Pablo Larraín tenía razones para triunfar en Berlín 2015
Al pensar en un festival de cine vienen a la mente las imágenes más clásicas y comunes. Por ejemplo, en medio de la fría tarde de Berlín, las luces, el espectáculo, la alfombra roja. Quizás más importante es ver cómo una ciudad se vuelca en torno al cine, abierto a nuevas historias, a nuevas formas de relato. Finalmente, cómo esa comunidad se abre para poder recibir otras miradas.
En este contexto, la película "El club", dirigida por Pablo Larraín y producida por Fábula, recibió el Oso de Plata del Gran Premio del Jurado.
Filmada en la localidad de La Boca, en la comuna de Navidad, relata la historia de un grupo de sacerdotes católicos, que cuentan con un oscuro pasado, y que son expulsados a una casa de "oración y penitencia".
El diseño de producción, según me contó Juan de Dios Larraín (productor del filme) fue de forma silenciosa. Llegaron a La Boca entre julio y agosto de 2014 junto a los actores Jaime Vadell, Alejandro Sieveking, Alfredo Castro, José Soza y Antonia Zegers. La idea era filmar esta historia coescrita por Larraín, el dramaturgo Guillermo Calderón y el escritor y crítico de cine Daniel Villalobos.
La cinta tiene que ver con la premisa de que la Iglesia difícilmente cree que sus miembros van a encontrar la justicia en un tribunal civil. Por esto, su propia institución, quizás creando un espacio de seguridad de la imagen de ellos, es que se buscan estas salidas "silenciosas", paradójicamente de la misma forma en que el equipo llegó al pueblo de la VI Región para filmar. Se abordan temas sobre la redención, sobre la purga y las víctimas.
EN EL ENCIERRO
Éste es el quinto filme del cineasta chileno de 38 años, recorrido que se demuestra en pantalla, el oficio, estilo y claridad para llevar al público a un punto de reflexión y toma de postura frente al relato.
La historia nos conduce a una apartada caleta en la zona central. Allí se recrea el mundo de reclusión de cuatro curas retirados que expían sus pecados. Los acompaña la hermana Mónica (Antonia Zegers), quien es como su carcelera. Ellos viven el recogimiento, como si fuera un monasterio. Rezan, cantan y pueden salir en la mañana y en la noche, pero sin compañía.
La comodidad y tranquilidad de este "monasterio" se rompe con el arribo de un quinto prelado. Con su llegada, también aparece Sandokán, (Roberto Farías) joven abusado por este sacerdote. Le canta a gritos lo que le ha hecho. Cuando la situación se hace incontenible, aparece un interventor eclesiástico, el padre García (Marcelo Alonso). Es presentado como un "un hombre muy hermoso", que cree en una Iglesia nueva y ha investigado a los penitentes para cerrar la casa.
Entre los residentes hay uno que exalta el amor homosexual, otro que destruyó información sobre crímenes de la Dina, el tercero hacía "el bien" dando bebés por muertos para entregarlos en adopción. El cuarto parece tener demencia senil.
TEMOR A LOS MEDIOS
La madre Mónica lanza una advertencia última ante el peligro de que cierren la casa: "si eso sucede contará todo a la televisión". En paralelo se ve al padre Vidal, (Alfredo Castro), entrenando al galgo haciendo un círculo en la arena. Ahí está la clave que encierra una reflexión bíblica. "Y vio Dios que la luz era buena y separó la luz de las tinieblas". Lo primero que vemos es la imagen de un círculo. La luz y las tinieblas son una misma idea asociada a un círculo. Ahí está el alma de la obra.
La Iglesia tiene pánico a los medios de comunicación y cómo influyen en crear una imagen negativa. Les preocupa lo que se diga, quién lo diga y cómo pueden verse involucrados en ser quienes han ocultado. Los hace cómplices. Lo vemos en el interventor. Por más que tenga convicciones, se resguarda en su rol y en "el amor que tiene por la Iglesia". Logra llevar a Sandokán para vivir con los curas como una penitencia para ellos. Hace que nada salga de ahí y que la entidad no se vea perjudicada.
EXPERIENCIA DIGITAL
"El club" es la primera cinta digital de Larraín, técnica que dice no gustarle, porque hace que todas las películas se vean iguales.
Recuerdo que en "NO", había una búsqueda estética desde el uso del Umatic (video de los 80) y con una utilización "cuadrada" de la pantalla. Ahora usó lentes anamórficos rusos de los 60's como los de Andrei Tarkovsky. Eso le da a la imagen un aspecto brumoso, ligeramente borroso.
Esto sólo para decir que la película luce muy bien. Una razón técnica que lleva al espectador sensorialmente a sentirse en una zona costera, con bruma por la mañana y en la noche. Pero también para hablar del estado emocional en el que se encuentran los personajes, ahí ocultos en la niebla en que la Iglesia deja a sus miembros que han caído en la ilegalidad. Por distintas razones, lleva sistemáticamente escondiendo sacerdotes y me pareció que había ahí un filme encerrado, el del club de los curas perdidos.
Finalmente, el filme del que hablábamos inicialmente tiene ese doble carácter, que lo enmarca, que le da un peso al que pocos logran llegar. La crítica especializada, los jurados y la ciudad se mostraron en la misma sintonía. "El club" era la favorita y se sentía en el ambiente.
La de Larraín no sólo es una buena película, sino que nos pone frente a una obra cinematográfica mayor y frente a un nuevo autor del cine chileno, quizás en remplazo del desaparecido Raúl Ruiz (@laloconce).