Chalecos con rombos
Las excusas le echan más carbón a la falta. Y para peor, las excusas han sido mínimas, poco honestas, carentes de humildad ante la tremenda embarrada que - ahora sabemos, con pruebas fehacientes - se han mandado los señoritos de la UDI con sus camisas de colores y cuello blanco, con su chalecos de rombos el fin de semana para recibir al periodista en casa, y con esa manía moralista con que a nosotros los huérfanos del espectro político nos tienen curcunchos.
¿Y de dónde tan moralistas y beatíficos, me pregunto, si debajo de su alfombra se oculta un basural del tamaño de una manada de elefantes gordos?
Los otros actores tampoco se salvan, qué tremenda novedad, pero es el momento de pegarles coscorrones a los cachos viciados de la UDI y su idea vanagloriosa de que ahí, en esa carpa, se encuentran los grandes modelos de la humanidad. Primera mentira. Nos vamos enterando de que no era tan cierto eso de que 'la UDI popular' - - había crecido en votación y se multiplicaba en 'los sectores populares', para desmedro de los demás partidos políticos expertos en la gallada y el estado llano. No. Había sido más bien un ardid económico: los viejos bacanes dueños del país se estaban colocando con las lucas para reorientar el resultado de las votaciones.
Es decir, el candidato UDI siempre estuvo más mojado que los demás candidatos, algo así como la ley de las ventajas comparativas: ellos poseían una habilidad natural para congraciarse con los palos gruesos, a gran distancia respecto de sus pares de la vereda opuesta. Nótese el lenguaje técnico-económico aplicado a la cadena de argucias.
Mire, después de todo no estuvimos tan mal, dirán. No es tanta la plata, como dijo la ahora famosa nuera. Voy a dar un paso al costado, sostuvo su presidente en un gesto heroico - pero como un héroe que llegó atrasado a la batalla, imaginando que así nos íbamos a olvidar de los chanchullos con que financiaban sus campañas políticas -, porque ahora es tiempo de reparar la tienda y abrir paso a la savia nueva. Segunda mentira, pues hay muchachada joven de chalecos de rombos que también ha pasado el tarrito entre los capitanes del dinero.
No creamos que ahora, una vez que salieron pillados, van a aprender la lección. El descaro es heredable.
En este escenario, las recomendaciones viables son escasas: tal vez dar de baja la sede del partido, rematar los bienes inmuebles junto a los viejos carcamales, entregar al reciclaje las banderas y chapitas. Y olvidarse para siempre de otro intento por agarrar el poder porque así, con esas artes de cambulloneros, es feo e inexcusable.