Dinamita Show y su peor actuación
Uno de los momentos más lúcidos del cine norteamericano es el final de "Una Eva y dos Adanes", dirigida por el genial Billy Wilder en 1959. Un enamorado Osgood Fielding III, interpretado por Joe E. Brow, le dice a Daphne/Jerry (Jack Lemmon) "nadie es perfecto", luego de que éste último le diera todas las razones posibles para evitar casarse con él.
El remate perfecto y un ritmo trepidante, para una comedia que no cansa ver 56 años después de su estreno. Una película vigente por la genialidad de un director, que llevó el genero un peldaño más arriba.
Fue, precisamente, en el remate y el manejo del ritmo donde la rutina de Dinamita Show tuvo dos fallas de imperdonable factura, la noche del lunes, en un escenario que el dúo conoce bien desde 1996.
Después de 90 minutos dio la impresión de que toda la experiencia ganada por el dúo porteño se fue al tacho de la basura, considerando que éste, era su quinto paso por la Quinta Vergara (también estuvieron en 2001, 2009, 2012).
Lo mejor del dúo en Viña fue su debut hace 19 años, con una puesta en escena fundada en "El Flaco". Allí exponía su admiración por comediantes como Jerry Lewis o lo físico de Buster Keaton.
Desde el punto vista de la construcción de rutina, también aprobaron con la actuación de 2012. A ese efecto propiamente recreacional -la historia contada y actuada-, en esa oportunidad se sumó el reírse de ellos mismos. Autoreferencia que les dio pie para alcanzar un nuevo vuelo y girar por el país (lo vimos en Viva Dichato el año pasado).
EL DRAMA DE LA FLOJERA
Posiblemente, lo ocurrido hace tres años en el Festival haya sido el giro final para una carrera que ellos mismos se empezaron a tomar de manera relajada. Es decir, metiéndose al público al bolsillo, uno que le perdona "todo", porque los quiere y le tiene cariño.
El llamado "monstruo" no es más que el espejo contemporáneo de lo buena onda de nuestras plateas. Una que cede fácilmente al recurso sensible, llorón y de frágil memoria.
Es en este aspecto donde se funda el que Dinamita Show haya presentado la peor rutina de su historia. Más encima, en su propia casa (ellos nacieron en las calles de la Ciudad Jardín a fines de los años 80).
En otras palabras -y no me vengan con el cuento de los nervios- tenían clarísimo que ésta iba a ser una actuación segura, aplaudida y emotiva. Por lo tanto, y lamentablemente, lo que mostraron fue un mal cruce de lo hecho en 1996 y 2012. El pecado es que hicieron el mínimo esfuerzo al plantear una rutina consciente desde el interior del relato, es decir, con una línea argumental lógica. Por eso la falta de ritmo, narratividad y remates invisibles.
Fueron víctimas por la flojera de no entender que venir de vuelta no es quedarse en los laureles. Éstos también se pueden secar, sobre todo, porque nadie se cree lo de la despedida.