Deserción universitaria
Tres de cada diez estudiantes que ingresa a la Educación Superior (centro de formación técnica, instituto profesional o universidad) abandonan sus estudios tras el primer año, arrojó una investigación del Servicio de Información de Educación Superior (Sies) del Mineduc.
Si bien un 13% retoma estudios en los tres años posteriores, la deserción es un fenómeno complejo que afecta en mayor medida a alumnos de segmentos socioeconómicos más vulnerables y a quienes tuvieron peor desempeño académico en educación media. Así, la tasa de retención en alumnos de colegios particulares pagados alcanza a un 78%, mientras que entre los estudiantes de establecimientos municipales el porcentaje baja a un 67%. También se observan diferencias entre quienes recibieron beneficios como becas y/o créditos en comparación con aquéllos que no accedieron a estas vías de financiamiento. Entre los primeros la tasa de retención llega al 80% y en el segundo grupo la cifra disminuye a un 58%.
Al analizar las causas surgen tres factores: académicos, vocacionales y económicos. Muchos jóvenes deben dejar sus carreras para trabajar, con el agravante de que no disponen de las competencias necesarias, no cuentan con experiencia y arrastran, en ocasiones, deuda por los estudios abandonados. Un problema que requiere que, como país, nos comprometamos a velar para que ningún joven con méritos académicos abandone los estudios por problemas financieros. Los recursos fiscales se deben concentrar en este segmento. Asimismo, las instituciones debemos hacer esfuerzos para generar becas que los ayuden a solventar los estudios.
Las dificultades académicas son también causa de deserción. Para abordar este problema, que afecta en mayor medida a alumnos de sectores con menor capital cultural, algunas instituciones han implementado mecanismos remediales como nivelaciones que, en ciertos casos, resultan insuficientes para enfrentar las serias falencias que los alumnos arrastran. Sin acompañamiento y tutorías, un curso inicial no es suficiente.
Es fundamental que el país ponga el acento en la calidad de la educación escolar, desde prebásica a media, para que puedan desarrollar sus capacidades en la educación superior. Ello implica no sólo mayor solidez académica, sino que herramientas para definir la vocación. Los establecimientos de enseñanza media tienen la responsabilidad de fortalecer la formación de los estudiantes y guiarlos en su decisión vocacional, de lo contrario, llegan a la educación superior con una alta probabilidad de desertar tras los primeros años.
Otorgar las facilidades para que el estudiante persevere en sus estudios no basta. Es imprescindible su compromiso, esfuerzo y constancia, pues, aunque tengamos el mejor sistema, de nada servirá si los alumnos no ponen de su parte.