Una tarea impostergable
En la Región del Biobío, 116 mil jóvenes de entre 15 y 29 años caen en la categoría de ni-ni, es decir, ni estudian ni trabajan, según una investigación realizada por el Centro de Estudios Arbórea USS. En el país la cifra asciende a casi 750 mil jóvenes, que equivale al 22% de la población de este segmento etario.
Una realidad preocupante, pues se trata de personas que fácilmente pueden verse sumidos en la desesperanza al carecer de desafíos y perspectivas en la vida. Jóvenes que estarían más propensos a presentar conductas de riesgo como consumo de alcohol u otras sustancias e incluso a involucrarse en situaciones delictivas.
En estos meses en que miles de expectantes alumnos se preparan para ingresar a la educación superior, es necesario preocuparse de ese otro porcentaje de jóvenes que ven como la vida pasa sin que ellos sean protagonistas. Son personas que, por diversos motivos, no han logrado proponerse metas y trabajar por ellas. Jóvenes que han crecido, muchas veces, en ambientes de alta vulnerabilidad en que deben enfrentar la cesantía del jefe de hogar o un embarazo precoz.
Como sociedad debemos reflexionar sobre la responsabilidad que nos cabe a los organismos públicos y privados en la búsqueda de soluciones a este problema que afecta el desarrollo del país. Sin duda alguna, tenemos el deber de generar políticas públicas tendientes a minimizar el número de jóvenes que ni estudian ni trabajan, siendo éste un tema urgente si consideramos que estas personas no generan valor en el presente, ya que no trabajan, ni tampoco están invirtiendo en mayor capital humano a través de la educación formal.
Es fundamental otorgar la mayor cantidad de facilidades para que los jóvenes no deserten de la educación secundaria y se incorporen a la educación superior ya sea a centros de formación técnica, institutos profesionales o universidades. Becas y créditos blandos son imprescindibles para cimentar el futuro de estos jóvenes que requieren oportunidades para cumplir sus anhelos de formación profesional.
En el caso de aquellos que opten por incorporarse al mundo del trabajo, se requiere flexibilidad laboral y empresas dispuestas a incorporarlos a sus dotaciones, por ejemplo en jornadas parciales, cuidando siempre el cumplimiento de sus derechos laborales. Estas medidas son necesarias para disminuir las altas tasas de cesantía entre los jóvenes, segmento que, ante situaciones de contracción económica, tiene mayor riesgo de perder el empleo debido a la inexperiencia.
Tanto las instituciones públicas como privadas tenemos el enorme desafío de no dejar al margen de las oportunidades a esos 116 mil jóvenes de la región que hoy ni estudian ni trabajan. Una tarea impostergable.