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Hechos de violencia

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La muerte de dos jóvenes universitarios a manos de un particular, tras finalizar la marcha de protesta realizada hace unos días por estudiantes y profesores en Valparaíso, conmocionó a todo el país, debido a la dolorosa situación y el contexto en que ocurrió.

Los dos alumnos murieron en condiciones que la justicia deberá aclarar, pero participaban en la movilización destinada a expresar su disconformidad por los proyectos de reforma educacional presentado por el gobierno, que se encuentran en trámite en el Congreso. Además, fue la oportunidad para reflejar el descontento que existe entre los profesores por la tramitación de la llamada carrera docente.

La ciudadanía ha lamentado y condenado la desproporcionada reacción de otro joven que los enfrentó debido a que su propiedad estaba siendo dañada con grafitis o rayados. Esta respuesta, disparando presuntamente sobre los manifestantes, es un llamado a meditar acerca de la sociedad violenta que estamos construyendo y de la facilidad con que las personas echan mano a las armas para resolver sus diferencias.

Este desgraciado hecho también genera inquietud porque ocurrió a pocos días de que la Presidenta de la República deba rendir su cuenta ante el Congreso Nacional, en Valparaíso, acontecimiento republicano que, lamentablemente, también cada año genera asimismo violentas protestas en esa ciudad donde está instalado el Poder Legislativo.

Es el momento de analizar con calma las proyecciones de este nuevo hecho, que nos pone a prueba como sociedad, y que no debe servir para exacerbar los ánimos, sino que al contrario, para sumirnos en una profunda meditación con el propósito de entregar aportes para que no se vuelvan a producir situaciones similares.

Hay que esperar y confiar en que las posiciones divergentes sean respetadas y que el derecho a manifestarse en forma pacífica y respetando los derechos de los demás sea aceptado y, a la vez, erradicar la tendencia de hacer justicia por su propia mano, como ya se está haciendo cada vez más frecuente.

Cabe preguntarse una vez más cuál es la sociedad que estamos construyendo, ya que la violencia siempre genera más violencia.

¿Conspiración en Palacio?

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a desfacer

En mi caso, este exceso de videos me llevó, por ahora, al convencimiento de que podríamos haber vivido una versión local de esas fantasiosas conspiraciones gringas.

Supongamos -solo supongamos- que al final del primer gobierno de Michelle Bachelet, un grupo de jóvenes partidarios no haya quedado conforme con el balance del período. En esta perspectiva, los gobiernos de la Concertación no habrían tenido la fuerza, ni la decisión de implementar los cambios de fondo con los cuales soñaban. El régimen del Presidente Piñera solo sirvió para reforzar el diagnóstico: si se quería llegar a la meta, era la hora de revivir la vieja consigna de "avanzar sin transar".

Si hubo un plan, debía comenzar por asegurar el triunfo de Michelle Bachelet. Gracias al exitoso trabajo desplegado en la campaña, los presuntos conspiradores de esta fábula, quedaron en óptima posición para la siguiente segunda etapa: instalados en el gobierno, desplegaron su máximo esfuerzo para lograr la aprobación de los aspectos cruciales del programa. Hasta se llegó a reemplazar la aplanadora clásica por una imagen más dura: la retroexcavadora.

Se generó así un violento choque con gran parte de la opinión pública -que empezó a darle la espalda a la Jefa del Estado- pero se sacaron adelante, contra viento y marea, las reformas fundamentales. Aquellas que nunca antes llegaron a puerto, entre otras cosas, debido al empate permanente generado por el sistema binominal.

En menos de un año, el trabajo principal concluyó con éxito. Entonces vino el desastre. ¿O tal vez no?

Recordemos que las ilusiones del hombre de la Mancha no se apagaron a pesar de las derrotas y apaleos sufridos. En nuestro caso, si había un plan -corroborado por la aseveración de que Rodrigo Peñailillo tiene futuro como Presidente- lo ocurrido es apenas el fin de una etapa. La Presidenta se ha comprometido a continuar adelante. El ministro del Interior dijo que no cree en las retroexcavadoras porque van marcha atrás… lo que significa que se va a mantener el rumbo, sólo que con otro ritmo.

Y, por supuesto, el plan sigue en pie.