Los cambios sociales que quedaron en el camino tras el 27/F
El 27/F no solo dejó secuelas físicas en las personas y en la ciudad, también hizo que nos diéramos cuenta de que como sociedad no estábamos preparados para enfrentar un terremoto. Resulta curioso dado que deberíamos estar acostumbrados por las condiciones del lugar donde vivimos.
En cuanto a los resultados en las personas, sabemos la cantidad de muertos, heridos y damnificados. También hay que considerar las secuelas que dejó en la ciudad. Pasó mucho tiempo para que el daño en la infraestructura estuviera en su mayoría reparado. Aún hay calles que tienen las secuelas de lo que ocurrió hace cinco años. La ciudad además se vio afectada en términos de su composición: se cayeron casas, obligando a demolerlas y, en muchos casos, a vender los terrenos. Como consecuencia, hemos visto una cantidad mayor de construcciones nuevas que en períodos anteriores. Por lo general, si el terreno estaba en el centro, han construido edificios que cambiaron la ciudad.
Podríamos esperar, entonces, que este cambio tuviese repercusiones en la estructura social que de algún modo determina la forma en que nos comportamos. Hablaríamos de cambios profundos en nuestra sociedad a partir de un evento catastrófico. Lo que llama la atención es que al parecer nuestra estructura social fue mucho más sólida que gran parte de las estructuras físicas previas al 27/F. A pesar de los cambios que ha tenido la ciudad en lo físico, nuestra organización social sigue más o menos igual que hace cinco o diez años.
En los días posteriores al sismo se gestó, en especial en sectores residenciales, un sentido de vida comunitaria. Un hecho tan cotidiano como conseguir agua, se volvió una tarea importante en que muchas personas conocieron por primera vez a sus vecinos. En ocasiones, esto solo significó un saludo esporádico, pero en varios casos pasó a ser una especie de "amistad circunstancial". En marzo de 2010, estaríamos hablando sobre una transformación de la sociedad hacia una más orientada a lo comunitario. Como sabemos, el cambio no perduró y hoy vivimos nuestras relaciones sociales prácticamente igual que antes del 27/F.
Las amistades circunstanciales que se formaron en los días siguientes al terremoto se diluyeron al pasar los meses. Del saludo afectuoso se pasó al saludo por compromiso; de la conversación en el pasillo al saludo a la rápida. ¿Por qué habrá sucedido esto? ¿Nos olvidamos de lo que vivimos con estos desconocidos que, por el azar, viven cerca? Mi hipótesis es que en una sociedad como la nuestra los cambios a nivel de las relaciones sociales no pueden ser permanentes.
Como estamos insertos en una sociedad que se encuentra extremadamente comunicada -no conectada- una vez que se retoma la rutina y nos absorbe la vorágine de nuestras vidas "normales", retomamos también nuestras relaciones sociales normales. Ya sea por los horarios, por las actividades o por todo lo que hacemos a diario, el vínculo circunstancial que formamos con las personas que estaban cerca para el terremoto, es tan frágil que no resiste una estructura social tan poderosa como la nuestra. No digo que no seamos seres gregarios, sino que escogemos nuestras relaciones sociales basándonos en criterios que, por lo general, son distintos de la proximidad física.
Respecto de otras transformaciones a nivel social tras el terremoto, se puede abordar la percepción de seguridad o la escala de valores. A pesar de que esos temas se prestan para un análisis en sí mismos, a mi juicio ocurre lo mismo que con las relaciones sociales: hubo cambios importantes, pero luego de unos meses se diluyeron y hoy la situación se mantiene más o menos de la misma manera que antes del 27/F.