Publicidad de los casos
Para el abogado Julio Disi, a quien no le gustaron las transmisiones en directo de las audiencias de formalización del Caso Penta, es grave que se incorporara "a la sala del tribunal un personaje anónimo que es la opinión pública".
No es el único que piensa que si las transmisiones de TV eran un mal necesario, el Poder Judicial agravó las cosas al poner las imágenes de sus propias cámaras a disposición del público vía streaming.
La presencia de este "personaje anónimo" no se debe únicamente al canal del Poder Judicial. De hecho otras transmisiones -notoriamente las de CNN- permitieron a millones de personas seguir día a día las argumentaciones, ver de muy cerca al juez, a los inculpados, a sus abogados y a los fiscales, asomarse a sus apuntes (textos y dibujos) y hasta captar un mail de apoyo del diputado Hasbún.
El tema es sin duda complejo, pero solo confirma un hecho evidente: hoy nadie está libre de cámaras indiscretas. Lo que al comienzo era un juguete para a animadores como Don Francisco, hoy está en manos de muchos. Cuando no son equipos personales, están siempre al acecho las omnipresentes cámaras del tránsito, de la policía o de seguridad de los edificios. Es el comienzo de la retirada -al parecer definitiva- de la privacidad.
Esto que las personas no quieren que las vean o escuchen en momentos íntimos, no es una costumbre antigua. En la pequeña aldea del comienzo de la historia prácticamente no había espacios privados. Y no los hubo por siglos. En la realeza, ciertos acontecimientos que hoy nos parecen como muy íntimos debían ser presenciados por testigos que podían avalar quien era la madre de un recién nacido, que un matrimonio efectivamente se había consumado o que el rey había muerto.
El reinado de Luis XIV marca un punto de inflexión. La etiqueta de Versalles exigía que cada mañana, al levantarse, se sentara en su silla-orinal. Como el acto era con público, el artefacto era un objeto de lujo hecho con maderas finas e incrustaciones de cobre y nácar. Sus descendientes pusieron fin al espectáculo, pero por largo tiempo los excusados siguieron siendo una rareza.
Comienza entonces una época en que se privilegia la privacidad que ha durado hasta hoy… cuando los videos, los whatsapp, los selfies y el youtube permiten que todo se comunique: lo sagrado y lo profano, pero sobre todo lo banal.
No solo eso. Como respondió el ministro Milton Juica, vocero de la Corte Suprema, al abogado Disi: "Estamos por la publicidad de los casos, para que el público conozca. Esto es muy importante porque las cosas oscuras provocan la corrupción".
En otras palabras, se busca el equilibrio entre el secretismo extremo y la publicidad sin límites ni pudor. Y no siempre es cómodo.
A lo largo de la historia tenemos muy presente que los momentos más negros siempre estuvieron determinados por líderes y grupos intolerantes, que viven del fanatismo irracional. Públicos y conocidos han resultado en los últimos meses la serie de aberrantes ataques del Estado Islámico (EI) contra objetivos humanos, militares y culturales. Tales hechos deben encontrarse entre lo peor que se ha visto durante el último tiempo, cosa no menor, considerando la cantidad de barbaries que recorren la historia humana. Quema de libros; negación de la ciencia y variados descubrimientos, por parte de la Iglesia; persecuciones contra infieles y no cristianos; masivos genocidios de etnias, por nombrar sólo algunas.
Y cuando ya parece haber pasado lo peor, cuando las democracias y las libertades amanecían en plena consolidación, una ola de extremismo recorre el mundo, azotando con extrema violencia, incluso en propio territorio occidental.
El llamado Estado Islámico ha sido el protagonista de sangrientos episodios. Muerte y ataque a civiles, mujeres y atroces ejecuciones de ciudadanos de Occidente y Japón, han sido lo más conocido, a lo que han sumado el saqueo y destrucción de antiguas ciudades, sitios arqueológicos y museos.
Se trata de pérdidas irrecuperables que sorprenden por su fiebre fanática, o 'Yihad arqueológica', que busca borrar de la historia lo que consideran muestras y símbolos de paganismo. Así han podido observarse imágenes de personeros del EI con grandes mazos y taladros destruyendo estatuas y otras piezas de un valor histórico y cultural inconmensurable.
En un video conocido, uno de los extremistas justificaba sus brutales actos asegurando que los pueblos de la antigüedad adoraban a ídolos "en vez de a Alá". Dichos propios de quienes creen en los absolutos y en una sola verdad que no admite diferencias.
Para Occidente, que debe comportarse a la altura de su tradición y legado, se trata de un nuevo desafío, considerando que nada parece estar a resguardo, ni a salvo de militantes que no están dispuestos a dialogar, sino sólo a destruir.
El hombre es el lobo del hombre. Una y otra vez. Aquellos que buscan y defienden verdades completas, que habitan exclusivamente en el blanco o el negro, son habitualmente los tristes personajes de las peores tragedias humanas.