Secciones

Maltrato a la mujer anciana

E-mail Compartir

Vivimos en una sociedad en que se valora la belleza, juventud, éxito y el dinero. Entonces, el ser mujer y anciana agrava la situación y es éste uno de los grupos más vulnerable de sufrir maltrato.

Ellas no saben de derechos, han sufrido años de malos tratos anteriormente, no saben defenderse, dependen funcional y emocionalmente de otros, carecen de los derechos básicos de libertad, respeto, capacidad de decisión y aislamiento social.

Debido a los diferentes roles que han asumido hombres y mujeres a través de la vida muchas llegan con gran deterioro al final de sus vidas, ya que no sólo han ejercido el rol de dueñas de casa y crianza de los hijos, sino también el de trabajadoras y cuidadoras de adultos mayores, enfermos y postrados en la familia, factores que agravan su carga laboral incidiendo en un desgaste mayor de su salud.

Si a lo anterior se le agrega que sus pensiones son miserables, carecen de una vivienda propia y deben depender del resto de la familia para subsistir, son más susceptibles de sufrir abusos de todo tipo: desde físicos y psicológicos hasta económicos. Aquí, generalmente, toda su pensión se ocupa en los gastos familiares y ellas no disponen de nada, otras veces son despojadas de su vivienda y obligadas a venderlas o cederla a algún miembro de la familia, hijos o nueras en promesa que los cuidarán para siempre. Pero esta promesa se restringe a el último lugar en la casa y en las peores condiciones en ancianas ya enfermas, existiendo una asociación significativa entre maltrato y menor salud física o mental.

El incremento en la esperanza de vida es cada vez mayor, entonces mayor es el tiempo en que los ancianos permanecen al cuidado de otros, a veces con mala salud física y deterioro cognitivo, lo que provoca una sobrecarga de cuidados en la familia que genera estés y que llegan a provocar situaciones que aumentan la posibilidad de maltratos y violencia.

Justamente, entre los factores de riesgo para que una anciana sea maltratada están el deterioro cognitivo, la mala salud física, la postración, casos en que siempre sufren maltrato por negligencia u omisión, y tener bajos ingresos. No se ve a una "abuelita con dinero y sin deterioro mental siendo maltratada", pero sí cuando hay aislamiento social, pobreza extrema, bajo nivel educacional y falta de apoyo.

Ante este contexto, las víctimas tienen casi nula posibilidad de denunciar, defenderse o solicitar ayuda, porque desconocen sus derechos y no cuentan que son víctimas de violencia pues les da temor admitir a otros que existe abuso en el interior del hogar.

Cuando se detecta un maltrato en la consulta porque las adultas mayores lo han hecho presente o el médico lo sospecha, éste activa a profesionales del equipo de salud a investigar la situación y se realizan visitas al domicilio de la anciana (por asistente social, psicólogo o enfermera), donde esta situación es negada por el familiar a cargo y en una consulta posterior la paciente relata "que todo está bien y que el familiar contra el cual reclamo se porta ahora muy bien". Siempre se retractan de lo que dijeron, ya que generalmente son presionadas por el maltratador y el intento de denunciar sólo llega hasta ahí, pues la anciana no tiene cómo rehacer su vida, carece de otro familiar o institución que la cuide.

Muchas adultas mayores consultan por estados depresivos, angustias y mal dormir. Pero detrás de estos cuadros, muchas veces se oculta un maltrato cuyo cómplice es el silencio. Por eso, sólo reciben tratamiento antidepresivo y ansiolíticos, porque su situación real no es denunciada.

Doctora Lorena Salazar,

especialista en Medicina Familiar