece una enfermedad cuyas consecuencias llegan al extremo de que no se pueda valer por sí mismo, transformándose en alguien dependiente, más aún si está postrado
No obstante, suele ser en una persona en la que recae la responsabilidad de cuidarlo. Una realidad que no es poco común, donde el compromiso se genera porque la persona que requiere los cuidados vive en el propio hogar o porque no hay otro familiar que pueda dedicarse por completo a esta labor.
COSTOS PERSONALES
Quien cumple el rol de cuidador puede vivir una experiencia gratificante al sentir que es un aporte para alguien que necesita de su ayuda. Pero, también asume y desempeña actividades para las que muchas veces no está preparado, a las que debe dedicar gran parte de su tiempo, si no es que todo.
Así lo sostiene Sandra Acuña Leiva, trabajadora social y coordinadora de la carrera de Técnico en Trabajo Social de Santo Tomás Concepción, quien explica que la responsabilidad de estar pendiente de otra persona no sólo conlleva una carga social, sino que también una psicológica y física. "Atender las exigencias de una persona con dificultades de salud requiere de una dedicación exclusiva, lo cual no permite al cuidador dedicar tiempo a otras actividades personales y sociales", puntualiza.
Al respecto, Luis Huamanga Alarcón, psicólogo y académico de Psicología de la Universidad San Sebastián, dice que esta labor, por la cual no se reciben remuneraciones, si bien puede que no implique un gran desgaste, al realizarla diariamente, durante periodos prolongados o de manera permanente traerá costos importantes para el cuidador, quien debe entregarse por completo a su rol, el que en algunas ocasiones es motivado por el amor y, en otras, por un compromiso ético y moral.
CANSANCIO EMOCIONAL
Por eso, con el transcurso del tiempo, es frecuente y también normal que el estado de ánimo del cuidador cambie, tendiendo a tomar una actitud de cansancio, volviéndose más irritable y susceptible por la sobrecarga que implica asumir el rol de cuidar a una persona dependiente. "Los expertos mencionan que ciertos rasgos de agotamiento físico y/o psicológico conllevan a un estrés emocional, desencadenando el llamado Síndrome del Cuidador, manifestado por un cansancio emocional que lo incapacita para ofrecer soporte, pudiendo llegar a la indiferencia ante el sentimiento del otro o la baja autoestima, entre otras reacciones", afirma Sandra Acuña.
Según aclara Huamanga, "el estrés del cuidador, definido como la tensión emocional y física por brindar cuidados, se puede experimentar de múltiples formas como, por ejemplo, con sentimientos de enojo contra la persona que se está cuidando y al mismo tiempo sentimientos de culpa por experimentar enojo". En consecuencia, también se genera frustración y, según el psicólogo, en muchas ocasiones depresión, pues el cuidador puede sentirse atrapado en una situación que no tiene una fecha de término cercana.
Cansancio, ansiedad, sentimientos de culpabilidad, desmotivación, impaciencia y molestia con el paciente, agresividad en contra de otras personas, aislamiento o trastornos psicosomáticos son los síntomas de este cuadro, que en algunos casos podría desencadenar en consumo abusivo de algunas sustancias como alcohol y drogas, trastornos del sueño e, incluso, problemas de memoria.
BUSCAR REDES DE APOYO
Quienes son cuidadores pueden verse enfrentados a sentimientos de culpa por no poder brindar una atención especializada al paciente y también a la incomprensión de un entorno que no es capaz de considerar todo lo que implica ser el pilar de una persona que no se puede valer por sí misma y que no puede estar sola. Por eso, Luis Huamanga afirma que para poder entender la vivencia del cuidador es necesario preguntarse qué significa. "Cuidar a otro puede no ser complicado si se recibe una remuneración y si se realiza después de una jornada de trabajo normal, porque así la persona puede olvidarse de su trabajo y hacer una vida normal, lo que implica ocupar su tiempo y dinero en lo que quiera. Pero para el cuidador que es un familiar y que en muchas ocasiones vive con quien cuida, no hay remuneración y la jornada de trabajo concluye cuando se va a dormir y se inicia cuando despierta en la mañana", reflexiona.
Y es que no pocas veces el cuidador deja de vivir su propia vida para hacer más llevadera y agradable la existencia de la otra persona. Pero, el psicólogo es enfático, "por más que alguien ame a otra persona y esté dispuesta a cuidarla permanentemente, el cansancio pasará la cuenta".
Es así que ambos profesionales concuerdan en lo importante que son las redes de apoyo cuando hay un familiar enfermo o discapacitado, siendo fundamental buscar ayuda y recursos externos para sobrellevar la complicada situación en la que se encuentran. Organizarse y repartir tareas con otros familiares para evitar la sobrecarga es también un aspecto clave, lo que se debe tener claro en todo el grupo familiar.
Así, aprender a pedir y aceptar la ayuda que puedan brindar los familiares y conocidos, aunque sea pequeña, puede disminuir la carga que implica el rol de ser cuidador. Para ello, por ejemplo, una recomendación es elaborar una lista donde se enumeren todos los ámbitos en los que requiere ayuda.
De este modo, buscar el apoyo necesario, ya sea en lo social, emocional y/o profesional, no sólo reportará beneficios con el objetivo de que la vida del cuidador se vea menos afectada, sino que también para evitar repercusiones en la persona que se cuida y en la dinámica del funcionamiento familiar.