Nuevo Savonarola
Visto con la cómoda perspectiva del tiempo, podemos afirmar que a don Savonarola se le pasó la mano. Era un sacerdote dominico que de pronto descubrió que poseía una habilidad poco extendida entre los hombres: veía el pecado en los demás. Estamos en el siglo XV, y en Florencia este cura acusaba a todos los estamentos de la sociedad: a los ricos por ser ricos, a los pobres por no haber sido ricos, a las mujeres por su condición de segunda categoría, incluso a su propia iglesia, tan dada a la adoración del lujo y la opulencia. Llamaba a los príncipes a quemar sus joyas más preciadas en las plazas públicas, y no faltó el tontorrón que le creyó: capaz que este loco sea un iluminado, así que, por si las moscas, un par de diademas al fuego.
No era iluminado, era un loco simple que se dio tantas vueltas sobre sí mismo que terminó churrascado en la hoguera que él les deseaba a otras personas. En particular, decía, a los culpables de sodomía, pecado que - sospechaba - todos cometían en la ciudad. Y en eso no andaba tan lejos, pero es como sospechar que la gente respira.
Herederos de Savonarola ha habido en todos los siglos, tipos sin mucho genio que creen descubrir la verdad y la luz y se molestan hasta la iracundia porque los demás - o sea, nosotros - no vemos ni la verdad ni la luz. Ahora, para ese cargo, es el turno del autodenominado pastor Soto. Es el sujeto que persigue y acosa a parlamentarios y dirigentes sociales empuñando una biblia cuyos pasajes cita de memoria, pero de manera errada. Es el mismo que se ha metido tantas veces en la sede del Parlamento en Valparaíso que al fin ha sido vetado. Es el señor iracundo que aparece en televisión con los ojos desorbitados profiriendo condenas eternas contra todo aquel que no esté de acuerdo con sus vaticinios.
Soto, en tal sentido, es un mediático Savonarola contemporáneo, al que también se le ha pasado la mano. El problema es cómo aguantarlo, cómo resistir la tentación de agarrarlo a patadas por sus impertinencias, sus intolerancias retrógradas y sus interpretaciones creativas de la biblia. Además, ¿de qué vive el señor Soto? A cualquiera de nosotros, comunes asalariados, le resultaría complejo practicar el innoble oficio de la tontera en las calles, creerse a cargo de una cruzada santa - qué novedad - y vestirse en la mañana para salir a combatir infieles. Eso cuesta plata.
Sotito es un pobre diablo alienado incapaz de aceptar que el mundo evoluciona, y que la libertad es el bien supremo. O peor aún: puede que sea un sujeto que una vez se vio en televisión, y le gustó. Todo lo demás es un truco para seguir viéndose en televisión.