Desfachatez de algunos
Algunos en política parecen no entender nada de nada. Cuando el ex ministro Rodrigo Peñailillo prácticamente ni siquiera salía de La Moneda tras el cambio de gabinete del lunes, su partido, el PPD, ya le estaba ofreciendo asumir la vacante de diputado dejada por el ahora ministro, Jorge Insunza. Como un premio de consuelo, el PPD quería apañar a quien -supuestamente- fue víctima de la "aristocracia política", tesis planteada por el presidente de la colectividad, senador Jaime Quintana.
El ofrecimiento fue francamente una desfachatez. Y así lo entendió gran parte del espectro político, que transversalmente salió a criticarlo, tanto en la forma como en el fondo. En la forma, pues definitivamente no era el momento ni la ocasión de hacerlo, considerando los escasos minutos que habían transcurrido desde que fuera materializada la desvinculación de Peñailillo del cargo. En el fondo, pues resulta violento para la gran parte de ciudadanía que quien ha sido cuestionado políticamente, reciba como premio nada menos que una diputación.
Por suerte, Rodrigo Peñailillo actuó con prudencia y declinó aceptar tamaña oferta.
Este caso refleja, una vez más, la escasa conciencia que tiene algunos en política, respecto a la crisis por la que atraviesa esta actividad. Resulta inexplicable que mientras la gente condena con dureza la falta de probidad de los políticos -hecho constatado a través de diversas encuestas de opinión-, algunos actúen con total displicencia, como si poco o nada les importara preservar la dignidad de la política.
Muchos vociferan respecto a la necesidad de actuar con transparencia, de dignificar a la política, de condenar aquellos actos que vayan en contra de la ética pública; pero cuando los involucrados resultan ser uno de los suyos, viene la defensa corporativa, el apoyo cerrado e incondicional, donde las condenas pasadas ya no son absolutas, sino relativas.
En política nadie se atreve a autoinmolarse, a hacerse el harakiri, pues saben que los resultados podrían ser nefastos para la continuidad en política. Muchos esperan que este vendaval pase rápido, que los medios de comunicación se interesen por otros temas, de manera que la opinión pública se olvide rápidamente de esta crisis.
Si esa es la apuesta de algunos políticos, será difícil salir de esta crisis.
Si se quiere una democracia sana, con instituciones confiables y respetadas por la ciudadanía, anhelo cierto de todos los sectores del país, el deber es actuar con total transparencia y verdad. Si en ese actuar hay que asumir responsabilidades y consecuencias, habrá que hacerlo, ya que es la única manera de devolver a la gente la confianza hacia una actividad tan necesaria para la vida republicana del país.