Prensa y realeza
Para el diario holandés De Telegraaf, se trataba de "un homenaje a la ex soberana". Por eso no vacilaron en publicar una foto de la exreina Beatriz de 77 años mientras esquiaba en Leech, en Austria. Según el periódico, la imagen mostraba "la buena forma de nuestra antigua reina, que es un ejemplo para las mujeres de su generación".
Nada esto, sin embargo, salvó a De Telegraaf de ser excluido de la sesión oficial de fotografías en el mismo centro invernal. La Casa Real se basó en un acuerdo que estableció que los reporteros gráficos solo tendrían dos oportunidades al año para retratar a los reyes y a sus familiares. De Telegraaf no firmó el acuerdo y ahora ha reiterado que le parece superfluo.
Es posible, sin embargo, que el caso termine en los tribunales.
Aunque la realidad chilena es muy distinta -en el primer gobierno de Michele Bachelet se publicó incluso una fotografía de ella con su asesora de prensa en una playa brasileña- hay algo común entre este episodio y los resguardos de La Moneda frente al periodismo: la pretensión de querer manejar unilateralmente la relación con los medios.
Ello ocurre porque se olvida que los periodistas somos profesionales universitarios mandatados por la sociedad para investigar temas de interés. Para ello, debemos estar en condiciones de entrevistar y retratar a todas las fuentes que tengan información útil.
Aunque la farándula ha desvirtuado muchas veces el sentido del trabajo profesional, se entiende que ello no anula su importancia ni es excusa para callar.
No hay otra fórmula mejor para informar a la opinión pública de manera "veraz, leal y oportuna". Por eso, es legítimo hacer un paralelo con la famosa frase de Churchill quien creía que la democracia era el peor sistema de gobierno… pero que no se había inventado otro mejor. El periodismo es la mejor manera de mantener a la sociedad informada y capacitada para decidir. No se ha inventado otra mejor, como lo prueban, por contraste, los abusos que se cometen a través de las redes sociales.
La exigencia básica para cumplir esta misión es la libertad. Ya sabemos lo que ha pasado en tiempos de restricciones, a veces brutales como las que sufrimos en un pasado no muy lejano. Pero hay limitaciones que pueden parecer más inofensivas y que, en definitiva, llegan a ser más peligrosas. Una de ellas es que la fuente condicione el temario, las preguntas y las fotografías.
La esencia del juego informativo es que sea absolutamente libre, incluso cuando cause incomodidad o desagrado.
Es algo que nunca se debería olvidar.
El tema de la gratuidad universal para la educación superior ha vuelto en los últimos días al debate público con declaraciones como la del ex ministro de la Secretaría General de Gobierno, José Joaquín Brunner, quien sostiene que antes de plantear la gratuidad es necesario insistir en la calidad, restableciendo y refundando el sistema de acreditación. En una entrevista, puntualizó que "debiéramos partir discutiendo una ley de aseguramiento de la calidad y no por el lado de la gratuidad".
El hecho es que en el segundo semestre del presente año el Gobierno enviará al Congreso el proyecto que establece, a partir de 2016, la mencionada gratuidad. Se estima que el otorgamiento del beneficio tendría un costo entre 2 mil y 3 mil millones de dólares y los críticos dicen que la mitad o poco más de esos recursos beneficiarían a estudiantes provenientes del 20% de familias de mayores ingresos de la población.
Dentro del debate es necesario considerar que, de acuerdo a mediciones del Ministerio de Educación, la deserción en primer año de universidad supera el 25%. De ese porcentaje la mayoría corresponde a estudiantes provenientes de la educación municipal.
El tema de la deserción puede tener varios factores, incluyendo la necesidad de que ese joven estudiante deba dejar la carrera universitaria por un factor económico, pero también resalta un hecho planteando en forma reiterada en el mundo académico: la mala preparación con que los alumnos llegan a la educación superior.
Aparece entonces la duda sobre la focalización del elevado gasto en educación superior que estaría beneficiando a estudiantes de mayores ingresos, en circunstancias que se detecta una grave falencia en los niveles escolares públicos que sería necesario reforzar con calidad y, por cierto, con inversión en docentes, equipos e infraestructura.
El debate que viene en el Congreso será trascendental y no puede ceder ante presiones que podrían concluir en una mala ley, en cierta medida injusta, y que relegaría a un segundo plano, como lo teme el académico Brunner, el tema fundamental de la calidad.