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Teoría de la risa

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En el acta con que se justifica la ejecución de José Miguel Carrera figura un párrafo muy poco difundido y perdido en los archivos, hasta incomprensible: 'inundó al país de libelos incendiarios contra dichas autoridades y las de Chile, acompañados de caricaturas las más indecentes, que ponían en ridículo los gobiernos de ambos Estados'. ¿Cómo se explica? El patriota había confeccionado dibujos satíricos de los que entonces eran sus enemigos: O'Higgins y San Martín. Al primero lo dibujaba como un burro de largas orejas, y al segundo como su jinete, pero igualmente burro. Y más abajo, el pueblo de Chile con forma de borregos engañados y pisoteados.

Los aludidos se habrán sentido un poco molestos. Y más en una época en que las pasiones republicanas se maceraban en sangre.

De manera inconsciente, Carrera fue el pionero en el género de las ilustraciones de opinión en nuestro país. Un arte que en apariencia es simple y fútil, pero que - hemos visto en estos tristes días - puede desatar fanatismos extremos y calamidades que difícilmente podremos asimilar. El chiste gráfico resulta inaceptable para quienes han cerrado sus cabezas a un solo libro y a una sola idea, y que consideran que todo el resto del mundo está equivocado.

En su libro 'Chao no más', el dibujante y maestro Hernán Vidal - Hervi - recopila su voluminosa obra gráfica publicada durante la dictadura militar en diversos medios de prensa, incluyendo aquellos monos que en su momento no pasaron la valla de la censura. Vistos ahora, a la distancia del tiempo, son inofensivos, pero las autoridades de facto pensaban que una broma contra la junta militar podría significar la caída del régimen, y 'el regreso del comunismo ateo y perverso al poder', o poco menos. Esa sobrerreacción es indicativa de que a los hombres embrutecidos y alienados no les agrada el humor, lo ven como un enemigo más peligroso que un ejército de elefantes artillados.

En la novela 'El nombre de la rosa', de Umberto Eco, encontramos el mismo argumento: al bibliotecario ciego de la abadía medieval no le agrada la risa, no permite que los monjes copistas se rían en el scriptorium porque - dice - la risa es propia de los animales. No obstante, lo que trata de impedir es que alguien de repente comprenda que la risa es un arma que libera del miedo a los hombres. Si somos capaces de reírnos de dios, del diablo, del abad o del rey, es que ya no les tememos. El miedo deja de gobernarnos, y nos volvemos mejores personas.

Sin embargo, ningún tipo de dato histórico o literario me permite esta vez algo de sosiego en el alma. Será también porque no me acomodan las religiones, ni menos los criminales que se esconden en ellas.