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Índice de confianza

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El Índice de Confianza en la Economía Regional, que elabora la Carrera de Ingeniería Comercial de la Universidad San Sebastián, ha revelado que un 29% de los encuestados dice que la situación económica en la Región del Biobío es mala, mientras que, al otro extremo, un 11% la considera buena. Las apreciaciones más pesimistas se encuentran en Los Ángeles, en tanto que en Chillán tienen una visión más positiva.

La unidad académica realiza este estudio desde el año 2011 y ha estimado que la percepción negativa puede ser explicada por el momento de la economía, que muestra un bajo crecimiento, una inflación más alta de lo esperado y una crisis en las instituciones, derivada de los casos que han sido de conocimiento público.

Puede haber múltiples explicaciones, pero sin lugar a dudas que un impacto importante corresponde a la mayor estrechez que se ve en el empleo, ya que un 70% de los encuestados piensa que encontrar trabajo en la Región hoy es más difícil, tema que tiene mucha cercanía con las personas.

Desde otro ángulo, tal vez son demasiados los casos bullados de atentados económicos que se han visto en los últimos años, como la colusión de las cadenas de farmacias, las de las grandes compañías productoras de pollos, el caso de las repactaciones unilaterales de deudas de clientes de La Polar y adulteración de resultados financieros, la poca transparencia en el mercado doméstico de los combustibles, etc. Y no habría que descartar que los consumidores tengan poca confianza en el manejo económico que están haciendo las autoridades, de manera que expresen su pesimismo.

No obstante, la visión futura de la región es optimista, ya que un tercio de los consultados cree que la situación económica de la Región será mejor en dos años más, mientras que sólo un 20% cree que será peor. En ese sentido, los más esperanzados son los habitantes de Los Ángeles.

Cuando hay percepciones negativas y crisis que ponen en duda la confianza en actores políticos de todo tipo y gubernamentales, como ocurre en estos días, cuesta recomponer la confianza. Si los indicadores dicen que las expectativas de la gente son esperanzadores para dos años más, tanto mejor, porque más pronto saldremos de estas visiones críticas, respecto de las cuales las autoridades deben estar atentas, para adoptar las correcciones que correspondan.

La universidad y la vida

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Se supone que la universidad es para prepararse para "la vida". Algunas de las lecciones vitales más valiosas pueden aprenderse durante los primeros días, en un ritual primitivo y bárbaro llamado mechoneo. Los estudiantes de primer año son sometidos a vejaciones de todo tipo y sólo luego de haberlas sufrido pacientemente pueden ser admitidos como miembros de esa comunidad de profesores y estudiantes que juntos buscan la verdad.

La primera lección es sobre la inconsecuencia del ser humano: quienes declaran querer un mundo mejor, estar en contra de abusos de todo tipo y a favor de los oprimidos, tratan a sus compañeros peor que a animales. La segunda es sobre la propia alma: quienes que hoy entran a la universidad y sufren humillaciones, dispensarán el mismo trato vejatorio a los "mechones" del próximo año. La tercera es parecida a las anteriores: quienes supuestamente cultivan la razón y el pensamiento crítico no dudan en perpetuar cada año una tradición violenta y estúpida, sólo porque es una tradición. Un añadido: no se puede contar con la autoridad competente para que restaure el orden. Pero no se trata de esto.

Aunque la universidad prepare para la vida adulta mediante la enseñanza de una profesión (la universidad chilena es eminentemente técnica), la técnica o profesión es sólo una parte de la vida, incluso es sólo una parte en su mismo ejercicio. También están los hábitos sin los cuales no puede hacerse bien ninguna cosa. Y es aquí, por lo que poco que alcanzo a ver desde mi posición, que la universidad falla. El ambiente que proporciona es completamente irreal y en vez de preparar para la vida adulta tiende a prolongar la adolescencia. En la vida real la acciones tienen consecuencias, repercuten sobre quien las realiza. Hay situaciones en las que la relación entre acción y consecuencia se hace más tenue o se retrasa, pero en la universidad esto puede llegar al extremo.

He visto alumnos que se dedican a jugar computador y a ver series de televisión durante todo un semestre y sólo al final -porque reprueban el ramo- se dan cuenta de que lo que hicieron fue una pérdida de tiempo. En la "vida real" una persona no alcanza a pasar un dos meses sin hacer su trabajo (los empleos políticos y gubernamentales no cuentan como "mundo real"). He sabido de alumnos que llegan a hacer un ramo hasta cinco veces (¡en una universidad tradicional!). Sólo después de reprobarlo por tercera vez caen en causal de eliminación y el consejo de la facultad siempre da segundas y terceras oportunidades. En la "vida real" es difícil que pasen esas cosas (extensiones de plazos, tolerancia para con reiteradas inasistencias, indolencia constante, etc.) sin fracasar, menos cuando se trabaja independientemente. Un pequeño comerciante o un agricultor tendrían mucho que enseñar a algunos estudiantes que conozco, pero la universidad no puede hacerse cargo de todo.