En todas las sociedades existen rituales, los que, en uno de sus sentidos, permiten a un sujeto reconocer el término de una etapa del ciclo vital y/o permitir la apertura hacia nuevas formas de establecer sus vínculos al interior de un grupo social.
El mechoneo se puede inscribir en este marco de funcionamiento en nuestra sociedad contemporánea. Sin embargo, los significados implícitos que actualmente provee a la juventud que ingresa a la universidad, merecen una reflexión.
En primer lugar, el mechoneo está inserto en un movimiento cultural que está marcado por el dominio de la urgencia, de lo inmediato y donde todo se puede experimentar con escasos límites, además de una baja responsabilidad por el autocuidado y el bienestar del otro.
Para el filósofo francés Lipotewski, estamos viviendo en la era del vacío, es decir, las grandes ideologías representan cada vez menos los ideales individuales, dejando al sujeto lleno de incertidumbre, llevándolo a hacerse cargo, en la más absoluta soledad, de construir su futuro.
En segundo lugar, están las sensaciones que se impregnan en la piel de cada sujeto joven, dentro de este marco de regulación social, dígase entonces la aparición de fuertes y continuos sentimientos de desamparo y desprotección frente a un cambio permanente.
El ritual del mechoneo actúa como un espejo para todos nosotros, pues permite reconocer las principales debilidades de nuestros sistemas educativos y sociales. Podemos hacer consciente aquello que sentimos, pero que nos aterroriza reconocerlo: existe lamentablemente una forma violenta de relacionarnos diariamente.
En otro ángulo, otro de los riesgos de esta forma de vivir es que se permite la aparición de fenómenos totalitarios al interior de los grupos, los que suelen anular las regulaciones de las convivencias saludables, por cierto, también facilita el desarrollo de líderes, los cuales son capaces de canalizar las partes más rudimentarias de los impulsos dentro de una relación social, llegando a desarrollar vínculos de sometimiento, en que el sujeto sufre la anulación de su subjetividad.
Todo esto es posible observarlo cuando aparecen jóvenes con sus caras rayadas, con sus ropas maltratadas o impregnadas con sustancias nauseabundas, sin calzado, entre otros destrozos. Así, se puede transformar a un sujeto pensante y emocional, en uno adormecido y carente de voluntad para romper esta propuesta.
Afortunadamente en este paisaje, existen muchos otros jóvenes que transmiten en sus mechoneos otras realidades, aprendizajes y estilos de relación, muchos plenos de creatividad, esperanza, nobleza y buenos deseos, como también de valores y solidaridad.
Estos representan la oportunidad para que todos podamos apoyarlos, en especial los medios de comunicación, pues son quienes pueden dar un soplo de inspiración para intentar que germine en la juventud una nueva forma de relacionarse sobre la base de la cooperación, respeto, alegría y cuidado del entorno, para dejar un buen recuerdo en aquellos que recién empiezan y desde aquí multiplicar estas nuevas forma de aprender a vivir.