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Los mejores deseos

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Los hogares se preparan para celebrar una fiesta eminentemente cristiana, que ha sobrepasado ese mundo para convertirse en una oportunidad que puede encontrar lo mejor de las personas.

Hay pocos momentos de recogimiento tan significativos como Navidad. Tiene una impronta que ha cruzado la religión para instalarse como un símbolo de los valores humanos.

La fecha recuerda el nacimiento de Jesucristo en Belén. El Hijo de Dios vino al mundo con el objetivo de redimir los pecados de las personas y entregar su vida. Creyentes o no, es indudable que el mensaje de Cristo ha marcado la historia occidental con un legado de respeto por el otro, y mucho más que eso, de amor por todos nuestros pares.

Parece indudable que esa entrega se ha tergiversado muchas veces, olvidándose del sentido más profundo del ideario para caer en ganancias de corto plazo, o para conseguir otro tipo de objetivos. Pero esta historia nos muestra la esperanza de que este mundo puede ser mejor.

La Navidad no es ciertamente una fecha para acumular regalos, sino una oportunidad para pensar en los otros y regalarles esperanza. Esa ofrenda nos ofrece la oportunidad de ser mejores y avanzar como seres perfectibles.

La Navidad puede ser un momento de encuentro, de amistad, de compartir el dolor, de acompañar al desamparado, entregar una palabra de aliento al que lo pasa mal, o aconsejar a quienes no han tomado el mejor camino.

En eso no debe perderse el foco, incluyendo a los menores, quienes, muchas veces, replican la fiebre consumista, dejando de lado el verdadero sentido de estas fechas, porque sus padres no les han enseñado su real significado.

Cuando ya cerramos el año les enviamos nuestro más sincero agradecimiento y un mensaje de bienaventuranza, a cada uno de ustedes, nuestros lectores y a toda la población, especialmente a aquellos que más sufren, a quienes extrañan la pérdida de un ser querido o que viven en condiciones precarias y pasan necesidades.

Feliz Navidad a todos.

Unidad para el desarrollo

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En el seminario "El Chile que queremos", organizado hace algunas semanas por la Cámara de Comercio de Santiago, los ex presidentes Ricardo Lagos y Sebastián Piñera coincidieron en alertar sobre el ambiente de crispación que vive el país. Resulta decidor y preocupante que dos líderes de coaliciones tan distintas tengan una mirada negativa sobre el devenir de la política y del discurso público en los últimos meses. Nadie podría desconocer la validez de sus palabras cuando denuncian el clima de enervamiento o sostienen que una lucha fratricida entre nosotros no nos llevará a un buen destino.

En estos días, en que las familias celebran una de las fechas más significativas del mundo cristiano, considero oportuno formular un llamado a reflexionar sobre los logros que hemos alcanzado como sociedad. Es incomprensible este estado muchas veces de desesperanza e inconformismo en un país que ha bajado los índices de pobreza, ha aumentado ostensiblemente la esperanza de vida de su población, ha disminuido la mortalidad infantil y ha acrecentado de manera notable la cobertura en educación superior, entre otros avances. Logros que debemos tener presente incluso ahora que el país atraviesa un período complejo de desaceleración económica que, no podemos negar, ha afectado a muchas familias.

Es efectivo que aún existen problemas que es necesario resolver como el acceso oportuno a una salud de calidad para todos los chilenos, independientemente de su situación socioeconómica, así como mejorar la calidad de la educación en especial en las primeras etapas. Pero aquellos desafíos, que nos deben unir, no pueden impedirnos valorar el progreso alcanzado gracias al aporte de todos, de políticos de los diversos sectores, de empresarios, de instituciones públicas y privadas, de los chilenos y chilenas que cada día se esfuerzan por hacer de éste un país mejor.

En ese contexto, debemos exigir que el debate público se desarrolle con respeto, altura de miras y en que todos asuman que el argumento del otro puede tener alguna cuota de verdad. Estar abiertos a aceptar el punto de vista de aquel cuya posición se percibe más alejada es un buen paso para alcanzar el consenso necesario para implementar cambios, los que deben considerar lo positivo que ya hemos alcanzado.

La estabilidad institucional de Chile, tantas veces alabada en el extranjero, al igual que la capacidad de los chilenos de superar las diferencias del pasado son la base sobre la que hemos construido el progreso del país. Es importante que aquellos que vivimos la etapa de profunda polarización de hace algunas décadas sepamos transmitir a las nuevas generaciones un mensaje de unidad y amor por la patria.

Un mensaje que espero que tenga mayor acogida en esta noche de recogimiento y alegría.