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Apostando a un futuro más sustentable industriales pesqueros celebran 65 años

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Hacia comienzos del siglo pasado, Chile seguía siendo básicamente un país agrario donde la visión sobre riqueza y el desarrollo que podría generar el mar era todavía miope. La actividad entonces estaba relegada a la necesidad de sustento de las comunidades costeras.

Esa realidad - en el caso de la Región del Biobío-, comenzó a cambiar durante la primera mitad del siglo XX gracias a la iniciativa privada, liderada por inmigrantes. Fueron emprendedores de origen alemán, español, croatas y rusos, quienes comenzaron a hacer empresa demostrando que la actividad pesquera fue, es y será clave para el crecimiento económico y el desarrollo de las crecimiento de sus comunidades.

En el 1900 ya se constata la existencia de actividad pesquera industrial en Talcahuano. En 1930 ya había empresarios venidos de Galicia. En los años 40 había plantas conserveras, instaladas muchas de las cuales continúan hasta hoy. Entre estos pioneros destacan Otto Saelzer, que levantó la Pesquera Timonel, la pesquera Guarembo de Jerko Rendic, la pesquera Qurbosa, (Queirolo, Burzone y Saavedra), los fundadores a fines de los 40 de la Pesquera Itata, Jorge Sarquis Nasim; José San Miguel, fundador de la Pesquera San Miguel, o la familia Stengel, de la Pesquera Bío Bío, entre otros.

"Lo que aquí ha habido es un esfuerzo sostenido de un grupo de empresarios que arriesgando capital construyeron industrias y desarrollaron una actividad relevante, que representan una mirada de progreso y que hoy tienen modernas plantas con alta tecnología, una gran capacidad pesquera e innovación de sus productos orientados principalmente al consumo humano, creando junto con ellos miles de puestos de trabajos, directos e indirectos", destaca Luis Felipe Moncada, presidente de la Asociación de Industriales Pesquero (Asipes).

Fue el 11 de mayo de 1950, tras una reunión en el Club Talcahuano, cuándo estos industriales se constituyen como un gremio al crearse la Asociación de Industriales Conserveros de Talcahuano, más tarde esta organización pasó a llamarse Asociación de Industriales Pesqueros de la Región del Biobío y, en octubre de 2012, tras modificarse la ley de asociaciones gremiales, la entidad quedó como Asipes, tras incorporar a industriales de las regiones vecinas.

Durante estos 65 años de existencia, el sector atravesó por periodos de auge y de grandes restricciones que sin embargo, han mantenido al gremio unido y activo. "Nuestras actividades son permanentes no solo desde el punto de vista gremial, sino hoy más que nunca son una instancia de análisis técnico- profesional, ambiental y comunicacional".

En los últimos 20 a 25 años la principal preocupación fue la disminución del jurel, su principal recurso. Pero las crisis son oportunidades, dice Moncada, porque eso significó la transformación, desde comienzos de los 2000, de una industria centrada en la reducción (harina y aceite) a una orientada al consumo humano, lo que implicó fuertes inversiones para reconvertir y/o construir las plantas y en paralelo explorar más allá de las fronteras otros mercados para colocar estos nuevos productos. "Fue una etapa difícil", rememora el dirigente gremial.

Luego, entre 2010-2012, la industria se centró en la recuperación post terremoto y en la discusión de la ley de pesca. En 2013 vino la puesta en marcha de la nueva norma legal y las negociaciones con la Organización Regional de Pesca (ORP), donde se ratificó la creación de la ORP del Pacífico Sur (ORP-PS). "Allí hubo que estar muy presentes", agrega Moncada. El asunto no es menor, ya que esta instancia decide la cuota de jurel para los países miembros, incluido Chile por cierto.

Mea culpa

El timonel de la industria pesquera descarta que el sector deba hacer un mea culpa tras la severa disminución de los recursos. "La industria no tiene porqué hacerlo, por que no tiene ninguna autoridad para decidir la explotación de los recursos. Esa autoridad siempre recayó en la Subsecretaría de Pesca y en figura del Subsecretario que muchas veces fue objeto de presiones de todos los orígenes desde sindicatos de la pesca artesanal o de empresarios que también pudo haberlos".

Aclara que las crisis siempre se producen por al menos dos causas. En el caso de la merluza se fijaron cuotas mayores; de 100 mil toneladas e incluso de 140 mil. El año pasado de 19 a 22 mil, sin embargo, es una cifra largamente superada por la pesca ilegal.

El caso del jurel es distinto, porque desova entre la milla 800 y la 1.000, luego vuelve a la costa a alimentarse en la surgencia (cuando se mezclan las corrientes cálidas y frías). Luego regresa a alta mar donde se pesca, por lo tanto siempre fue difícil saber cuál era la situación del recurso, hasta que en 1995 en adelante, empieza a aparecer el jurel mucho más pequeño. A ello se sumaron las operaciones de barcos factoría que pescaban en alta mar, entre 800 y 1,5 millón de toneladas anuales durante la década del 2000. Se llegó a catastrar 54 barcos operando frente a Chile en el peak.

Pero hoy la mirada es optimista, confiada en el futuro y en el nuevo ordenamiento que introdujo la ley de pesca, vigente de febrero de 2013.

Al respecto, el líder de los industriales aclara que lo hay es una ley que se incorpora a otra ya existente. Recoge de ellas algunos aspectos, la moderniza y la complementa, por lo tanto, más que una ley de pesca, Chile cuenta hoy con un verdadero código de pesca.

Como gremio somos absolutamente partidarios de esta ley. Primero porque se sustenta en la conservación de los recursos y, segundo establece una institucionalidad responsable de administrar los recursos que antes dependían de una decisión política y que ahora queda en manos de comités técnico-científicos y comités de manejo donde participan todos los actores del mundo pesquero.

Pero los tiempos actuales también han llevado al gremio a levantar la mirada en busca de un mayor acercamiento con su entorno y su rol cambia.

"Hoy nuestra tarea es mejorar la relación de las industrias con las comunidades, con nuestros trabajadores y con las autoridades para abordar en conjunto materias como el transporte de pesca, el abatimiento de olores que generan molestias a los vecinos".

Asimismo, enfatizar la necesidad de conservación de los recursos. "Estamos por una actividad que ponga término a la pesca ilegal, para lo que se requiere una fiscalización caleta a caleta, tal como se fiscalizan los desembarques de la industria".