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Educar en materia de salud es un desafío que enfrenta Chile

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No es desconocido que en Chile existen grandes brechas sociales y que la desigualdad es un tema latente en diversos ámbitos. La Región del Biobío no está ajena a esa realidad, donde la salud y la educación son los más claros y, al mismo tiempo, crudos ejemplos de lo anterior.

Esto, quedó demostrado con los datos arrojados por la encuesta sobre alfabetismo sanitario que aplicó el Instituto de Políticas Públicas en Salud de la Universidad San Sebastián (Ipsuss) y el Centro de Estudios del mismo plantel, cuyos resultados se dieron a conocer, recientemente, en el coloquio "¿Qué entiende de la salud la ciudadanía del Biobío?", instancia en la que participaron el director del Ipsuss y ex ministro de Salud, doctor Jaime Mañalich; el agente regional de la Superintendencia de Salud, Ernesto San Martín; y el director del Centro de Estudios USS, Fabián Riquelme.

INEQUIDAD

Según contó Riquelme, este estudio que incluyó una muestra de 1.459 personas mayores de 15 años, buscaba hacer una radiografía sobre la capacidad de entendimiento sobre la información de salud que tienen los usuarios, verificando si pueden transformarse en agentes de sus enfermedades, dejando ser un paciente.

Que sea la tercera región con afiliación a Fonasa más alta del país y la segunda con la tasa más alta de problemas de acceso al sistema de salud, según Riquelme, son datos que demuestran cuál es la situación actual del Biobío y también una realidad que contextualiza la aplicación de la encuesta que arrojó como conclusión que existe inequidad tanto en el acceso a la salud como en la comprensión de las indicaciones. Esto, claramente, afecta en el manejo de las enfermedades. Así, se demostró que educación y salud son dos temas que muchas veces van de la mano, ya que la percepción del estado de salud general, el conocimiento y nivel de comprensión de las indicaciones, son más negativas mientras más bajo es el nivel educacional de la persona.

Algo que, sin dudas, plantea grandes desafíos. Y es que el 50% de los encuestados con nivel educacional básico dijo haber ido al médico tres o más veces en los últimos doce meses. El conflicto está en que al 39% le resulta muy difícil comprender las indicaciones del personal de salud, versus un 22% de los entrevistados con nivel educacional superior que afirmó tener la misma percepción.

Sobre su estado de salud, un 14% de los consultados con nivel educacional básico lo evaluó como malo o muy malo, porcentaje que disminuye a un 2% cuando se trató de los entrevistados con educación superior.

Los folletos que acompañan los medicamentos también fueron parte de la indagatoria. Al respecto, un 33% de los encuestados con nivel educacional básico no los comprende y un 27% de los encuestados con educación superior tampoco los entiende.

EDUCAR

El ex ministro de Salud, Jaime Mañalich, afirmó que la expectativa de vida de una persona que sólo ha completado su educación básica es seis años menor que quien ha completado la educación superior, aislado el nivel de ingresos económicos.

Asi también, otro dato relevante, es la incidencia que tiene el nivel educacional de la madre en el riesgo de mortalidad infantil, el que es ocho veces mayor en aquellos casos donde la mamá sólo ha cursado educación básica versus aquella que ha completado la universitaria. Una injusticia que tiene un crudo ejemplo en la Región del Biobío, especificamente en la comuna de El Carmen (Ñuble), donde cada mil nacidos vivos, hay 22 muertes, mientras que el promedio en Chile es de 7 cada mil nacidos vivos.

Ante una inequidad educacional que afecta en la calidad de vida de las personas, es que educar a los adultos respecto a la salud es uno de los desafíos que debe enfrentar Chile. Un factor clave, afirmó el doctor Jaime Mañalich y que la Unesco, que patrocina la iniciativa "Paciente Empoderado" del Ipsuss, ha relevado al participar en proyectos de educación en salud para personas vulnerables en países en desarrollo. "La pregunta que se ha hecho la Unesco es si es posible disminuir la inequidad al educar a los adultos en salud. Y sí, con el taller de paciente empoderado se han visto resultados. Esa es una tarea pendiente y es algo en lo que vale la pena invertir en un país que envejece y donde las enfermedades crónicas predominan", reflexionó Mañalich, agregando que, en nuestro país 6 de cada 10 adultos mayores sufre una o varias enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, obesidad y depresión)-.

Esto implica que algunos deban ingerir varios medicamentos cada día y, si se consideran los resultados de la encuesta sobre alfabetización y la realidad que se refleja sobre la dificultad para entender indicaciones; la educación se vuelve un tema urgente y trascendental para mejorar la calidad de vida.

HUMANIZAR

Educar y empoderar a los usuarios del sistema de salud, va de la mano con otro desafío que tiene como objetivo disminuir la sensación de desprotección con la que muchos usuarios dicen convivir, provocada por un acceso complejo al sistema de salud y una relación lejana con los profesionales que trabajan en éste.

Así lo sostuvo el agente regional de la Superintendencia de Salud, Enrique San Martín, quien contó que entre el 2013-2014, se realizó un estudio nacional respecto al valor positiva que le dan los usuarios a las prestaciones de salud. "Los pacientes buscan sentirse protegidos y entender la información que te entregan sobre una enfermedad, permite sentirte menos vulnerable", dijo. Es así que una de las demandas es que los prestadores utilicen un lenguaje más comprensible, entregando información expedita y clara. Asimismo, agregó que la necesidad de los usuarios es también el de un personal más humano y cálido, porque una tención deshumanizada aumenta la sensación de vulnerabilidad.

Ante esto reflexionó que alfabetizar en salud permite mantener una relación más humana y cercana con los prestadores, logrando un sistema de salud que sea más acorde a las necesidades de las personas.

El impacto del trabajo en la vida de la mujer

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El trabajo ocupa un lugar central en la vida de las personas y en muchas ocasiones a través de éste, hombres y mujeres definen su identidad, su independencia y su función en la sociedad.

Hoy, las mujeres representan más del 40% de la fuerza de trabajo mundial, es decir, cerca de 1.200 millones de trabajadoras.

Pero, el trabajo, más allá de los ingresos económicos y de las aspiraciones proyectadas, se asocia a peligros y riesgos para la salud y la seguridad. Los más conocidos son los accidentes laborales y las enfermedades profesionales. Los riesgos que corren los hombres son más conocidos debido a los aspectos de seguridad y salud en el trabajo se han focalizado en empleos predominantemente masculinos, como los asociados a la industria, la construcción y la minería.

Sin embargo, es evidente que en los últimos años se ha promovido una igualdad de género, de derechos, oportunidades y trato en el ámbito laboral para las mujeres. Así, muchas laboran en ocupaciones tradicionalmente para varones. En la industria manufacturera, muchas se exponen a largas jornadas en puestos de trabajo y suelen manejar máquinas sin usar una protección básica. En la industria microelectrónica, las mujeres están expuestas a sustancias químicas que pueden tener efectos cancerígenos.

El trabajo a nivel mundial para la mujer se concentra en la agricultura y en el sector de servicios, y existe evidencia de que la incidencia de lesiones y enfermedades es muy alta, asociada con la exposición a los pesticidas, agroquímicos, manejo de animales y el contacto con plantas peligrosas. Por otra parte, se ha publicado que en el área de servicios, donde el trabajo femenino se concentra en cerca del 45%, las situaciones de tensión física y psicológica, así como los problemas ergonómicos, pueden generar insatisfacción y afectar la productividad. En este caso, las mujeres están más expuestas que los hombres a los riesgos psicosociales del trabajo.

Los años laborales de hombres y mujeres se relacionan con su ciclo reproductivo. Las influencias de las condiciones de trabajo tales como la exposición a agentes tóxico-químicos y el estrés, pueden afectar la fertilidad en ambos sexos.

Con la participación de la fuerza de trabajo cada vez mayor entre las mujeres se incrementa la probabilidad a la exposición a estos agentes durante el embarazo, con los riesgos de abortos, prematuridad y defectos congénitos en su hijo/hija.

Por eso, además de velar por la igualdad de oportunidades, ya que las mujeres acceden con más frecuencia a trabajos con salarios bajos; la separación de la fuerza de trabajo en función del sexo es un desafío hoy para la seguridad y salud de hombres y mujeres, así como velar por sus aspectos sexuales y reproductivos.