Se ha informado que un helicóptero de Carabineros fue atacado el sábado con armamento de alto calibre mientras sobrevolaba en Tirúa, en la provincia de Arauco. Como resultado de esa acción, ha resultado herido un estudiante de la institución policial.

El subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, ha señalado que ese ataque no tiene que ver con las reivindicaciones del pueblo mapuche, sino que es un hecho delictual relacionado con robo de madera. También el mismo día, una propiedad del empresario Eliodoro Matte, empresario del grupo forestal Cmpc, sufrió un ataque en el sector Santa Bárbara. En el lugar se encontró un lienzo que reclamaba la propiedad de las tierras para los pehuenches.

Se recordará que el 4 de octubre, 13 funcionarios policiales fueron heridos por comuneros mapuches que se habían tomado caminos de acceso a Lleu Lleu. Otros tres carabineros fueron lesionados en otra emboscada en el sector El Bosque, entre Cañete y Tirúa, el 28 de octubre. Unos 60 los policías han sido heridos este año en la provincia de Arauco.

En su oportunidad, el subsecretario Aleuy, advirtió que lo que estaba detrás de los atentados que se registraban en La Araucanía y en Arauco era una abierta "industria delictual", un diagnóstico que reconocía la existencia de grupos interesados en mantener la lógica de la violencia, a pesar de todos los llamados que se han hecho para el diálogo. Esto significa que hay una organización para realizar atentados, y que de manera periódica está recurriendo a la violencia, con ataques contra agricultores, camioneros, contratistas forestales y Carabineros. Se persigue de esa manera mantener una idea de conflicto para validarse en su entorno e intentar forzar al Gobierno a adoptar determinadas decisiones.

Con este ataque a un helicóptero policial, la violencia va subiendo de nivel y si en el pasado las autoridades trataron de minimizarla, los hechos revelan que es una dramática realidad. Ya se trate de reivindicaciones o robo de madera, hay que poner atajo oportuno a los actos, porque esos grupos minoritarios deben entender que no están por sobre la legalidad y la institucionalidad.

Los cementerios son "espacios del silencio", lugares no habitados, donde nuestros muertos reposan. Se han transformado en lugares significativos, no solo donde celebramos rituales funerarios y dejamos partir a quienes ya no nos acompañan, sino también buscamos preservarlos en diversas expresiones culturales. Así el cementerio se convierte en un lugar para los muertos y los vivos.

De la "ciudad del silencio" nos hablan los templos imperiales destinados a las ofrendas y al culto de un difunto o familia real o monumentos funerarios de grandes dimensiones como el mausoleo de Qin Shi Huang -el primer emperador de la dinastía china Qin del año 200 AC-, con más de 2 km. cuadrados de extensión y más de 30 años dedicados a su construcción.

El amor eterno se descubre en el Taj Mahal, en Agra, India, construido entre 1.628 y 1.658 para la esposa favorita del emperador Shah Jahan. Hoy es una de las tumbas más visitadas del mundo al igual que las Pirámides de Guiza, patrimonio de la Humanidad que remonta al Imperio Antiguo de Egipto en el 2.500 A.C.

También tenemos el Panteón de Roma, del año 118 D.C, de estilo clásico y que se convirtiera en referente para el mundo católico a pesar de su origen griego, pequeños entierros colectivos señalados con simples estructuras megalíticas como los dólmenes y menhires o el conjunto de crómlech, compuesto de círculos de piedras, como el caso de Stonehenge, en Amesbury, Inglaterra. Todos permanecen en la memoria colectiva como lugares de profundo sentido de presencia y atemporalidad.

En Concepción destaca el Cementerio General, que nos habla de identidad. Mantiene interesantes mausoleos y tumbas de valor patrimonial que nos remiten a una aristocracia de origen europeo, ilustrados y militares, pero también de criollos católicos y disidentes. Nos habla de la precariedad y de la partida de familias que han abandonado sus tumbas y nos han legado a sus familiares.

Recorrer sus patios, algo golpeados por terremotos, nos permite comprender nuestra humanidad y fragilidad. Da cuenta de un lugar de oración y reflexión, de silencio pero también un espacio de aprendizaje de nuestra memoria, un auténtico reflejo de la sociedad que hemos construido.

Esconde historias y personajes notables de nuestra historia como el general De la Cruz o Pedro del Río Zañartu, asimismo aparecen mitos y leyendas como la de Petronila. Presente, pero más oculto y doloroso, está el patio de niños, además de las zonas donde se han encontrado restos de detenidos desaparecidos.

El cementerio es, entonces, "un museo abierto" que, entre arboladas y avenidas, plazuelas y esculturas de mármol y otras de yeso, nos relata quienes fuimos y somos. Tenemos la oportunidad de transformarlo en "un lugar de encuentro", en nuestra propia "ciudad del silencio".