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"Hoy más que nunca Chile debiera asumir iniciativas para definir su relación con Perú"

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Dos demandas en La Haya, una de ellas ya resuelta con un fallo del tribunal, fueron el centro del debate en materia de política exterior de Chile en 2014. Y ahora, en momentos en que se está a la espera de los alegatos orales del litigio con Bolivia, el abogado y ex diplomático José Rodríguez Elizondo analiza los efectos causados por la demanda de Perú para las relaciones entre ambos países (y también con La Paz), los temas de controversia que aún genera este caso y las directrices para la estrategia que Chile debiese adoptar con miras a definir su futuro bilateral con Lima.

A juicio del analista, Santiago y La Paz viven hoy una de sus peores etapas diplomáticas y atribuye esta situación no sólo a los "errores" de Chile, sino que también a los "aciertos" de Bolivia.

Espera, además, que la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con el fin de "subsanar el error" que en su opinión cometió al aceptar la demanda marítima, acepte la impugnación de Chile a su competencia en el diferendo con Bolivia.

-El resultado parcialmente exitoso para Perú y la posición defensiva en que nos ha puesto Bolivia, reflejan la caducidad de una doctrina de política exterior centrada en la intangibilidad de los tratados y la innegociabilidad de los conflictos que afectan a la soberanía. Donde Chile defendió un tratado específico de frontera marítima, el Perú invocó la inexistencia de tal tratado. Bolivia, por su lado, constitucionalizó su política tendiente a desconocer el tratado de límites de 1904 y fundó su demanda en negociaciones frustradas con Chile, que suponían transferencia de soberanía. Todo esto obliga a analizar, críticamente, ese largo plazo en que nuestros gobiernos no generaron iniciativas y no supieron o no pudieron impedir la judicialización.

-Me acojo al realismo del juez chileno Francisco Orrego, para quien el fallo "no fue un desastre". Esa fórmula, equilibrada entre la autocomplacencia y la autoflagelación, debiera estar en la base de un proceso renovador, en Chile y Perú. Efecto principal de tal proceso debiera ser el reconocimiento de los errores estratégicos barridos bajo las alfombras. Pero no solo a manera de mea culpa, sino como fase necesaria para retomar y proyectar el espíritu del Tratado de 1929, impulsado por los Presidentes Carlos Ibáñez y Augusto Leguía.

-Creo que seguirá siendo tema, aunque declinante. Mi optimismo relativo obedece a dos factores. Uno, que el punto Concordia o 266 del Perú, designado por sus expertos como el de la "orilla del mar", fue instrumental para su tesis de la proyección marítima equidistante, desechada por la CIJ. Por tanto, su razón de ser caducó. El segundo, no debatido a cabalidad, es la aplicación del sistema de ficciones, propio del derecho, a la diferencia entre delimitación y demarcación. Esto significa que la demarcación fijada por el Hito 1 es la literal "concretización" de una delimitación que sólo establece líneas y puntos ideales... entre los cuales el punto "orilla del mar". En otras palabras, con base en una convención o ficción jurídica, ese Hito "representa" la orilla del mar, ya que no es dable determinar una orilla del mar exacta. También está la razón práctica, que debieron considerar los demarcadores: ¿cuánto duraría un hito instalado en la rompiente de las olas?

-Quiero decir que es un punto unilateral e inmaterial, fijado décadas después de concluido el proceso demarcatorio. Por lo mismo, hace décadas que venció el plazo para impugnar ese proceso. Ahora, si se mantiene la diferencia de criterios, se debe a que hoy el Perú estaría asignando una nueva funcionalidad al punto 266: la de configurar uno de los ángulos del "triángulo terrestre" en disputa. Pero, corsi e ricorsi, ese triángulo ya no existe. Desde que la CIJ asignó a Chile el vector costa, a lo más podría hablarse de una "cuña terrestre" de entre 3 y 4 hectáreas. En cualquier caso, espero que, con base en una buena negociación, facilitada por el cumplimiento del fallo y los intereses comunes que estamos potenciando con la Alianza del Pacífico, este tema se supere.

-En primer lugar, no creo que la política peruana hacia Chile sea un producto monolítico de su Cancillería. Con toda la gravitación que tiene Torre Tagle, es natural que existan tendencias internas, opiniones variadas de expertos externos y también diferencias con lo que piensa el Presidente Humala. Por ello, hoy, más que nunca, Chile debiera asumir iniciativas para tratar de definir la relación bilateral en forma mutuamente beneficiosa. Pienso, además, que la Cancillería peruana espera esas iniciativas. Aunque nos parezca injusto, la tradicional reactividad chilena allá suele interpretarse como indiferencia o arrogancia.

-Ahí tenemos un ejemplo concreto de nuestro déficit de iniciativas. Creo que esa posición del Perú, entre prescindente y simpática hacia Bolivia, tiene como soporte un error estratégico de Chile, cometido entre 1947 y 1951. Según analistas peruanos autorizados, al negociar directamente con Bolivia una salida soberana al mar por Arica, cambiamos el prescriptivo "acuerdo previo" con Perú, del Protocolo Complementario de 1929, por un simple veto o "anuencia" posterior. Es decir, cambiamos el orden de los factores para negociar un cambio en la frontera y Perú sólo podría decir "sí o no".

En el pasado gobierno, Chile trató de enmendar ese error, aunque de manera informal, cuando el canciller Alfredo Moreno declaró, en Lima, que "Chile no está dispuesto a perder su frontera con el Perú". Yo me pregunto si no ha llegado el momento de ir más allá y tomar ese animal por los cuernos, en la reserva y formalidad de la alta diplomacia. Baste pensar que casi todos nuestros conflictos con Perú se vinculan con la aspiración ariqueña de Bolivia.

-El mejor piloto de Fórmula 1 no podría competir en Indianápolis si su escudería le asigna un vehículo que no supera los 80 km. por hora. Valga la metáfora para decir que los déficit de nuestra Cancillería se acentuaron con la política exterior ideologizada del general Pinochet, tan recelosa de la diplomacia institucional. Entonces vivimos emergencias vecinales graves, con amenazas de guerra y una Cancillería más bien protocolizadora. Nuestra seguridad, entonces, dependió fundamentalmente de la disuasión. Ahora, tras seis gobiernos democráticos, seguimos hablando de "modernizar" la Cancillería, pero eso ya no basta. Muchas presiones que antes venían desde los ejércitos, hoy vienen desde los establecimientos diplomáticos, con base en la llamada "estrategia de aproximación indirecta". Lo estamos viviendo. Es urgente asumir, como prioridad de Estado, la necesidad de una Cancillería a la altura de las mejores. Respecto al canciller Muñoz, es un internacionalista experimentado y con obra escrita, pero me sentiría imprudente o desubicado si tratara de evaluarlo.

-Parece claro que estamos viviendo una de las peores etapas. Y no sólo por errores nuestros, sino, también, por aciertos estratégicos de Bolivia. Entre éstos, el haber sostenido por más de un siglo su política de internacionalización del conflicto y haberla enriquecido con un hallazgo conceptual, de carácter geopolítico, en el cual hemos reparado poco. Me refiero a su invocada "pérdida de la cualidad marítima", que le permite obtener tres efectos simultáneos: uno, tranquilizar a todos los otros vecinos que le han restado espacio territorial. Dos, inducir el aislamiento vecinal de Chile. Tercero, ocultar que el objetivo geográfico pretendido tiene a Arica como base.

-La CIJ, en su empeño por ampliar su espacio competencial, se ha metido en camisa de muchísimas varas al aceptar a tramitación la demanda boliviana. Los expertos de cualquier parte saben que esta judicialización es una especie de endoso a la Corte, organismo de la ONU, para potenciar al máximo nivel una política que puede afectar dos tratados de fronteras: el chileno-boliviano de 1904 y el chileno-peruano de 1929. Por esa vía, la CIJ se estaría deslegitimando y colocando en situación de violación, respecto a la propia Carta de la ONU.

-Prefiero decir que, jurídicamente hablando, la CIJ debiera aceptar la impugnación de Chile, subsanando el error cometido al aceptar la demanda a tramitación.

-Desconfío de las vallas que se colocan cuando el ganado ya se arrancó. Además, cuando se presenta una demanda tan obviamente política, el Estado demandado tiene la opción de no comparecer al proceso, contenida en el artículo 53 del Estatuto de la CIJ. Esto equivale a una excepción absoluta de incompetencia o a un freno de emergencia ante una eventual extralimitación de la CIJ.

-El ex presidente Mesa, historiador y periodista, ha escrito -y lo cito textual- que "el nudo gordiano de la traumática historia trilateral que nos tiene trabados a Chile, Perú y Bolivia, es Arica". Es algo que en Chile conocemos poco y que, con cierto desdén, el docto diplomático peruano Juan Miguel Bákula llamaba "ariquismo". Visto lo ya conversado sobre el soslayamiento del tratado de 1904 y de Arica como objetivo, ese reconocimiento de Mesa revela un encomiable coraje intelectual.

-Los designios de los jueces de La Haya son inescrutables.