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Se ofrece boleta

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Lo siento, por más que he revisado mi contabilidad desde que soy un contribuyente, por más que he rebuscado en carpetas de papel y archivos digitales, no logro encontrar una boleta extendida a Penta. Y es triste por dos razones. La primera, porque así me convierto en un ciudadano de segunda categoría, un paria al que nadie le presta atención. Por estos días, el fenomenal caso de las boletas fuleras para financiar campañas y eludir pagos de impuestos ha dado un inusitado giro: si al principio se consideraba un delito económico y una afrenta para la persona involucrada - por eso andaban calladitos - ahora se le ve con algo de distinción aparecer en las listas. Es como formar parte de un mismo club exclusivo, y yo no estoy ahí.

Pero están todos los demás. Y los políticos que todavía no son mencionados deben sentirse muy afligidos porque a ellos no les pasaron el dato de que había un grupo privado - gente muy simpática y solvente - que regalaba plata a destajo. Sólo había que ponerse a la cola, pedir una cita, llevar el talonario de boletas del conserje o la empleada, y recibir un turrón de plata extra, fresca y motivadora, para apuntalar la campaña electoral. Malditos egoístas que no compartieron el dato, dirán.

La segunda razón es que yo, sin lugar a dudas, habría presentado una boleta de honorarios por cualquier tipo de asesoría. Hasta habría sido capaz de cumplir dicha asesoría en lo que fuese, ojalá en el área de la comedia en donde me manejo bien. ¿Qué tal unos cincuenta palos por un par de charlas motivacionales a los cabros de Penta o SQM? Y sin importar que después apareciese mi nombre en los comunicados de la fiscalía, ¿quién es este sujeto que se dice humorista?, ¿hay registro de que este payaso efectivamente haya echado la talla en el salón de reuniones de Penta?

Con la plata depositada en mi cuenta bancaria, usted comprenderá que me importaría una zapatilla el posterior 'qué dirán'. Tal como ocurre con todos los mencionados que - como nunca antes - han dado un ejemplo de unidad nacional con la que pasaron el tarrito sin que pesara la orientación política, el programa de gobierno o el precio de los limones. ¿Qué se habrá necesitado para ser merecedor del manso dato de que en esa oficina alguien estaba regalando billetes a cambio de nada?

Es mejor reírse un poco del asunto, porque si lo tomamos en serio nos da pena y vergüenza si, por ejemplo, escuchamos los descargos inverosímiles de algunos de los políticos aceitados. Y me late que todavía falta engrosar la lista, y que varios fulanos deben estar tiritando porque quizás mañana aparezca su nombre en la prensa. En mi caso, ya lo dije, estaría feliz, salvo que no me invitaron a la fiesta.