Secciones

El canal cultural

E-mail Compartir

De este ritual absurdo del 21 de Mayo y la cuenta pública de la mandataria, poco se puede rescatar. Aun cuando haya habido un cataclismo bíblico de un año a otro, no hay mayores diferencias entre lo que se dijo y lo que se comentó acerca de lo que se dijo: el oficialismo se cuadra con los diagnósticos y recetas de su abanderada, y la oposición cumple con su deber de echar abajo los aviones, más que sea por cuestiones semánticas. Así, concurrimos a un ritual de catarsis colectiva, un acto teatral que concluye con un desfile militar breve que, esta vez, sólo un canal de televisión quiso transmitir en directo.

Nos ilusionamos con que el 21 de Mayo marcará un antes y un después, que ahora sí vamos a enmendar el rumbo del país y recuperar el tiempo perdido. Luego, esa noche, nos percatamos de que todo ha seguido igual, por la misma aburrida senda, y que otra vez hemos pospuesto el desarrollo, la justicia y - más que nada - la felicidad. Estamos como al principio.

Sin embargo, en un claro acto de masoquismo, escucho el discurso de la señora, a veces tomo apuntes para calcular la matemática de sus errores. Y luego le pongo oreja a los comentarios "a boca de urna" de los bacalaos que critican y pelan porque ellos quisieran haber estado ahí, en ese traje presidencial. Entonces vino el anuncio de la creación de un canal de televisión cultural, y se me resbaló el jarro de té, caí al suelo y se me rajó la única chaqueta decente que me quedaba.

¿Canal cultural? Es la última soberana estupidez que le restaba a este mal gobierno para permanecer en la historia, para que en cien años más se enseñe en las escuelas el listado de mamarrachadas que se cometieron en pos de buscar la simpatía del respetable público en las encuestas. Los más grandes filósofos del siglo pasado nunca pudieron coincidir en el significado de la palabra "cultura", y hoy acá estos pelafustanes piensan que nuestro país va a saltar al desarrollo si nos meten harta ópera, harto concierto, harta filarmónica, harto conversatorio sobre poesía y literatura. Sin publicidad.

La historia indica que jamás ha resultado, ni en los tiempos del régimen militar con su invención de la "franja cultural", tampoco en la democracia con sus intentos todavía suaves de convertirnos en chilenos cultos y amantes de Neruda y Mistral. El enriquecimiento cultural es siempre una cuestión íntima, personal, libre: el que quiere lo logra. Los demás ni a palos.

Qué pobreza de discurso, señora Presidenta, qué manera de improvisar otra vez para alegrar a la galucha, qué falta de altura en su cargo. De momento, ya sabe usted que puede guardarse su canal cultural, y que no le resulte.