Bachelet: factores que explican su cada vez más baja adhesión
Michelle Bachelet anunció que su gobierno sería uno de tipo reformista. Para asegurar el éxito de sus propuestas, no sólo solicitó el apoyo de la ciudadanía para su campaña, sino también lo pidió de manera expresa para todos los candidatos que validaban su programa de gobierno. Fue así que su éxito particular también se traspasó al Parlamento, lo que le permitió a la Nueva Mayoría alcanzar el predominio político en ambas cámaras.
Ante ese escenario, la Presidenta tenía como objetivo primario validar la confianza de la ciudadanía a partir de la implementación de sus promesas de campaña y su programa reformista. No obstante, los primeros obstáculos en la materialización de sus promesas no vinieron de la oposición, sino que de sectores de su propia coalición, que entendieron que el apoyo incondicional a Bachelet era una herramienta electoral que les garantizaba la obtención de cuotas de poder en el Parlamento.
Fue ante esto, y en el seno de la Nueva Mayoría, que los partidos políticos fueron maquinando agendas particulares que chocaban con aquella que la mandataria le había prometido a la ciudadanía, situación que terminó por concretar algunas reformas, como la tributaria y la electoral, que distan sustancialmente de la esencia que ella había prometido.
La no resolución oportuna de esto fue uno de los elementos que empezó a mermar la credibilidad de la mandataria, la que además siguió decayendo al cometer el error de no saber leer el contexto político nacional al optar por mostrarse silente ante hechos que claramente requerían de una voz y de un liderazgo que permitiese ordenar una casa revuelta por sus propios inquilinos. En ese escenario, la aprobación ciudadana de Bachelet comenzó a bajar peligrosamente de cara a la sustentabilidad programática de su gobierno.
A su vez, su silente y negligente actitud en el escándalo del caso Caval, en el que su hijo está directamente involucrado, terminó por golpear su ya disminuida credibilidad.
En la actualidad, y una vez internalizados socialmente los alcances del caso Caval, las encuestas, tal como la última Cadem-Plaza Pública, demuestran que el rechazo a la gestión de la Presidenta ha aumentado sistemáticamente, alcanzando -en virtud de la encuesta referenciada- un peligroso 60%.
Ante ello, y atendiendo a necesaria gobernabilidad de nuestro país, es que se requiere con urgencia un cambio de actitud de la Presidenta, en especial en lo que respecta a ocupar el ropaje de liderazgo con el que la ciudadanía la invistió. Para ello, y como una de sus primeras medidas, la Presidenta debe cambiar el discurso vacío y básico relativo a la necesidad de implementar acciones que permitan corregir las desviaciones de un sistema político que muestra déficit de probidad.
La mandataria debe asumir y reconocer que la realidad política que tiene nuestro país, y de la que ella es parte importante, ha decepcionado con creces a la ciudadanía. Debe reconocer que hay corrupción en Chile y que no se puede gobernar bajo la premisa que las instituciones funcionan cuando es evidente que eso no es cierto. El reconocimiento de las culpas propias y del sistema que gobierna, es el cambio de actitud que se necesita para el nuevo repensar que requiere nuestro sistema político.