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Consumo en Navidad

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Estas festividades debieran tener un contenido más espiritual que comercial, considerando que se recuerda el nacimiento de Jesús, el salvador, y de su significado que tiene -o debiera tener- para el mundo cristiano. Pero la sociedad se ha encaminado hacia el consumo. Es una realidad que no podemos desconocer.

La Navidad es tiempo de celebración, regalos, niños, alegría y familia, pero también es época propicia para el reencuentro con nosotros mismos y con los demás.

La actividad comercial ha tenido un fuerte movimiento y los negocios se prepararon para incentivar las ventas navideñas y de fin de año. En diciembre, tradicionalmente una de las mejores épocas del año para el comercio, las ventas aumentan alrededor de 60%. Se estima que en este período, el gasto promedio extra de cada consumidor supera los 200 mil pesos. Hay que considerar que en ello inciden los aguinaldos, la destinación de ahorros a comprar regalos, o bien el endeudamiento por medio de tarjetas comerciales y bancarias.

Se calcula que en diciembre el comercio chileno vende aproximadamente 3.500 millones de dólares, de preferencia incentivado por la Navidad y el Año Nuevo. Para lograr estos niveles, el comercio ha tenido que extender su jornada de atención, incluso fines de semana. Asimismo, desde hace algunos años se han hecho populares las ventas nocturnas, algo que se considera como una gran oportunidad para aquellas personas que no tienen tiempo para comprar en el horario normal.

Respecto de los consumidores, considerando que luego vienen las vacaciones y los compromisos de marzo, lo ideal es fijar límites de gastos estrictos. Según los especialistas, éstos no debieran superar el 30% de los ingresos.

Si bien las familias se han visto inmersas en estos días en el ajetreo de las compras, esperamos también que sea tiempo para dejarse llevar por los sentimientos de solidaridad, dejando fluir nuestro afecto, cariño y comprensión con alguien que necesite un poco de nosotros.

Frases que hemos repetido a lo largo del año pueden cobrar un nuevo y profundo significado, al tener una actitud más abierta y positiva en esta fecha. Que la próxima Navidad traiga no sólo regalos materiales, sino también paz y unidad a todos.

La Navidad es tiempo de celebración, regalos, niños, alegría y

La gran comisaría

tito matamala

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Un cajero automático dentro de una comisaría me parece una buena idea. Extraer dinero de la cuenta bancaria en descampado es una de las situaciones en que nos sentimos más vulnerables; siempre creemos que alguien desde atrás nos va a pegar un golpe en la cabeza, como si hubiese estado esperándonos todo el día.

Por eso buscamos cajeros al amparo, ojalá dentro de un supermercado y ante la presencia de miles de testigos. O al interior del banco mismo, esos se ven como los más seguros, porque en última instancia uno se desahoga con el jefe de la sucursal: ¡me tragó la tarjeta!

Perfecto, pero hay otras actividades igualmente peligrosas que demandarían la misma protección para sentirnos algo más seguros. Por ejemplo, las botillerías nocturnas, esas que venden licores a través de una reja y que, de todos modos, son asaltadas de vez en cuando por un pistolero facineroso que mete un revólver por el ventanuco y se lleva lo suyo. Entonces, no sería mala idea que en las comisarías de barrio se incluya una botillería de emergencia dentro del patio, junto a la caseta del guardia. La comunidad de beodos nocturnos se sentiría segura al comprar ahí el ron de fin de fiesta.

A diario leemos las noticias de asaltos a joyerías, con armas de fuego y combos de la construcción. Quizás sería también viable que las cadenas de alhajas y relojes de oro instalasen las sucursales dentro de las comisarías. Es cierto, se crearía un problema de espacio: habría que agrandar el tamaño del recinto policial. Otro problema anexo se desataría de inmediato: los demás comerciantes, de cualquier rubro, igual desearían permanecer al alero de un techo que les pueda garantizar la anulación delincuencial.

Con el aporte de privados, quizás la comisaría crecería al tamaño de un galpón, o un mercado, o un centro comercial. Así podríamos caber hasta los ciudadanos comunes, que no tenemos grandes sumas en la billetera, pero que caminamos temerosos por las calles, en particular en las horas nocturnas. Mi querida Daniela, por ejemplo, teme que le roben su bicicleta nueva y estilosa. Comprensible.

¿Y con qué derecho dejaríamos fuera de la comisaría a los demás? Habría que extender de nuevo el tamaño del precinto para que puedan protegerse todos los chilenos, de Arica a Magallanes, excluyendo sólo un pequeño filete de territorio en el que abandonemos a los pungas, a los asaltantes, a los asesinos y a los estafadores. Podríamos llamarle 'cárcel', para no confundirnos.

Chilenos todos, para allá vamos: hacia la consolidación de un país mejor, más seguro, más sano, que posea la forma de una gran comisaría de carabineros en la que podamos sentirnos sanos y felices por siempre.

No sería mala idea que en las comisarías se